Ned

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SONRIÓ FELIZMENTE, AÚN cansado tras su jornada antaño. Sus párpados pesaban todavía, pero se había obligado a mantenerlos abiertos solo para poder observala con más detalle. Cuando dormía, su rostro alcanzaba una tranquilidad que no parecía suya, su ceño se relajaba y sus labios estaban ligeramente entreabiertos. Su respiración lograba volverse regular y su cuerpo se removería incómodo en las noches hasta alcanzar toda la comodidad posible entre las ligeras sábanas sedosas. Bajo su atenta mirada, Ned podría asegurar que era hermosa. Su piel era pálida como la luna, pero en ella crecía un cabello tan negro como la más oscura de las noches. A veces, no podría evitar comprarla con la noche y sus estrellas. Sus pómulos estaban más que presentes y unos oyuelos se ocultaban tímidos en ellas. Sus ojos, ahora cerrados, se encontraban rodeados por unas largas pestañas negras como el carbón. Pero, cuando aquellos ojos se abrían, era todo un placer poder detener tu mirada sobre ellos y perderte en la marea azul que la muchacha guardaba tras sus párpados. Ojos los cuales Ned había aprendido a leer con el paso del tiempo a su lado.
No pudo evitar pensar en lo afortunado que era teniéndola a ella. Cierto era que su belleza eclipsaba cualquier otra, pero era su tenacidad y misterio lo que la convertía en alguien completamente interesante para él. Ella, definitivamente, no era como el resto de Doncellas en el Reino.

Los labios de ella se movieron casi temblorosos y esbozaron una sonrisa cálida, casi dando una bienvenida a Eddard. Sus mejillas se extendieron y sus ojos se encogieron vagamente. Ned no pudo evitar sonreír y acercó su rostro a escasos milímetros del suyo. Sus labios se rozaron vagamente, hasta que ella los unió en un fogoso beso bastante corto.

- Buenos días - Deseó Aemma abriendo lentamente sus ojos tras pestañear seguidamente, en un intento de que sus pupilas se adaptaran a la luz que emanaba el balcón.

- Buenos días - Susurró Eddard en su más ronca y matutina voz, un sonido que sabía que haría que su amante se encendiera rápidamente. Sin embargo, ella sólo esbozó una nueva sonrisa - ¿Cómo has dormido, mi amor?

- Exceptuando tus ruidos en mitad de la noche y lo gruesas que son estas sábanas, de maravilla - Rodó sus ojos azules mientras de sus labios salían quejas, lo que causaba que de los labios de Eddard salieran risas.

El Señor de Invernalia gruñó vagamente y volvió a unir sus labios con los de Aemma con cariño, jamás podría amar a alguien como la amaba a ella. Pronto, unos nudillos golpeando su puerta rompió su beso y les obligó a tapar su cuerpo de la desnudez. De la fuerte y aterciopelada voz de Aemma salió un "Adelante", mientras intentaba incorporarse en su cama. Fuera quien fuese, más le valía tener una buena razón para interrumpirles. Ser Hightower se dejó ver tímidamente mientras abría ligeramente la puerta, sus ojos fueron directamente hacia Eddard y pareció analizarlo. El norteño estaba sentado en su cama con el torso al descubierto y varias sábanas reposando en sus piernas y tapando el cuerpo que había a su lado. Ser Hightower se obligó a dejar sus ojos clavados en los ojos grises de Eddard, impidiéndose deleitarse con la imagen de la mujer entre las sábanas sedosas.

El Valle de los Bastardos || AU || Ned StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora