Capítulo 25

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Lágrimas con sabor a miel

Haziel me está follando con sus dedos con rudeza, haciendo un ruido exquisito con lo mojada que estoy, mis gemidos llenan la habitación y sus jadeos al verme fijamente me encienden más. Hace segundos experimenté mi primer orgasmo con sus dedos después de tantos tiempo, es como un dejavú raro, pero estoy jadeando como si fuese corrido un maratón.
   
No voy a negar que sí, lo estoy disfrutando, pero no quiere decir que esto cambie algo entre él y yo. Sí, claro.

Las cadenas en mis manos no me permiten moverme como quisiera, así que él sólo me alza con facilidad. Por inercia mis piernas rodean su cadera y yo coloco mis manos alrededor de su cuello.

― Extrañaba tu piel... ―susurra.

Sólo llevo mi camisa puesta, él ya me ha quitado el abrigo sin necesidad de quitarme las cadenas. No sé cómo lo ha hecho, pues no ha roto la tela. También me ha quitado mis espadas de la espalda.

― Extrañaba verte sudar... ―jadea bajando un poco mis caderas hacia su centro.

La respiración se me corta. No sé si pueda ocultar algo si él... está dentro de mí. Ahora mismo estoy a punto de retractarme, pero el deseo que tengo en mi ser no me deja. Tengo que terminar este trabajo.

― Sigues siendo mía, Niamh... ―dice y me penetra de un golpe. Grito de placer, no de dolor y él lo sabe porque me embiste con fuerza sujetándome con fuerza contra él.

― Ay, por Dios. ―gimoteo apretando mis puños y arqueándome para recibirlo más adentro.

― Voy a romperte esa camisa...

― No, no lo hagas... ―jadeo y él camina hacia la cama conmigo―. Bered...

― Bered no vendrá pronto.

― No la rompas. ―le advierto y él me la quita al dejarme en la cama. No entiendo como las cadenas no impiden que me la quite, pero me la quita con algo de molestia.

― Adiós. ―me quita el sujetador para despojarse de su camisa y luego montarse encima de mí llevándome con él al centro de la cama.

Mirarlo a sus ojos grises y ver como sus facciones están tensas me enciende más. Me gusta como sus expresiones de exquisito placer se dejan ver con facilidad. Hace tanto tiempo que pensé que ya lo había superado del todo para que ahora mismo me importe un cacahuate lo que me hizo.

― Voy a entrar todo. ―susurra acomodándose entre mis piernas y acunando mi rostro con sus manos. Jadeo cuando lo siento en mi entrada y un segundo después empuja sacándome un gemido.

― Despacio... ―jadeo y sólo obedece por cinco segundos, luego empieza a acelerar.

― Mucho tiempo quise tenerte de nuevo así, Niamh. ―se endereza y me agarra por las caderas empujándome hacia él cuando se sienta sobre sus piernas.

― Ay, joder...

― Mirando como entro ti... ―susurra mirando la zona donde nuestros cuerpos se unen. Toma de las muñecas jalándome hacia él para embestirme en esa posición.

― Oh, más... ―suplico cuando siento ese placer en el punto exacto. Me aferro a su cuello gimiendo ante cada estocada, él me da de nalgadas y atrapa un pecho en su boca―. Ay, Dios... ―gimoteo metiendo mis manos en su cabello y jalando hacia atrás para besarlo.

Cada posición, cada movimiento es tan perfecto, nada de titubeos. Él sabe lo que hace y por un momento un pensamiento nada agradable me invade. Lo ignoro, mandándolo lejos, es solo... un polvo. Nada más. Es solo eso.

Sangre de arcángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora