Capítulo 31

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Kaiser

En este lugar parece que no sale el sol. De hecho, siempre está nublado, aunque suele llover casi siempre aquí en mi prisión no hace frío.

Llevo tres días aquí, una eternidad para mí. Me han dejado en una celda, esta está más limpia que la primera. Tiene un colchón decente nada abollado, y no me han dado agua ni comida.

Otra curiosidad. Tengo hambre y mucha sed.

No he usado el retrete que está en un rincón, gracias a Dios, pero temo que las ganas de usar un baño aparezcan así como apareció el hambre hace diez horas.

Un martirio. Solo eso.

Me mantengo en mi colchón abrazando mis rodillas la mayoría del tiempo. La celda no tiene mucha iluminación, la poca luz que se filtra a través de una ventana rectangular puesta en lo alto de la pared no ayuda mucho, solo puedo observar como llueve, como se hace de noche, como amanece, pero nunca sale el sol. Desde aquí puedo oír gritos de mujeres pidiendo que la saquen de donde sea que estén. Hay otras que hablan otro idioma no conocido por mí, y juro que hace dos horas oí a un niño llorar. Mejor dicho, a un bebé.

Nadie ha venido por mí desde esa vez que hablé con Metatron y estoy empezando a asustarme porque ya es hora de que eso pase. No es posible que se olviden de mí por tanto tiempo, no después de la amenaza de que todos los caídos... intentarán embarazarme.

Sacudo mi cabeza alejando los malos pensamientos y mi estómago ruje con más fuerza, tanto que me entran náuseas.

Esta cosa extraña que me sucede tiene que ver con la sangre de mi madre, claro que sí. Hubo una reacción adversa, lo puedo adivinar y lo puedo asegurar.

― Maldita sea. ―siseo por enésima vez.

Estando aquí nunca podré encontrar a mi progenitor para arreglar esto.

Son tantas cosas las que me atormentan que creo que voy a enloquecer aquí. Primero está el hecho de que Evanie ahora está con mis padres, y sé a la perfección que la casa quedó casi destruida. ¿Qué harán mis padres? ¿Obtendrán ayuda de los ángeles no caídos? ¿Habrán llamado la atención de las Jerarquías? ¿Quién protegerá a Evanie?

― Esto es un desastre. ―me halo de los cabellos hasta que duele.

Eso de que Haziel puede encontrarme con solo rastrear mi éter es otra mentira. Han pasado tres días y nadie ha venido por mí.

No me ayuda pensar en Blay, cada vez que pienso en él me duele más el corazón. Es como... como si estuviese muerto; cada vez que lo recuerdo me siento culpable, siento que si no lo hubiese dejado solo con Lucifer todo sería distinto.

No quiero pensar en nadie más, pero mi mente no me ayuda en nada. Me pongo a pensar en Arien, en Elsie, en Jared, en todos.

Se oyen pasos pesados en el pasillo y me pongo alerta. No tengo cadenas ni nada parecido. Lo único que hay aquí es un colchón y un par de sábanas. Ah, y el retrete.

No me molesto en mirar a la persona que aparece en la puerta llena de barrotes, pero mi miedo se mantiene vivo dentro de mí.

Abren la puerta y entran. Me encojo un poco para que piensen que soy una pobre mujer indefensa o algo parecido.

― Hora de irse, Jephin. ―la voz rasposa no me inspira confianza y mi mente tarda en reaccionar. Cuando ven que no me muevo ellos mismos me ponen de pie y me sacan de la celda sin delicadeza.

― No se confíen, solo finge ser una miedosa. ―habla otro y giro un poco mi cabeza para mirar al que me sostiene de mi brazo derecho. No aparenta más de treinta años, pelo rojo, corto, y una piel perfecta. Un ángel caído sin dudas.

Sangre de arcángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora