Capítulo 3

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Intruso

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Intruso

―Mira, esto es fácil ―manotea Mia echando sus rizos dorados oscuros hacia atrás―. Tenemos que operar. ―Concluye de repente y sonrío.

Eva se ha dormido en el sofá viendo Enredados por enésima vez. Pero Mia está jugando a ser Doctora y actualmente va a operar a su muñeca de un no sé qué.

―Yo creo que no es necesario operar. ―Opino fingiendo preocupación y ella sonríe.

―Es fácil, sólo cortamos y sacamos lo malo.

Mi madre está preparando el almuerzo en estos momentos. Tanto Mia como Eva no han parado de jugar desde que despertaron esta mañana. Ya llevan tres días aquí, tres días que he disfrutado mucho con ellas.

―Mejor jugamos con los Legos ―me propone y yo asiento haciendo una mueca de cansancio.

―Mia, te recuerdo que mamá recogió todos los juguetes hace una hora, ¿En serio quieres...?

―Yo lo recogeré después. ―promete como si nada y niego con la cabeza tratando de ocultar una sonrisa.

La caja de juguetes está esparcida en medio de la sala de estar en menos de veinte minutos.

―Le dije a Eva que queremos una fiesta de Hadas y ella no quiere. ―Refunfuña Mia de repente y la miro un poco confundida. En realidad me entretuve con el final de Enredados y no sé a qué vino el tema de la fiesta.

― Faltan cuatro meses. ―le explico como si ella fuese a entender qué tanto falta con exactitud―. Es decir, todavía pueden ponerse de acuerdo.

Cumplirán cuatro años en marzo y mientras que a Mia le gusta ver Tinkerbell a Eva le encanta ver todas las Princesas y es obvio que ambas querrán destacar sus gustos en la fiesta de su cuarto cumpleaños.

― Yo quiero de hadas. ―reafirma la rubia―. Podemos hacer una fiesta para mí y... otra para Eva. ―propone sin mucho interés.

― No, no pueden. ―murmuro―. Las dos... nacieron el mismo día y deben celebrarlo juntas. ―le sonrío y ella hace una mueca.

En el transcurso de la tarde decido salir a cenar afuera. No es como si no me aburriese preparar la cena pero en realidad no tengo ánimos de estar metida en la cocina mientras las gemelas están corriendo por toda mi casa sin parar.

―Yo iré de rosa y tú de amarillo ―le dice Eva a Mia y mi madre refunfuña.

―No, yo quiero ir de verde. ―Refuta Mia.

―Basta, o las vestiré igual ―les advierto mientras mi madre revisa en la otra maleta gigantesca. Jamás se han vestido igual, ni siquiera de bebés.

―Mia no consigo nada verde. ―Rezonga Jacqueline.

―Entonces rojo.

Vestirlas no es tan difícil, una vez que eligen el color lo demás es fácil. En este punto las miro a ambas, antes de subirse a mi auto, cada una lleva una muñeca. La de Eva tiene el pelo de un chocolate oscuro, casi parecido al de ella, sólo le faltan esos suaves reflejos rojizos.

Sangre de arcángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora