El Río del Águila

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– Hola, Ned – Saludé sin poder evitar esbozar una sonrisa. Su rostro era serio y su mirada no me transmitía ninguna sensación – ¿Me acompañas a dar un paseo?

           No hubo respuesta por su parte más que comenzar a pasear a paso lento esperando que le acompañara y guiara. Hubo un silencio incómodo durante todo el paseo, hasta que nos adentramos en los jardines, donde los árboles y arbustos brindaban más privacidad. Fue entonces que me detuve y él me imitó segundos después.

– ¿Qué ocurre, Ned? ¿He hecho algo malo? – Pregunté preocupada. Odiaría la imagen de Ned diciéndome que me odia. Y esperaba con todo mi ser que esas palabras no salieran de sus labios. Sin embargo, las palabras que salieron me sorprendieron todavía más.

– Ha pasado algo muy malo, querida – Comentó agachando la mirada y llevando su mano a su nuca. Sentí la tristeza invadirle y los nervios invadir su cuerpo. Comencé a preocuparme de verdad – Robert le ofreció a mi padre un compromiso con Lyanna.

– Te entiendo, Ned, pero un compromiso no tiene por qué ser malo, ¿verdad? – Me asusté, no podía negarlo. Si Ned no quería casarse me hundiría por completo – He visto como Robert la mira, su mirada está cargada de adoración, Ned. La mira como si fuera una diosa.

– ¡Tiene 17 años y una bastarda, Aemma! ¿Acaso se te olvida que todo Poniente lo sabe? – Ned me gritó y su mirada se endureció. Yo cerré los ojos muy fuerte y, al ver mi reacción, suspiró expulsando toda su ira. Sus musculos se relajaron levemente y sentí cómo su cuerpo se destensaba – Lo siento, Em. Es solo que no creo que Robert sea el mejor partido posible para mi hermana pequeña, y ella tampoco lo cree. Estuvo llorando toda la noche. Ella no cree en el compromiso, y la van a comprometer con alguien que no va a calentar solamente su lecho.

– Robert tiene un corazón de plata, siempre lo has dicho, amor mío – Murmuré dulcemente apoyando mi mano sobre su pecho, sintiendo el latido de su corazón – La gente cambia.

– Robert sólo ama tres cosas en este mundo; el vino, la guerra y las mujeres – Suspiró pesadamente. Odiaba verle así, odiaba verle sufrir. Y sabía que él estaba odiando a su mejor amigo en esos momentos. No sabía cómo hacerle cambiar de idea al respecto, más no podía hacerlo. Ned destacaba por ser una persona encabezonada. Lo mejor que se me ocurrió fue unir nuestros labios en un beso con el fin de que se relajara. Y, al principio, fue así. El beso fue dulce y tierno, pero de repente volcó su ira en él desfogándose en un beso pasional y aprisionándome contra el cerezo que tenía a mis espaldas. No pude evitar cogerle de la nuca empujándole hacia mí. Él pegó nuestros cuerpos y sentí algo muy duro rozar mi abdomen, llevé mis manos hacia ello para apartar la espada de su cuerpo. Cual no fue mi sorpresa al comprobar que no llevaba espada aquella tarde. Él rió al ver mi mueca de sorpresa, y le empujé. Todavía tenía en mi mano el rastro de su virilidad en ella, la sensación de que todavía podía tocarla.

– ¡Eres un cerdo, Eddard Stark! – Hablé en voz baja, temía que alguien nos pudiera ver o escuchar. Ambos reimos acto seguido y se volvió a acercar a mí.
               Él volvió a besarme antes de apartarse de mí y coger mi mano. Uní mi mano a la suya rápidamente y nos adentramos más en los jardines, hasta llegar al Río del Águila, donde nos sentamos en la húmeda hierba. Tenía una sensación nueva, aparte de tener todo mi estómago dando vueltas, sentía una calor infernal en mis partes de mujer. E incluso me costaba respirar. Era como si necesitara llevar mis manos hacia allí para lograr calmar ese calor.

– He estado pensando mucho durante este viaje, Em – Murmuró levemente Ned. Llevé mi mirada hacia él, pero su mirada estaba perdida en el río de aguas cristalinas que se encontraban a nuestros pies – He pensado mucho sobre tí.

            La sorpresa me invadió y me puse todavía más nerviosa, aparté mi mirada rápidamente de él y la llevé hacia el Río. Deseaba preguntarle muchísimas cosas. Pero sentía que si abría la boca mis palabras se tropezarían entre sí.

– Yo... quiero estar contigo – Me dijo agachando un poco su rostro, mirando directamente hacia sus pies – Quiero casarme contigo y hacer mi vida a tu lado – Sus palabras sonaron muy firmes. Estaba claro que estaba muy seguro de lo que estaba diciendo. Yo me encontraba en un momento de éxtasis sonoro, mi corazón estaba completamente desenfrenado y me sentía incluso mareada. Estaba perdidamente enamorada de él – He hablado de esto con tu padre.

       Levanté la mirada rápidamente y le miré a los ojos, me percaté que en todo momento él me había estado mirando mientras hablaba. El viento movía ligeramente su cabello hacia atrás.

– ¿Y qué te ha dicho padre?

– Me dijo que tú tenías que estar de acuerdo, que no haría nada sin tu previo consentimiento – Narró Ned esbozando una sonrisa nerviosa – Así que, mi única duda es, Aemma de la Casa Arryn, ¿aceptarías ser mi esposa?
     
              Todo mi cuerpo entró en una enorme erupción. Fue como si aquello fuera la canción más bella jamás recitada. Esbocé una sonrisa enorme como respuesta, la voz me falló. No podía decir nada. Simplemente las lágrimas saltaron de mis ojos mientras asentía de forma frenética. Él me sonrió mientras llevaba su enorme y calluda manos a mis mejillas y limpiaba aquellas lágrimas de ellas. Entonces se acercó a mí y me dió un casto beso antes de unir nuestras frentes.

El Valle de los Bastardos || AU || Ned StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora