Catelyn

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         HABÍAN PASADO EXACTAMENTE cuatro lunas desde que pude traer a William al mundo

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         HABÍAN PASADO EXACTAMENTE cuatro lunas desde que pude traer a William al mundo. Me encontraba haciendo muchísimo ejercicio diario para volver a caminar, correr y montar como antaño. Había sido un embarazo muy difícil y muy doloroso, y mi cuerpo parecía resentido por ello. Por fin pude desentumedecer mis piernas y volver a caminar con normalidad para entonces. Auquella fría mañana me encontraba encerrada en la Biblioteca, con William sobre los brazos de su niñera, quien lo mecía tranquilamente sobre sus brazos e intentaba que el niño durmiera un poco más. Edrick estaba unos metros más adelante, jugando con unos bloques de madera con letras grabadas, junto a Sharra. Mientras yo tenía toda mi concentración puesta en los libros de cuentas del Valle al completo. Las cuentas eran un completo desastre; demasiados impuestos para demasiados gastos innecesarios y demasiados fondos reservados. Planeaba la manera de reducir impuestos y hacer menores inversiones, consultando mis ideas con Sharra. Pero aquello parecía demasiado difícil. Un soldado rompió nuestra armoniosa sesión de estado, entrando en un sepulcral silencio y manteniéndose junto a la puerta.

— Lady Aemma, lamento la interrupción – Habló gravemente el soldado, agachando su mirada hasta sus pies avergonzado —. Se solicita su presencia urgentemente en los Jardines del Patio de Armas.

         Extrañada y confusa, me alcé del sillón en el que me encontraba y abandoné la Biblioteca, ordenando a un escuadrón que sellara la puerta y la custodiaran. Comencé a caminar junto al soldado, quien me escoltaba hasta el lugar. Debía ser una visita muy importante, como para que le hubieran dejado pasar más allá de la Sala del Trono. Me planteé entonces que pudiera ser Robert, al Rey le dejarían pasar a donde quisiera. Pero cuando llegamos al Patio de Armas pude ver desde la entrada una cabellera castaña en los Jardines. Y, pidiéndole al soldado que se fuera, me dirigí hacia el lugar. Llevaba puesto unos pantalones negros y una camiseta azul marino, bajo un peto de cuero de color marrón. No hacía frío, pero Ned Stark lucía sobre sus hombros pieles de oso gris resguardándole ¿del sol?

— No esperaba verte aquí – Hablé con desinterés cuando estaba cerca de él.

Le rodeé y me puse justo delante de él, mientras él seguía todos los movimientos con su analítica mirada.

— ¿Qué hace aquí? – Pregunté desconcertada y algo enfadada todavía por el rencor de todo lo anterior a este momento.

— Em – Me nombró alzando ligeramente su rostro hasta llegar a clavar su mirada en mis ojos —, necesito hablar contigo.

— Que sea breve, Eddard, no tengo todo el día – Acepté, aunque a regañadientes.

Quería escuchar lo que demonios fuera a decir, y esperaba que sus primeras palabras fueran una disculpa.

— Quiero conocer a nuestro hijo – Pronunció firme, erguiéndose un poco sobre su posición.

— ¿Ahora quieres conocer a tu hijo? – Pregunté incrédula, cruzándome de brazos —, Edrick está a punto de cumplir dos días del nombre y esta es la primera vez que le quieres conocer.

El Valle de los Bastardos || AU || Ned StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora