Eddard y yo nos encontrábamos en mis aposentos disfrutando del calor que emanaba mi chimenea. Hacía un frío muy seco, nos encontrábamos en pleno invierno y yo no podía controlar el temblor de mi cuerpo. Hacía casi dos lunas que padre se había marchado y en sus cartas no especificaba cuándo volvería al Nido, pues su estancia la definía como indefinida. Mientras tanto, yo gozaba del nulo tiempo libre, pues el gobierno del Valle me ocupaba casi todo el día. Tenía un horario muy estricto que cumplir, pero me adapté bien y aprendí muy rápido. Ned y yo estábamos compartiendo unos bizcochos de limón junto al fuego, él gozaba del frío, pero yo estaba abrazada a una enorme manta de pelo de oso que a malas penas me resguardaba del frío invernal que se colaba en mi habitación.
- ¿Asistiremos pues? - Preguntó Ned dubitativo, observándome con una mueca dudosa.
- Es nuestro deber, asistirán los Señores más importantes de los Siete Reinos - Aseguré asintiendo - Además, seguro que irán tus hermanos y podrás ver a tu familia de nuevo.
- Dentro de poco tiempo tú serás mi familia - Sus palabras estaban cargadas de dulzura y amor, acto seguido cogió mi mano y la estrechó entre la suya, mirándome profundamente a los ojos.
- Para eso aún falta mucho tiempo, Ned - Respondí riéndo levemente.
- ¿Cuánto tiempo más tengo que esperar? - Se quejó alzando la voz.
Yo reí con él antes de soltar su mano y ponerme de pie, dejando atrás la manta. Me acerqué hacia él y vi su mirada oscurecerse observando mi vestido. Le sonreí pícaramente, pues había estado hablando con Beth sobre hombres, y me había informado muy muy bien sobre el tema. Me deshice de mis zapatos rápidamente y, acto seguido aparté mi cabello de mi espalda. Llevé mis manos hacia el cierre del vestido y comencé a deshacer el cierre, tarea que no me llevó más de unos segundos. Acto seguido eché mi pelo de nuevo hacia atrás mientras observaba a Ned removerse en su asiento, fue entonces que el vestido resbaló de mis hombros y mi cuerpo y cayó hasta el suelo. Quedé totalmente al desnudo frente a él, quien me observaba con una mirada lujuriosa y una inquietud en sus manos. Me agaché un poco, hasta estar frente a su cara y le besé, obligándole a ponerse en pie. Tuve que mirar hacia arriba para poder mirarle a los ojos, por nuestra gran diferencia de tamaño. Cosa a la cual él le puso solución cogiendo mis piernas y alzándome en peso. Notaba nuevamente aquella sensación que ya experimenté aquella noche en los jardines del Palacio, tenía un calor infernal en mis zonas de mujer y necesitaba imperativamente a Ned dentro de mí. Unió nuestros labios en un beso feroz y apasionado, guiando nuestros cuerpos hacia mi enorme cama, donde me apoyó con delicadeza. Yo fui hacia las amohadas mientras le observaba deshacerse de su ropa. Fue únicamente entoces cuando me percaté del gran bulto en sus pantalones. Cuando se deshizo de ellos pude ver su gran pene. Estaba totalmente recto, era como si me mirara a los ojos suplicante. Gateé hasta Ned y cuando finalmente le alcancé, envolví su pene entre mi boca y, sin pensarlo, me lo metí entero. Comencé a mover mi cuello despacio al principio, acompañando mi boca con mi mano. Escuché a Ned esbozar un gruñido y sentí cómo me recogía torpemente el cabello. Al poco rato tuve que detenerme, me dolía muchísimo la mandíbula de forzarla con semejante grosor y tamaño. No recordaba que Beth me hubiera dicho que fueran así de grandes.
- Por todos los Dioses, ven aquí - Ordenó Ned con su voz totalmente ronca, parecía fuera de sí. Gesto al cual yo le sonreí seductora como respuesta.
Alejé mi boca de su miembro y mis labios acudieron a los suyos suplicantes, sentía como mis zonas de mujer latían más fuerte que mi corazón, y sentía una necesidad enorme de tener a Ned dentro de mí. Le empujé hacia la cama y él se colocó rápidamente sobre mí, ubicando su pene en mi entrada humedecida. Entonces se detuvo, rompió el beso y su rostro se volvió totalmente serio.
– No tengo prisa por esperar hasta la noche de bodas, amor – Murmuró con su penetrante mirada grisácea y fantasmagórica clavada en mis ojos.
– Pero yo sí, Ned – Me apresuré a hablar. No quería que se detuviera, estaba segura de que mi propio cuerpo no sería capaz de enfriarse a no ser que calmara esa necesidad de alguna manera. Ned negó con la cabeza, mientras reía sonoramente – ¿Qué más da la noche de bodas? Si al final tú serás mío, y yo seré tuya.
Él esbozó una nueva sonrisa antes de unir nuestras frentes y cerrar los ojos. Yo me removí sobre mí misma, sentía cómo todo mi cuerpo ardía. No podría esquivarme, además ¿si íbamos a estar juntos para siempre qué más daba apresurar la noche de bodas?
– Mi dulce Aemma, aguardemos – Suplicó.
– No hay por qué esperar – Aseguré apartando su cabeza de la mía.
Acto seguido le empujé al otro lado de la cama y él se quedó sorprendido ante mi inesperada reacción. Me subí a horcajadas sobre su cintura y no dudé en introducirle en mí. Él soltó un suspiro gigante, cargado de lujuria.
– ¿Quieres que me detenga? – Pregunté. Escuché mi propia voz sonar entrecortada por el placer que me producía sentirme totalmente completa. El dolor fue momentáneo, más bien una incomodidad placentera. Su única respuesta fue llevar sus manos a mi cintura y comenzar a deslizar mi cuerpo sobre su miembro.
Mis ojos se abrieron con molestia, el sol posándose en el cielo a primera hora me estaba abrasando los párpados. Por los Dioses, me sentía totalmente cansada. Pronto, sentí un calor alrededor de mi cuerpo. Y al pensar en lo que sucedió la noche anterior no pude evitar sonreir. Nos habíamos convertido en una sola persona.
Posé mi mano sobre la suya, y dejé que mis ojos divagaran por la habitación. Comencé a soñar despierta cómo sería tener a Ned en el Nido correteando detrás de nuestros hijos, y pensé en los nombres que podríamos ponerles. Sin lugar a dudas, serían unos niños preciosos. Deseaba que cuando llegara aquel momento el Reino estuviera sumido en una paz y estabilidad completa en todo Poniente. Pero sentía que el Rey dificultaba todo aquello. Estaba loco, eso era un hecho. Por lo que Padre contaba en sus cartas, la gente le llamaba Aerys el Magnífico, y el Rey Loco a sus espaldas. Su nombre se había perdido por el camino, al igual que su salud mental, ya sólo quedaba locura sentada en el Trono de Hierro.– Buenos días, querida – Fue lo único que se escuchó, y fue lo único que me hizo despertar de mi ensueño de pensamientos. Su voz era ronca y sonaba cansada. Me removí entre las mantas hasta quedar cara a cara con Ned Stark. Tenía los ojos ligeramente abiertos y una sonrisa posada en su rostro – ¿Has dormido bien?
No emití ningún sonido, cerré mis ojos y asentí cortamente. Sonreí sólo entonces y me di el capricho de besarle. Su labios estaban más ásperos de lo habitual y sus mejillas más sonrojadas.
– Anoche fue increíble – Afirmó esbozando una nueva sonrisa más amplia que la anterior. Unió entonces nuestros labios en un nuevo beso que cortó mi sonrisa.
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El Valle de los Bastardos || AU || Ned Stark
FanficLa Familia Stark, encabezada por Lord Eddard, la familia perfecta, cargada de honor, cariño y títulos. ¿Qué sucedería si todo lo que se conoce de Ned Stark no fuera del todo cierto?