Los acontecimientos sucedidos aquella fatal noche con la muerte de Jacqueline Browne y su pequeña hija Evanie, fueron suficientes para acabar con los problemas que preocupaban a los Siete Cielos.
Sí, se hablaba de Siete Cielos; siendo el Séptimo el lugar de las Moradas Eternas, el lugar donde todo empezó, la cúspide de todo poder y la cima del ser Infinito.
Todo ser celestial sabía que en el principió creo Dios los cielos y la Tierra.
Los cielos: El universo en toda su expansión. Y luego, obviamente, la Tierra.
Siendo los cielos o el universo tan grande e inacabable, es imposible no pensar que había más lugares hermosos, con flora y fauna.
Era imposible no imaginar que habían más "Tierras", o en un término más entendible para los humanos: Planetas.
La ciencia y la lógica era algo que puede enloquecer a los humanos, pero a los seres de los Cielos no.
A los humanos les entretenía saber más y más de todo lo que existe, mientras que a los ángeles les aburría saberlo todo y no poder contarlo a los sabiondos humanos.
Explicar cómo el Beta era un lugar más extenso que la Tierra era algo que a Niamh Browne le llevó poco tiempo entender debido a su inteligencia sobre humana, pero explicárselo a un simple humano conllevaba más tiempo y ecuaciones.
Los humanos tenían que ver para poder creer.
Pero en realidad, se trataba de creer, y entender para poder percibir lo que otros no podían.
La Tierra era el único lugar deseado por caídos y demonios, porque allí estaba ubicado el reino del mayor enemigo de los Siete Cielos. El enemigo directo de aquel que estaba en la Cúspide del poder.
La Tierra era el único lugar donde todo el porcentaje de caídos y demonios tenían permitido habitar porque era el lugar donde están los seres a quienes ellos querían llevar a la destrucción.
Los humanos eran la clave de todo, ¿por qué lo eran si parecen tan insignificantes ante la raza angelical?
Muy simple.
¿Quiénes eran los únicos que tenían derecho a equivocarse y recibir perdón? Los humanos.
¿Quiénes eran los únicos que podían reproducirse con libertad? Los humanos.
¿Quiénes eran los únicos que pecaban deliberadamente y no eran condenados de inmediato? Los humanos.
¿Quiénes eran los que tenían segundas, terceras, e infinidades de oportunidades de redimirse? Una vez más: Los humanos.
Ellos podían vivir pecando, pero si minutos antes de que su cuerpo muera lograban elevar una plegaria de perdón a su Creador eran perdonados, ¿y a dónde iba su espíritu inmortal? ¿A lugares sin reposo? ¿Al infierno? ¿A un lugar de tormento? No.
Entonces... ¿Por qué los caídos y los demonios envidiaban a los humanos? ¿Por la ciencia? ¿Su corta inteligencia? ¿Acaso sus armas de guerra? ¿Su tecnología? No.
Ya esto fue explicado antes de siquiera hacer esas preguntas.
La Tierra era un panal de miel, y las hormigas eran los demonios y caídos.
Miles de libros en la biblioteca de cualquier morada angelical contenía información que explica el porqué de las cosas y el origen de todo.
La Tierra no era ni será el ombligo del universo.
ESTÁS LEYENDO
Sangre de arcángel
Fantasy[EN EDICIÓN] "La mente humana, nefil y angelical no tendrán ni la más remota idea de los acontecimientos que están por venir. ¿Puede existir algo tan fuerte como la mezcla de sangre entre las criaturas más poderosas que han sido creadas alguna vez...