Arya II

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               DESEMBARCO DEL REY apestaba al gentío sucio y descuidado del lugar

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               DESEMBARCO DEL REY apestaba al gentío sucio y descuidado del lugar. Sin embargo, parecía que todos los plebeyos del Reino hubieran decidido salir a las calles a ser espectadores de la Comitiva Real y los recién llegados, es decir, los Stark y nosotros, los Arryn. La multitud clamaba en busca de saludos y afecto de la nobleza, y chillaban extasiados cuando alguno dedicaba su tiempo en un breve saludo austero. Esta vez, me tocaba viajar en el carruaje junto a mis hijos, excepto Arthur, quien cabalgaba al frente del carruaje, tras los Soldados de la Luna. Para la ocasión decidí aparecer con un vestido de un pálido azul. No me sentía muy festiva, por lo que tampoco quería llamar demasiado la atención ese día. Pretendía pasar desapercibida entre la multitud noble. Sin embargo, mi dulce Melantha lucía un exquisito vestido azul lleno de lunas bordadas en plata. En su melena descansaba una fina tiara de oro blanco, que resaltaba el profundo color negro de su cabello y su pálida piel. Parecía ligeramente inquietada por encontrarse en Desembarco, era la primera vez que pisaba ese lugar. Yo me sentía especialmente nostálgica, por otro lado. Recordaba cómo había sido mi última visita, y el terrible desenlace de los acontecimientos. Hacía tantos años del nacimiento de Robin Arryn, mi medio-hermano.

   Sumida en amargos recuerdos, no me percaté de que habíamos llegado a la Fortaleza Roja, hasta que abrieron las puertas del carruaje y la luz cegadora se adentró de golpe en el reducido espacio. Melantha fue la primera en bajar, con la ayuda de Arthur. Tras ella, bajé yo. Todo alrededor era una marea de soldados moviéndose rápidamente de un lado para otro.

— Gracias, cariño.

Solté la mano de mi hijo, quien acudió a ayudar a Hugh también. Reafirmé el agarre de Serena contra mi pecho y tomé una enorme bocanada de aire. De nuevo, en la Capital. Esta vez no se trataría de un burdo politiqueo y apariencias para encubrir mis enmarañados asuntos. Esta vez estaba aquí para usar mis tácticas en el Juego, para poder asegurarme de que a Ned le fuera bien en la Capital. Una vez que la Mano del Rey estuviera asegurado, me marcharía sin mirar atrás. Pero Ned... Era demasiado bueno para este nido de serpientes. Demasiado leal y honorable. Lo devorarían sin miramientos.

— Mire, madre.
 
      La voz de Melantha me hizo seguir su mirada hacia el carruaje Stark, de donde Sansa Stark bajaba con un vestido rosa idéntico al azul que lució el último mes. Con el mismo corte que el de su madre, y el mismo aborrecimiento en él. Sin embargo, cuando Arya bajó del carruaje todas las miradas fueron hacia ella. La varonil niña estaba irreconocible, todos pudieron notarlo. Lucía el exquisito vestido lavanda de Melantha y habíamos dejado su cabello recogido en una larga trenza, como era común en el Norte. Brillaba con luz propia, tal y como su tía Lyanna lo hizo algún día. Arya nos miró y nos dedicó una enorme sonrisa, antes de correr hacia nosotras agarrando sus faldas.

— Querida, estás espléndida – Alagué cortamente, regalándole una amable sonrisa cuando se detuvo frente a mí.

       Arya, un poco avergonzada, hizo una tuerta y pequeña reverencia. La sonrisa no se marchaba de su rostro. A todas las señoritas les gustan los vestidos bonitos, eso era algo innegable.

El Valle de los Bastardos || AU || Ned StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora