Capítulo 24

3.5K 476 943
                                    

Por cuenta propia

Jared

Cuando te juntas con humanos sueles imitar sus idioteces.

Lo peor de todo es que no me arrepiento de nada. Es como si me hubiese dado satisfacción pelear con Haziel. Cada golpe le enviaba un mensaje claro: "Sé lo que estuviste haciendo con ella", y él sabe que no estoy tan lejos de imaginar su secreto, pero surge una incógnita, ¿me importa? No, probablemente no y no está en discusión.

Recordar a Niamh rogándole a Haziel que no hiciera un desastre sí es vergonzoso. ¿No entendía que ella no fue hecha para rogar?

Debería estar sirviendo en el Clan Castigador, pero estoy restringido. ¿Por qué Haziel no está restringido? Bueno, estuve a punto de dejarlo sin un ala. Está prohibido pelear con las armas de adamanthi y las de Veljeax. Son letales, muy peligrosas entre seres no caídos, las de Adamanthi solo las pueden poseer los miembros de las Jerarquías del Segundo Cielo, pero las de Veljeax las poseemos todos los ángeles Castigadores.

Y Haziel sacó primero la maldita espada de Veljeax. ¿Me iba a quedar esperando que me dejara sin alas? No.

Cuando somos miembros de algún Clan importante entre los Siete Cielos podemos tener una armadura instantánea. Podemos tener nuestras armas encima, en un plano espiritual, así como nuestras alas no son visibles bajo un techo sólido, así como podemos hacerlas visibles o no, así mismo sucede con nuestra armadura de Adamanthi. El adamanthi es versátil, puede ser sólido, diáfano o simplemente no visible ni palpable. Niamh nunca nos ha visto con nuestra armadura de guerra, y estoy segura que jamás ha visto las espadas de Veljeax que todos los ángeles no caídos llevamos encima casi todo el tiempo.

Cuando Haziel hizo visible la única espada que traía consigo yo hice lo mismo. Así de simple.

El único problema fue que él alegó que yo usé primero mi espada de Veljeax. Golpe bajo, pero aceptable viniendo de él.

¿Te atreviste a ayudarla sabiendo que era mi Jephin? ―fue lo primero que me dijo luego de haber dejado a Niamh sola en Calipse. Una Niamh cobarde que accedió a quitarle las cadenas.

No es tu Jephin. ―dije con calma esquivando su fuego de arcángel. Mis alas sintieron el aire caliente de cerca.

Estábamos en medio de un océano color turquesa, nada profundo, pero majestuoso y lleno de todo tipo de peces. La mayoría ya extintos en la Tierra.

Haziel en serio estaba airado, no dudaba que podía cortarme las alas sin importarle nada, pero más allá de eso me dejó claro que su enojo no era porque ayudé a Niamh. Iba más allá de eso y yo tenía la respuesta en la punta de la lengua.

¿Por qué estás enojado en realidad? ―pregunté.

Niamh entró a mi morada y tú...

Cuando llegué a tu morada supe que se trataba de ella. ―lo interrumpí―. Mientras tú te negabas a aceptarlo yo lo tomé por sentado, pensé que si yo fuese Niamh me escondería en los pisos bajo tierra. Cuando llegué a los pasillos había una pizca de su aroma, me aferré a esa pizca hasta que la encontré. ―miré como sus facciones se endurecieron más―. Pero no era Niamh, era un hombre, así que sólo ataqué olvidándome de Blay...

¿Blay?

Blay colocó un glamour fuerte en ella, simplemente no era Niamh. Así que ataqué, con fuerza. ―él ladeó su cabeza entendiendo―. El hombre se quejó con la voz de Niamh, dijo mi nombre y no lo pensé dos veces, ella ya estaba teniendo una hemorragia interna, así que la sané a toda costa.

Sangre de arcángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora