Capítulo 43

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Compromiso

El olor a lirios me despierta de mi letargo y el dolor de cabeza me recuerda lo que hice.

Me incorporo rápidamente mirando mi alrededor como una desquiciada.

Estoy en una habitación enorme, está llena de lirios blancos por doquier, hay muebles de oro, sillas de oro, todo de oro. Cortinas rojas, cortinas negras, todo está bien contrastado.

Ahora bien.

¿Por qué pasó algo similar a aquella vez que uní mi sangre con la de mi madre? ¿Me mintió Luci? ¿Qué carajos pasó? Recuerdo echarle un rápido vistazo al pacto, no leí alguna palabra que me llamase la atención, pero tampoco es como si lo hubiese leído a la perfección.

Increíble.

Estoy arropada con suaves sábanas blancas, y obviamente me despojaron de mi ropa ensangrentada, ahora solo tengo un vestido blanco muy modesto. Y trenzaron mi cabello.

De zapatos me dejaron unas lindas zapatillas blancas. No hay señales de mis armas ni de mi antigua ropa por ningún lado. Ah, y se me olvida nombrar que hay un enorme televisor muy moderno frente mi cama.

― Joder ―camino hacia las puertas doradas y las empujo. Miro con saña a dos caídos que están de guardias a ambos lados de mi puerta, y más allá hay dos más, están colocados así a lo largo del pasillo. Todos vestidos de ropa táctica de color negro, igual a aquella que vi en la morada de Blay.

Carraspeo antes de cerrar la puerta detrás de mí.

― Necesito hablar con... su señor o como sea que le digan. ―farfullo.

Ambos me custodian llevándome con el querubín, o eso creo. La fortaleza es enorme, el techo es inacabable, y tiene un estilo gótico y a la vez celestial. Una mezcla imposible, pero maravillosa.

― Mi señor no está, pero dijo que debías comer ―habla uno cuando entramos a un enorme salón en el cual hay un comedor de vidrio, hay más de veinte sillas alrededor de la mesa, pero solo una tiene un sinfín de platos delante de ella.

Hago caso porque mis tripas han sonado y esa es una señal para obedecer.

― ¿Cuándo volverá su señor?

Ellos se alejan a una distancia prudente y resoplo en respuesta.

Bien, supongo que fue a buscar a mi padre, o en efecto, su sangre.

Me enfoco en comer, y mientras lo hago pienso una y otra vez que él no es mi padre, porque si lo fuese... ya yo sería un Terafim, pues uní mi sangre con la de él. Son tantas cosas en las que mi mente está trabajando que ni siquiera me tomé un tiempo para bendecir está comida. Joder, es la comida del diablo. Estoy comiendo de la comida del diablo. Pero ajá...

― ¿Cómo es el tiempo en este lugar? ¿Es terrestre o celestial?

― Terrestre. ―contesta uno de ellos y miro el tenedor de oro.

¿Cuánto tiempo dormí? ¿Jared ya fue juzgado? ¿Qué ha pasado?

― ¿Cuándo tiempo llevo inconsciente? ―pregunto levantándome de la silla.

― Dos días.

― ¡¿Dos qué?! ―me toco el pecho a punto de desmayarme de nuevo, pero mis manos perciben algo en mi cuello.

Mi corazón está latiendo rápido, pero cuando observo el dije que pende del collar de oro que tengo puesto, se acelera más.

Es una bolita de cristal no más grande que una cereza.

Sangre de arcángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora