Lyanna I

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                 EL DÍA HABÍA llegado más rápido de lo que esperaba, pues deseaba dormir hasta tarde y recuperar todas esas horas de sueño que tenía perdidas por culpa de Ned y esos sentimientos que me producía, y se intensificaban a altas horas d...

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                 EL DÍA HABÍA llegado más rápido de lo que esperaba, pues deseaba dormir hasta tarde y recuperar todas esas horas de sueño que tenía perdidas por culpa de Ned y esos sentimientos que me producía, y se intensificaban a altas horas de la noche, cuando no podía evitar recordar su rostro a la perfección, con esa sonrisa tan suya y el brillo feroz de sus ojos. Recordaba claramente el tacto de sus manos rozando las mías. Sus manos callosas y grandes. Él era un hombre grande que me hacía sentir protegida, no cambiaría esa emoción por nada en el mundo.
        Desperté por mis doncellas, que entraban apuradas en mi habitación, cargadas con cubos de agua, botellas y muchas otras cosas. Me incorporé en la cama, apartando las pieles que me rodeaban y observé por la ventana, el sol ya había salido por el horizonte, lo que me indicaba que me despertaba a la misma hora que los norteños. Levantarme a esa hora en el Valle hubiera sido un gran problema, pues habían demasiadas cosas que hacer de parte de mañana. Rápidamente, mis doncellas me lavaron con exquisitas esencias, después, peinaron mi largo cabello, dejando su mayoría suelto. Para dar una mayor elegancia a mi cabello, colocaron una pequeña tiara de oro blanco, con dibujos de lunas menguantes. Después, me ayudaron a ponerme un largo vestido blanco que se ceñía a mi torso, y el escote estaba rodeado por una fina capa de pelo de oso de colores ocre y marrón. La falda del vestido caía con gracia hasta varios centímetros más allá de mis elegantes zapatos blancos. Mis doncellas pusieron mi capa sobre mis hombros y yo salí casi corriendo de la habitación, con un cofre de madera entre mis brazos, con dibujos de lobos huargos tallados en él. Atravesé los neutrales pasillos del Castillo, pasando estatuas, espadas y adornos varios sin prestarles demasiada atención. Atravesé el patio principal de la Fortaleza y entré en el Gran Salón. Pude apreciar que, para entonces, el Salón estaba lleno, a penas cabía un alma en él. Yo me apresuré hacia la mesa de los Stark, en la que se encontraban todos menos Ned. Tomé asiento al lado de Lyanna y deseé buenos días a todos los Stark presentes.

— Feliz día del nombre, Lya – Deseé esbozando una pequeña sonrisa — Tengo un pequeño obsequio para tí, no es gran cosa, pero creo que te servirá para hoy – Expliqué levemente, entregándole la caja de madera con cuidado.

           Lyanna me regaló una sonrisa cargada de emoción al coger la caja. Bajó su mirada hasta ésta y apreció los detalles tallados que poseía. Las miradas de Lord Stark y Brandon estaban también en el regalo de Lyanna, observando con detenimiento las muecas de Lyanna. Mi amiga abrió la caja y frunció sus cejas, entonces cogió las telas y se puso de pie, estirando el vestido lo más que pudo. Entonces, frente a los ojos de todos, apareció por completo mi regalo. Un largo vestido de color azul, con una pequeña cola al final de éste. Llevaba un bordado de lobos huargos corriendo en la finalidad del vestido, y todo su torso estaba decorado por piedras preciosas de colores plateadas, doradas y azules. Las mangas del vestido eran estrechas a las muñecas. Sobre sus hombros, el vestido tenía piel de oso grisácea, que caía hasta la mitad de su espalda, protegiéndola del frío.
         Lyanna me observó con una mueca de impresión total. Su boca estaba abierta y sus ojos sorprendidos. Yo sonreí contenta, feliz de que le hubiera gustado su regalo.

El Valle de los Bastardos || AU || Ned StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora