Rickard

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               LLEGAMOS A INVERNALIA el día planeado, debía de ser alrededor del medio día, pero las nubes tapaban completamente el cielo y no podía encontrar la posición del Sol

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               LLEGAMOS A INVERNALIA el día planeado, debía de ser alrededor del medio día, pero las nubes tapaban completamente el cielo y no podía encontrar la posición del Sol. Nos había cogido una pequeña nevada, que vendría acompañada de otra mucho más grande, por lo que nos dimos más prisa. Según Ned, quien tenía más memorizados los terrenos y el cielo, afirmó que íbamos a llegar antes de la comida a su Castillo y podríamos comer junto a su familia, si es que no nos encontrábamos demasiado cansados tras el viaje. A Luna, mi yegua, pareció encantarle la idea de descansar y es que la pobre a penas había tenido tiempo de dormir un poco, al igual que el resto de nosotros. Me encontraba ansiosa por llegar a Invernalia.
           El camino había cambiado radicalmente a aquel que habíamos cogido desde el Valle, y es que un manto de nieve había comenzado a cubrir el suelo, las copas de los árboles y todo tipo de piedras. El vaho salía de nuestros cuerpos en forma de humo y Robert sólo hacia que pedir una chimenea lo antes posible.

Cuando comenzamos a acercarnos al Castillo, salieron unos guardas a lomos de un caballo con el estandarte de la Casa Stark y se aproximaron a nosotros al galope. Ambos caballos eran de un intenso color marrón y unas patas fuertes y voluptuosas.

— En nombre del Señor Rickard de la Casa Stark de Invernalia, venimos a escoltaros hasta el Castillo – Alzó la voz uno de los guardias. No podía ver sus rostros por los cascos, pero la voz de este hombre era especialmente grave y su acento era muy cerrado, tanto como el de Ned — Por favor, síganos.

       No pusimos ningún tipo de resistencia, pues no era más que mera cortesía. Mis ojos pasearon por el contorno de Invernalia y sentí mis pupilas dilatarse. El Castillo era completamente majestuoso y reflejaba con sobriedad el Norte a la perfección. Sus enormes e impenetrables muros, con arqueros colocados por todo su largo y ancho, dispuestos a lanzar contra cualquier extraño. Y, a lo lejos, podía vagamente ver unas hojas rojas asomar por los muros del Castillo, y aquello me intrigó. Pese a haberme criado en la Fé de los Siete Nuevos Dioses, siempre había presentado un interés por la creencia en los Antiguos Dioses. Siempre había querido ver un Arciano en persona, no a través de esas páginas amarillentas de los libros del Nido.

— Vaya, Ned, pensaba que conocías lo suficiente tu Castillo, pero veo que nos van a tener que escoltar – Se mofó Robert, para a continuación soltar una enorme carcajada.

      Nosotros tres cabalgábamos en fila, Robert a la Izquierda de Ned, Ned en el centro y yo a su derecha. Delante de nosotros cabalgaban tres caballeros con los estandartes de la Casa correspondiente a cada uno. Y, detrás de nosotros, cabalgaban veinte caballeros de la Luna. Sabía que nuestra presencia sería digna al honor de nuestras casas.
      Tenía mi cabeza alzada con orgullo, con mi larga y rizada melena negra en mi espalda, con un peinado simple pero elegante. Llevaba puesto un largo vestido de color azul, con unas mangas ceñidas a mis muñecas para guardar mejor el calor, con decoraciones en plateado en mis hombros, en mi cintura y bajo mi pecho; era majestuoso. Además, llevaba una larga capa raída negra, con pelo de oso, negro y blanco, postrado sobre mis hombros. De esa manera, no era posible que el frío penetrara a mi cuerpo.

El Valle de los Bastardos || AU || Ned StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora