Melantha

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                    EL VIAJE HACIA Desembarco del Rey había resultado más largo y tedioso que cualquiera de los anteriores que hubiera podido realizar. Viajaba encerrada en el enorme carruaje Arryn, con Edrick, William, Arthur y la pequeña Melantha dormida entre mis brazos. La celebración del quinto día del nombre del Príncipe Joffrey parecía un evento que no podíamos pasar por alto, así como el embarazo de Cersei. La Reina y yo compartíamos correspondencia regular, y me pedía apoyo para el difícil embarazo que atravesaba. Y yo, decidida, acepté. Pensé que a mis hijos les iría bien en la Capital, correteando por la Fortaleza Roja y recibiendo clases de los Maestres del Príncipe Joffrey, hasta que el bebé de Cersei viera la luz del sol con sus propios ojos. Además, por fín podrían conocer a su abuelo, la Mano del Rey. Eso era algo que añoraba terriblemente; estar cerca de Padre. Aunque aquello significara ver a su terrible esposa. Ni siquiera recordaba que Lysa Tully vivía en la Fortaleza Roja junto a mi padre, no fue hasta que bajamos del carruaje cuando la imagen de esa mujer me cayó encima como un enorme balde de agua fría.

— ¡Bienvenida, Aemma! – Saludó la pelirroja con alegría.

Me detuve frente al carruaje, frunciendo mi ceño, observándola confundida. La mujer estaba sonriente, parada frente a nosotros con un enorme vestido amarillo, demasiado abrigado para el largo y caluroso verano de la capital. El tiempo había causado estragos en ella, y había borrado la poca belleza que esa niña poseía. Ahora solo era a penas un esqueleto, malnutrido cargado de joyas. Su cabello era fino y pobre, ya no quedaba nada de aquella melena pelirroja de antaño. Entonces, recordé a su hermana. Aquella mujer maldita y desgraciada. Me pregunté entonces si Catelyn luciría tan terriblemente mal como Lysa. No lo sabía. Llevaba tanto tiempo sin verla. Pero deseaba que así fuera.

— Lady Aemma – Le corregí erguiéndome correctamente, y apartando la confusión de mi rostro — ¿Y mi Padre?

Mis hijos retrodecieron unos pasos hacia mí, y se mantuvieron al frente, casi parecía que me custodiaran. Fue entonces que Lysa pasó su mirada por ellos, tomándose su tiempo para examinarlos con una mueca cargada de pena y desagrado. Cuando acabó con su labor, pasó su mirada hacia mí, y titubeó sobre su lugar.

— Lord Arryn se encuentra muy ocupado con sus deberes ahora mismo – Le justificó agachando un poco su mirada —, me ha pedido que os reciba yo.

La mujer puso una nueva sonrisa sobre su rostro. Una sonrisa demasiado inocente y feliz. No comprendía a qué se debía tanta alegría irradiante de su pequeño cuerpo. Pero me inquietaba.
     Mis soldados se acercaron entoces a nosotros, y se colocaron cerca nuestra, en una pose defensiva. Con un solo movimiento de mi mano, indiqué a los soldados que comenzáramos a caminar. Nos movimos hacia la entrada de la enorme fortaleza, con mis hijos rodeándome, y mi hija sobre mis brazos. Siempre había agradecido los impresionantes jardines del castillo, no por su opulencia sino por la agradable olor que sus flores desprendían, que acallaban el hedor que las sucias calles de la ciudad a sus pies emanaba. Odiaba pasear fuera de la Fortaleza, la gente era muy sucia y no se molestaban por su higiene. Tiraban sus excrementos y su orina en cubos de madera directamente en la calle, esperando que cayera un diluvio que se lo llevara lejos. No era aquello lo que se esperaba de la capital, no había otro lugar en los Siete Reinos igual de sucio. Los soldados del Rey nos abrieron las puertas y escoltaron a mis soldados, para mostrarles sus habitaciones. A nosotros, sin embargo, nos escoltaron hacia la Sala del Trono. Arthur tomó entonces mi mano, y se aferró a ella con fuerza. Le miré mientras caminábamos, confundida y preocupada. Y pude ver un rastro de miedo en sus ojos. La Sala del Trono era ciertamente imponente, y un lugar desconocido para él. Como siempre, la luz abundaba de una manera espiritual en aquel lugar, dándole una apariencia sagrada.

El Valle de los Bastardos || AU || Ned StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora