015: Ojos azules

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Una vez se hubo disculpado con el sombrero seleccionador y lo hubo limpiado, procedió a marcharse, pero algo llamó su atención. Se acercó al pensadero de su abuelo y vio que algo brillaba con intensidad, jamás había estado en uno de ellos y no tenía intención de hacerlo, pero al acercarse más tropezó y cayó de pleno.

Era una sensación desagradable, ya que era como si se hubiera caído de un lugar muy elevado. Miró a los lados y se vio en una habitación, parecida a un despacho. La puerta se abrió de golpe y entró un adolescente, estaba nervioso, se acercó hasta el escritorio y rebuscó entre los cajones.

-Es que no te han enseñado algo llamado privacidad.- dijo alguien con voz impotente.

Morgana se giró y vio a su abuelo, parecía más joven y más feliz.

-Eso es algo que se aprende en casa, pero como nunca me habéis querido aquí...- contestó él encogiéndose de hombros, aunque en el fondo disfrutaba de ver sufrir a su superior.

-¡No me hables así!- gritó el director.

-¿Qué está pasando aquí?- esta vez era su abuela, también se le veía mucho más joven.

-Nada.- dijo el chico sin dejar de sonreír.- Padre y yo solo estábamos hablando de las cosas que se aprenden en casa, ¿verdad? Es evidente que yo no conozco algunas de ellas porque nunca me habéis permitido vivir aquí.

-Eso es suficiente, Percival.- dijo Minerva.

Así que ese chico tan desagradable era su padre. Morgana solo recordaba sus voz y había visto alguna fotografía en la mansión de los Dumbledore.

-Ya veo.- continuó él.- ¿Por qué lo defiendes? Tú tampoco querías que me fuera a Estados Unidos a estudiar, te hubiera gustado que estuviera en Hogwarts con vosotros.

-Era necesario para tu seguridad.- dijo su abuela sin perder la compostura.- Fue una decisión que tomamos entre los dos y aunque hubiéramos preferido tenerte aquí en Inglaterra, hicimos lo correcto mandándote a Ilvermorny.

Entonces Percival estalló en risas, como si fuera un lunático.

-Tranquilos, he venido a por mi pasaporte.- dijo enseñando lo que había cogido del cajón.- He conocido a alguien en América, se llama Elisabeth y me ha enseñado muchas cosas; me ha dicho que debo alejarme de unos padres que no me quieren.

Percival se paró delante de su padre y le sonrió con superioridad, se giró a mirar a su madre y le sonrió de la misma forma.

-No creo que nos volvamos a ver.- dijo él.- Espero que si lo hacemos sea en vuestro funeral.

Su padre salió del despacho, dejando a sus abuelos destrozados. El recuerdo comenzó a perder fuerza y expulsó a Morgana de allí. Se sentía mal, se avergonzaba de los padres que tenía; de su padre por tratar a sus abuelos así y de su madre por animarle. Decidió huir del despacho e irse a su habitación, lo único que quería ahora era dormir y olvidarse de todo.

Cuando llegó al retrato de la dama gorda, no hizo falta que pronunciara la contraseña, porque reveló a sus abuelos.

-¿De dónde vienes?- preguntó su abuelo.

Morgana los miró y recordó lo que había visto.

-Lo siento mucho.- dijo mirándolos.

Pasó por delante de ellos y corrió escaleras arriba dejándolos muy confundidos. Una vez estuvo metida en la cama y hubo conjurado un hechizo de silencio, se echó a llorar.

Después de ver el recuerdo, Morgana evitó ir a toda costa al despacho de su abuelo, hacía una semana que no hablaba con ellos. No es que estuviera enfadada con ellos, es que le avergonzaba quién era y se sentía mal por todo. Decidió centrarse en otras cosas: clases, Quidditch y la hoja de mandrágora.

Morgana DumbledoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora