Capítulo 46

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Infiltrados en Épsilon

No sé cuánto ha pasado. No he querido saberlo, de solo pensar que mientras aquí pasa un día en el Beta pasan veinticuatro días no me llena de paz. Ni hablar de Épsilon.

Una tortura.

Luci se molesta en darme información sobre mi familia todos los días, quedamos en ese acuerdo. Me muestra videos de todos ellos, en el patio, haciendo compras. Evanie y Mia ya van al Kínder y no evito llorar cuando las miro entrar al edificio en compañía de mi madre.

No estuve allí para Evanie.

No estuve allí para ellas.

Pero si ya van al Kínder, eso quiere decir que ha pasado tres meses.

Maldita sea, tres meses. No puede estar pasando esto.

Tomo respiraciones profundas pensando una y otra vez que ellas están bien, que todos están bien. No todos.

Basta, Niamh.

Logro calmarme minutos después para seguir observando los videos de Jack.

Mi hermano tiene depresión, no supera la muerte de Ginger, en sus videos siempre se le ve triste y toma mucho alcohol, supongo que mi madre debe estar muy preocupada por él y eso me mata. Se supone... se supone que ellos deberían estar bien. Pero no.

― La más misteriosa es Elsie ―la voz de Luci llega a la habitación destinada para mirar los videos que él trae todos los días―, Roma dice que ella es la que está menos preocupada y la que parece tener todo bajo control, como si supiese que tú estás bien.

Roma es la potestad que casi siempre está oliéndome el culo. Es el mismo caído que me colocó el collar mientras yo comía aquella vez.

― ¿Tu amiga sabe lo que eres? ¿Sabe de todo esto?

― Elsie es más serena ante todo, no tiene idea de lo que pasa, pero supongo que ella siempre tiene paz ―miento.

Claro que sabe, es por eso que ella luce tranquila. Supongo que Arien le da información cada cierto tiempo sobre la extraña protección de mi familia. En cuando a lo que se debe imaginar Bered y los demás es información vacía.

― Quiero saber de Haziel.

― De Haziel no te diré nada, sabes que él no estaban en el acuerdo. Pero está bien supongo. Quizás cortando unas alas como siempre.

Suspiro.

Ninguno de ellos sabe dónde estoy. No imagino la culpabilidad que debe tener Bered.

― ¿No me dirás hasta cuando debo permanecer aquí? Me aburro como una ostra.

― Mientras no tengamos la fecha de tu juicio no saldrás de aquí.

― Bien ―siseo―. Quizás me harte de todo esto y algún día decida romper este pequeñísimo dije a ver qué pasa ―lo digo con un tono suave, casi aburrido.

― Todos los días pienso eso, pero nunca lo haces, créeme que yo también deseo ver qué pasaría.

Le voy a lanzar un zapato.

― ¿Por qué no me obligas a hacerlo? ―le pregunto con odiosidad y busco su mirada. Él va vestido de negro, siempre elegante, como si fuese un empresario, un magnate.

― Porque no sé qué efectos secundarios traería, quizás así no debe ser, quizás debe ser voluntario ―me mira con aburrimiento.

― Mmm.

Sangre de arcángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora