048: Hagan juego, señores

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Como tantas otras veces, Morgana Dumbledore paseaba por los pasillos silbando de forma alegre. Nadie sabía que era lo que le había podido pasar para que su actitud cambiara radicalmente. No hacía ni tan solo una semana que se estaba muriendo por las esquinas llorando por Jerry, su amigo recién fallecido, y ahora parecía como si nada hubiera pasado. Era obvio que Morgana seguía dolida y tardaría años en recuperarse del golpe, pero de lo que sí que era capaz era de seguir adelante. El único que era conocedor de su cambio de actitud era Tom, con el que Morgana no tenía secretos, ni uno solo. Y cuando el horrocrux se enteró de que estaba saliendo con Cole... Saltó de alegría y la abrazó con toda la fuerza que tenía, hasta el punto de casi dejarla sin aire. Por supuesto, después de eso se autoproclamó el fan número uno de la pareja. Pero en mitad de toda esta felicidad había un pequeño e insignificante detalle: la relación era secreta, lo cual, a Tom, no le parecía bien.

-Pero es que no lo entiendo.- protestó Tom por décima vez mientras caminaban hasta el despacho del director.- ¿Por qué tenéis que llevarlo en secreto?

-¿Es que hablo en ruso o qué?- dijo con sarcasmo.- Ya te lo he dicho. Hasta que Cole no se independice de su abuelo no lo podemos contar.

-Pues que se independice de una vez por todas.- dijo él.- Que yo quiero que la gente se entere.

-Tú lo que quieres es ver como arde Troya.

Tom se encogió de hombros y se sumergió en el diario como tantas veces había hecho. Subió las escaleras y casi se desmayó del susto cuando vio a Malcolm McGonagall apoyado en el marco de la puerta.

-¡Querida sobrina!- exclamó rodeándola con el brazo por los hombros.- Veo que vienes sola.

-Claro que vengo sola.- dijo intentando librarse de su agarre.- ¿Con quién querías que viniera?

-Con nadie, simplemente era un pensamiento en voz alta.- dijo sonriendo como el gato de Chesire.

-¿A qué has venido, Malcolm?- preguntó con sospecha.

-He perdido mil libras.- contestó abatido.

-¿¡Mil libras?- gritó alarmada.- ¿Te has vuelto loco o qué? Como mi abuela se entere te matará.

-¡Baja la voz!- siseó.- Te puede escuchar perfectamente, tiene los oídos muy desarrollados para una persona de su edad.

-¿De qué edad, Malcolm?

Oh, mierda, pensaron ambos. La puerta del despacho se había abierto y Minerva les miraba con sospecha.

-De la edad en que...- comenzó intentando improvisar una respuesta rápida.- La mariposa sale de su capullo y aletea sus alas para sobrevolar las flores de la primavera.

-Esta vez te has salvado.- comentó sonriendo Albus, que al igual que Minerva salía también del despacho.

-¿Es cierto eso qué he escuchado, Malcolm?- le interrumpió la profesora de transformaciones cruzándose de brazos y con una mirada enfadada.- ¿Has perdido mil libras?

-Sí, bueno...- murmuró incómodo.- En realidad, Sirius también está metido en todo esto, él ha perdido más que yo.

Por orden de la profesora, Sirius fue hasta el despacho del director y comenzó a explicar lo que había pasado, no dio demasiados detalles porque no los recordaba, pero la cuestión era bastante simple y estúpida. El merodeador había ido al casino de un barrio muggle y unos hombres le habían insistido para que jugara al póker; pensando que no pasaría nada malo, lo hizo y acabó perdiendo su motocicleta. Unas horas después, acabó llamando a Malcolm y este, que era tan malo en el juego como el adolescente, perdió las mil libras.

Morgana DumbledoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora