Pasé la mañana y el resto de la tarde en mis aposentos, escribiendo una carta a mi madre. Sentía que ante ese irremediable mal presentimiento ante algo que estaba por venir tenía que sacarlo fuera. Tuve un mal cuerpo todo el día y tras varias infusiones que calmaran mi nerviosismo, me permití bajar hacia el Gran Salón para el festejo del cumpleaños de mi querida Lyanna. El camino hacia el Gran Salón fue demasiado silencioso, como todos los paseos aquí. El frío seco y la oscuridad del lugar incitaba a sugestionarse de sobremanera. Por suerte para mí, encontré a un guardia que me escoltó hacia el lugar por un camino mejor iluminado que el que yo había escogido. Desde fuera se percibía el calor que abundaba dentro del Gran Salón y, a traves de los ventanales sombríos, deslumbraba la luz de las velas encendidas en su interior. Miré mi vestido una nueva vez, me sentía maravillosa en el día de hoy. Acomodé mi pelo nuevamente y me dirijí a paso seguro hacia la entrada, donde dos guardias norteños me abrieron la gigante e imponente puerta de madera de roble. Toda la olor que percibí fue el aroma de un exquisito cerdo cocinado y ligeramente el amargor del vino.
Mi mirada se dirigió inmediatamente hacia la mesa de los Stark, algunos de ellos ya se habían percatado de mi presencia. Me dirigí hacia allí esbozando una gigante sonrisa de alegría al observar a Lady Lyanna con el vestido que le regalé puesto, le quedaba sensacional, tal como lo imaginé. Al acercarme me percaté de unas presencias que no había notado antaño. Había una alta y musculosa figura en el lugar de Lord Stark en la mesa, con un largo y liso cabello blanco, parecía un mar de plata. Reconocí a la persona inmediatamente, pero dudé de su presencia aquí. A su izquierda se encontraba sentado un caballero de la guardia real.– Parece que tendremos una velada exquisita esta noche, Señor Stark – Felicité cortésmente al padre de familia y él me devolvió una sonrisa cargada de agradecimiento – Es un placer volver a verle, su majestad.
Me encontraba cerca del Príncipe Dragón, el cual se levantó de la mesa nada más reconocerme. El Príncipe me sonrió tras mis palabras y se acercó lentamente hacia mí, dejando que los rubíes que adornaban sus ropas destacaran por las luces. Esas piedras gigantes deslumbrarían a cualquiera. Cuando llegó hasta mí, tuve que alzar la mirada para poder ver sus ojos índigo, pues era un hombre muy alto. Ciertamente era el hombre más bello de todo el reino, sus facciones eran totalmente delicadas y su mirada estaba cargada de pasiones. Su rostro delataba mil historias que nadie sabría jamás. Pero sobretodo, para mí destacaba por ser Rea, mi fiel amigo. Nos conocimos el día de mi nacimiento y, gracias a la cercanía de mi padre con la Mano del Rey, crecimos juntos.
Rhaegar tomó mi mano entre las suyas. Y noté la gran diferencia de sus manos con las mías. Mientras mis manos eran pequeñas y sutiles, las suyas eran grandes y calludas. A continuación, se inclinó ante mí y besó el dorso de mi mano cargado de elegancia y sutileza. Mientras tanto, su mirada estaba clavada en mis ojos intensamente. Al alzarse soltó mi mano y, por fin, yo pude expulsar la respiración que estaba conteniendo. Me había dejado sin aire, debo reconocer. Ambos esbozamos una sonrisa familiar y, de pronto, me dí cuenta que aquel momento fue como si no existiera nadie más, por lo que fue solo entonces cuando me percaté de las miradas de los Stark, todas cargadas de desconfianza hacia mí. Mi vista volvió inmediatamente al Príncipe Dragón.– Es un placer volver a verla, Lady Aemma, la garra de Arryn – Las palabras salieron de la boca de Rhaegar como un sedoso canto de sirena – Por favor, acompáñeme esta velada.
Rhaegar me escoltó hasta el asiento colindante con el suyo, y ambos tomamos asiento. Sentí tensión en el ambiente en casi todos los presentes; los Stark me miraban con desconfianza, incluida la chica Tully que también nos acompañaba en la cena. Rápidamente, mi mirada se clavó en los ojos de Ned, el cual me observa dubitativo. Le lancé una sonrisa que pareció calmarle un poco, pero que no causó el efecto que yo esperaba. Rápidamente escuché una voz grave.
– Veo que mis dos invitados de honor se conocen – Comentó Lord Stark. Sentí rencor en sus palabras, aunque era poco perceptible debido a la neutralidad de sus palabras y la indiferencia en su mirada.
– No se equivoca, Señor Stark – Afirmé rápidamente, tratando de hacer el ambiente un poco más liviano – Cuando era una niña mi padre viajaba mucho a Desembarco del Rey y pasé muchos años en la Fortaleza Roja, en los cuales – Rhaegar me interrumpió.
– En los cuales pasábamos las horas en la biblioteca leyendo los libros más polvorientos que hubieran – Su voz sonaba igual de sedosa que antaño y su miraba delataba que le divertía la situación — El Señor Arryn fue como otro padre para mí.
Todos nos miraban en un silencio sepulcral. Tenía muchas ganas de poder contarle a Rhaegar todos los recientes acontecimientos en mi vida, pero aquel no era el lugar ni el momento. También deseaba con todas mis ganas que me contara cómo se encontraba Rhaenys, su primogénita. La pequeña dragona había nacido dos años atrás y era la alegría de sus padres. Había escuchado rumores de que la Princesa Elia Martell de la Casa Targaryen aguardaba a su segundo vástago, pero no había ocurrido un anuncio oficial.
Me quedé perdida, estancada en mis pensamientos sobre la desinformación sobre la vida de Rhaegar, que cuando me quise dar cuenta la mesa se encontraba casi vacía. En aquella mesa sólo quedábamos sentados Lyanna, Brandon, Ser Arthur Dayne, el Príncipe y yo. Al echar un rápido vistazo alrededor de la sala observé que Ned se encontraba hablando con Robert, y el Señor Stark se encontraba hablando con otros Señores del Norte. Y distinguí a Lady Catelyn Tully abandonando el salón, aunque toda la imagen que capté de ella a la salida fue las enormes mangas de su vestido marrón y su melena anaranjada.– ¿Me brinda un poco de privacidad, Lady Arryn?
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El Valle de los Bastardos || AU || Ned Stark
FanfictionLa Familia Stark, encabezada por Lord Eddard, la familia perfecta, cargada de honor, cariño y títulos. ¿Qué sucedería si todo lo que se conoce de Ned Stark no fuera del todo cierto?