Rhaegar

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                  El frío golpeó mi cara con fuerza y sentí cómo mi rostro se convertía en hielo. Estaba nevando con fuerza, habían avisado de que una oleada de vientos helados de aproximaban la noche previa a nuestra partida al Nido. Sin embargo, a pesar de la fría sensación térmica, fue un alivio sentir la fría brisa golpear mi rostro y sentir cómo todo el ruido de la fiesta se quedaba aislado dentro de aquellos fríos y grandes muros de piedra. Me envolví aún más, si es que era posible, entre la larga tela negra que era mi mantón. Afortunadamente el pelo de oso lograba hacerme entrar en calor.
            Escuchaba pisadas tranquilas detrás de mí y apresuré mi paso hacia algún lugar escondido que conociera en Invernalía. Sin embargo, debida a mi corta estancia, el único lugar que conocía era el Bosque de los Dioses. Por lo que me encaminé hacia allí. Las fuertes pisadas seguían detrás de mí, el ruido metálico de las botas se estampaba con fuerza contra la dura y fría nieve. Y podía escuchar un fuerte silbido del viento. Tomé asiento bajo el arciano, en una roca aplanada que se encontraba allí. Acto seguido una robusta y musculosa figura se detuvo frente a mí y tomó asiento, al igual que otra figura menos robusta tomó asiento a mi derecha.

– En Desembarco del Rey hay demasiados quehaceres para mantenerles ocupados, ¿qué les trae por aquí? – Pregunté con aires divertidos, mientras no podía aguantar que una risa escapara entre mis labios.

– Padre nos ha enviado a la Guardia de la Noche para recoger a un hombre – Contó Rhaegar brevemente, encogiéndose de hombros – Y tras la última visita de su padre a la Fortaleza Roja no tardó ni dos segundos en contarme que venías a Invernalia junto a sus dos pupilos.

– ¿Qué más te contó Lord Arryn, Rhaegar? – Musitó Ser Arthur riendo por lo bajo.

       No pude evitar lanzar una rápida mirada a Rhaegar con los ojos entrecerrados, intentando averigüar cuales serían sus palabras antes de decirlas. Sin embargo, poco éxito tuve.

– Lord Jon Arryn me cuenta muchas cosas, Arthur – Las palabras de Rhaegar fueron tajantes y parecía que esperaba crear intriga en nosotros – Pero entre ellas, me ha comentado que quizás Aemma tenga un muy buen pretendiente.

            Abrí los ojos rápidamente y, acto seguido, fruncí mi ceño. ¿Qué sabía mi padre?

– ¡No te hagas la sorda, Arryn! – Vociferó Ser Arthur riendo a carcajadas.

– Cállate de una vez, Dayne – Respondimos Rhaegar y yo a la vez alzando nuetras voces sobre las sonoras carcajadas del caballero armado.

– Vale, vale, tortolitos – Dijo Arthur mientras se ponía de pie y acomodaba nuevamente su armadura y uniforme – Me marcho a la fiesta, donde seguramente seré más querido que aquí.

             Arthur abandonó nuestro lado a paso apresurado y firme, haciéndose el indignado. No evité reir discretamente observando cómo se marchaba con andares de valiente caballero de nuestro lado.

– Así que Lord Eddard Stark, ¿no es así? ‐ Preguntó Rhaegar de la nada con tono insinuativo. Yo decidí guardar silencio y dejar un rostro fúnebre a mi paso. Rhaegar alzó una ceja antes de hablar ‐ ¡Oh!¡Vamos¡ ¿No me vas a decir ni una palabra al respecto?

– ¿Qué quieres que te diga, Rea? – Pregunté haciéndome la confundida.

– Si es cierto o no lo es.

– No sabría decirte ‐ Respondí riendo, encogiéndome de hombros. No mentía, nadie había hablado de casarse con nadie y, de todas formas, ambos somos muy jóvenes para ello – No han habido ese tipo de formalidades. Padre espera que yo tome la iniciativa y le haga planear algo, pero, ¿cómo puedo saber que seré feliz toda mi existencia al lado de Eddard Stark?

– Yo también me hice esa pregunta antes de que casarme con Elia, Aemma – Habló tras soltar un pesado suspiro, como si necesitara decir algo honesto en voz alta – Ambos sabemos que no es la misma situación, pues yo no tuve elección. Pero me pregunté cómo de infeliz sería yo si no me casaba con Elia.

                  Sus palabras hacia Elia Martell habían sonado más sinceras que aquellas que le pronunció a la muchacha el día de su boda. Rhaegar sólo estaba enamorado de los libros y la música, y ninguna mujer de carne y hueso podría cambiar aquello. Yo sabía que la única mujer que Rhaegar ha amado en toda su vida era su madre, la pobre Reina Rhaella. Para Elia, sin embargo, guardaba otro tipo de afecto, uno cariñoso, pero Rhaegar no llamaba a eso estar enamorado. Ni siquiera yo sabía si estaba enamorada.

– De todas formas, él es el indicado para casarse contigo – Dijo con desdén – Debido a su posición.

– ¿Su posición? – Pregunté confundida, también alerta. No me gustaba nada cómo sonaba eso.

– Sí, Aemma – Respondió cortamente – En su posición de segundo hijo. Como mucho, podía optar a una pequeña parte del Reino de su Hermano, pero únicamente gobernaría en su nombre. Y, bueno, gracias a su familia podría ganarse un lugar en la Guardia Real.

          Las palabras de Rhaegar me dieron a pensar. Tenía razón, era algo que jamás me había planteado. Nunca había pensado en el futuro que aguardaba a Ned a sus pies, un segundo hijo, tal como mi hermana Sharra.

– Por lo tanto – Prosiguió –, al, probablemnte, ser tú la heredera del Valle de Arryn deberás casarte con alguien que no posea tantas tierras e influencia como tú. Él es idóneo para permanecer a tu lado, Aemma.

– Honestamente, me parece un poco cruel todo esto – Comenté apartando mi mirada de los ojos índigo del Príncipe –. No es respecto a eso Rhaegar, mis dudas únicamente son hacia la inocencia de mi amor. Cada vez que he amado a alguien siempre termina muerto.

              Mirando el reflejo de las estrellas en el pequeño lago que se encontraba a nuestros pies noté un recorrido helado en mi mejilla que comenzaba en mi ojo. Solamente fue una lágrima, pero para mí fue suficiente. Rhaegar me había visto llorar demasiadas veces y estaba muy cansada de ser débil.

– Bueno, he escuchado un rumor del que necesito respuesta – Comenté animadamente cambiando de tema, alzando mi rostro del agua hacia la cara de Rhaegar nuevamente – Se dice por el Reino que la Princesa Elia está a la espera de su segundo hijo.

          El tono de emoción en mis palabras no pareció pasar por desapercibido para Rhaegar y sonrió tímidamente, asintiendo acto seguido. Acto al cual, respondí con una enorme sonrisa cargada de alegría por mi amigo. Rhaegar abrió sus brazos y dejó que le abraza.

– ¿Cuándo nacerá? – Pregunté alejándome de los brazos de Rhaegar.

– Nacerá en 3 lunas.

– ¿Y cuál será su nombre?

– Aegon.

El Valle de los Bastardos || AU || Ned StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora