Aemma

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           ME REMOVÍ INCÓMODA delante de Edrick, a lo que él simplemente me daba un nuevo tirón

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           ME REMOVÍ INCÓMODA delante de Edrick, a lo que él simplemente me daba un nuevo tirón. Puse mis ojos en blanco mientras observaba únicamente al frente, ví el gigante campamento que habían montado y cómo estaba prácticamente vacío. Me giré a observar a William, quien se encogió de hombros en cuanto me miró. Rodé los ojos nuevamente.

— Cría cuervos y te sacarán los ojos – Mencioné enfadada, a lo que Edrick rió descaradamente.

— Ha sido por tu propio bien – Se justificó William observándome con indiferencia.

Estos muchachos míos acabarían quitándome la vida y la paciencia que me quedaba. Al entrar al Campamento, hicieron sonar una trompeta tan fuerte que debía haberse escuchado hasta en Dorne. Al son de la trompeta corrieron varias personas hacia nosotros, y entonces no pude sentirme más abochornada. Melantha venía la primera, seguida de Ned, Robert, Cersei y Arthur. Y todos se quedaron observándome con curiosidad.

— ¿Qué? – Pregunté de mala manera, aborrecida de las miradas que me estaban dando.

           Cersei se echó a reír en seguida y, pronto, tanto mis hijos como el resto se echaron a reír también. Yo, por mi parte, no le veía la gracia a tener todo el torso atado por cuerdas desde que mis hijos me encontraron. No sabía que había criado a dos mocosos que no respetaban que alguien necesitara desahogarse. Edrick desmontó el caballo en el que ambos llegamos y, sin ejercer prácticamente ninguna fuerza, me cogió como si fuera un saco y, cargándome en su hombro, me dejó por fin en el suelo.

— Bien – Le dije alzando el mentón con el poco orgullo que me quedaba —, desátame.

— Primero jura que no intentarás escaparte – Me ordenó Edrick en un tono de advertencia severo.

         Como respuesta rodé los ojos, y asentí sin ganas, intentando poder mover un poco los brazos que sentía entumecidos. Él, no muy confiado, me desató. Y, por fin, pude tocar mis brazos e intentar de desentumecerlos. Melantha se acercó a mí como si la llevara el viento y me abrazó enterrando su rostro en mi pecho.

— ¿Qué sucede, mi luna? – Le pregunté preocupada y confundida, pero intentando mantener un tono dulce.

Alcé mis brazos y la abracé con ellos, acariciendo su cabello con mi manos. Para después apoyar mi mentón sobre su cabeza y observar su larga melena.

— Pensaba que no volverías – Respondió en un vago murmuro triste.

— ¡Tonterías! – Exclamé esbozando una pequeña sonrisa — Jamás te dejaría sola con los insolentes hermanos que tienes.

El Valle de los Bastardos || AU || Ned StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora