Robert B

178 22 0
                                    

                 EN HONOR A los invitados, los Stark dieron un festín. A Aemma no le entusiasmaba mucho la idea, pero la insistencia de Melantha acabaría permitiendo que los jóvenes Arryn acudieran. Melantha tuvo que insistir muchísimo, pues su madre no creyó que fuera una buena idea que sus hijos estuvieran tanto tiempo a solas sentados en la mesa de los Stark. Donde estarían junto a su padre, a quien no podían llamar como tal, al menos no ahí, y rodeados de sus medio hermanos, a quien tampoco podrían llamar así. Y, tras el encuentro de Aemma con Lady Catelyn, Aemma estaba segura de que aquella mujer no quería a los Arryn cerca de ella, así como tampoco cerca de sus hijos. Contra todo pronóstico, una Docella acudió a la habitación de Aemma esa misma noche.

— Lady Arryn – La llamó desde la puerta, una vez adentro de los aposentos de Aemma. Haciendo una pequeña reverencia.

— ¿Qué necesitas? – Preguntó cortamente Aemma, meciendo a Serena entre sus brazos, observando la inocencia de su pequeña hija reflejada en un cuerpo tan pequeño.

— El Señor Stark le envía esto – Respondió la Doncella, ganándose por completo la atención de Aemma. Pudo ver entonces que la Doncella le guardaba mucho respeto, por cómo su voz tembló al notar que Aemma la escuchaba.

La Doncella llevaba entre sus brazos una caja de madera que dejó en la mesa y, tras ello, se marchó silenciosamente. Aemma se mantuvo en su cama, sentada, todavía con su hija aferrada a ella. Lo único que sentía desde que había llegado a Invernalia era mucho dolor; al ver a los hijos de Ned, a su esposa y la brillante familia que eran ahora. Sin embargo, estaba dispuesta a sufrir un poco más con tal de saber qué había en esa caja. Dejó a Serena en el enorme colchón acostada y la rodeó de almohadas. Para entonces, ir dubitativa hacia la caja y dudar si abrirla o no. Con certeza, no sabía qué sentimientos tenía por Ned en ese mismo momento. Lo cierto era que se sentía engañada y traicionada. Él había hecho su vida con la mujer con la que ella misma le obligó a casarse. Y habían tenido hijos. Pero, dentro de ella, siempre había deseado que, al menos, ella fuera la única madre de los hijos de él. Muy dentro de ella, esperaba que Ned solamente tuviera un hijo con Catelyn, alguien a quien poner en Invernalia cuando él muera. Pero ver que él la ha deseado, y le ha dado tantos hijos. Aquello era algo que la hacía retorcerse de dolor. Aemma tenía más hijos, pero ninguno de ellos tenía el apellido de su padre, ni el derecho a llamarle así. A ojos de muchos, los Arryn tan sólo eran los bastardos de Aemma. Y que Catelyn estuviera en esa posición tan privilegiada de no ser juzgada, hacía que a Aemma le ardiera la sangre. Su rápida marea de pensamientos confusos hizo que las manos le temblaran con miedo, y que su corazón latiera más rápido que en toda su vida.

Se deshizo de la tapa de madera de la caja y clavó su mirada en lo que había dentro. Vió una tela de un pálido azul grisáceo y pasó sus manos por ella. Era muy suave, parecía seda. Cogió el vestido rápidamente entre sus manos y lo sacó de la caja, estirándolo frente a ella para poder observarlo mejor. Era un largo vestido azul lleno de dibujos de pájaros volando en un pálido hilo plateado. Las mangas eran ceñidas y llevaban costuras de hilo de pan de oro en mangas, cuello y el final de la falda. El torso era de una tela mucho más gruesa que el resto. Pudo fijarse entonces que era un vestido de palabra de honor, con sus hombros al descubierto.

        Sonrió con un brillo posicionándose en sus ojos, y casi le entraron ganas de llorar. Esa era su invitación.

 Esa era su invitación

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El Valle de los Bastardos || AU || Ned StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora