Capítulo 30 - Visita Inesperada

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ALESSA

Me siento incomoda en la avioneta porque me dolía la vagina, no era un dolor tan molesto pero no pasaba desapercibido, el despertar con Mario fue bastante agitado y luego seguimos en la ducha nuevamente, creo que por ahora no necesito mas sexo, solo por ahora, por lo menos hasta que pase un poco la molestia.

—¿Te encuentras bien?— Me pregunta Mario mientras observa como me remuevo en el asiento buscando la mejor posición para sentarme, veo en su rostro una sonrisa de labios cerrados.

—No preguntes.

Después de un largo viaje en el cual estuve consiente menos de la mitad del camino, llegamos al edificio, al entrar en el elevador Mario coloca el código para subir hasta el piso de su apartamento, entramos y el primero que nos recibe es Rocky, puedo sentir un aroma delicioso que proviene de la cocina, Eva nos saluda a los dos, recibiéndome a mi con mas cariño de lo normal.

—Han llegado justo a tiempo, ya el almuerzo esta listo, espero que tengan mucha hambre.

Mario me mira y lo único que puedo hacer es devolverle una sonrisa, Eva vuelve a entrar en la cocina y regresa con dos platos llenos de papas salteadas, vegetales y pollo. La comida huele delicioso y mi estomago me pide a gritos empezar a comer ya. El fin de semana en la isla fue mágica, en la mañana de hoy domingo no me quería ni levantar, sentía los rayos del sol calentar la habitación de Mario pero el no me dejo seguir durmiendo, aunque no me quejo en realidad.

—Que lo disfruten, estaré ordenando unas cosas en la lavandería y luego saco a Rocky a pasear, si necesitan algo me avisan. Alessa querida... ¿quieres que ponga a lavar y secar tu ropa?— Eva me mira entusiasmada y yo ni siquiera se que responder.

—Ehm... no es necesario Eva, de verdad, gracias.

—¿Segura? solo me tomara unos minutos.

—Ok, todo esta en la maleta.— Le digo rindiéndome, me levanto para acercarle la maleta y me detiene con la mano.

—Tranquila, yo me encargo, ustedes empiecen a comer que se les va a enfriar el almuerzo.— Vuelvo a sentarme en la mesa y Mario solo esta sonriendo.

—¿Que?— Le hago la pregunta porque no entiendo cual es el chiste.

—No estas acostumbrada a que te atiendan ¿no es así?

—La verdad me siento extraña, he tenido que manejarme sola por varios años y es algo nuevo para mi.

—Bueno... no te preocupes, te acostumbraras, ahora come.

Es un poco pesada la manera en que Mario le encanta dar ordenes, pero en lo único que se queda pensando mi mente es en "te acostumbraras" ¿significa eso que esta visualizando un futuro juntos? quiero preguntárselo pero mi estomago ya me pide algo de comida por lo que decido ignorar el comentario de Mario y me llevo a la boca la primera cucharada.

Luego de terminar de almorzar, llevo los platos a la cocina y no me dispongo a lavarlos porque Eva ya me advirtió que ni se me ocurra tocar el fregador. Va a ser un poco complicado dejarme atender así, me siento muy incomoda, en algún momento lavare los platos sin que se de cuenta, es una tontearía pero me siento inútil.

Hace una linda tarde, Mario y yo salimos al balcón de su habitación, la vista no es tan espectacular como en el área de la piscina pero sigue siendo increíble. Mario se acerca a mi y me da un tierno beso al mismo tiempo que acaricia mi brazo, saca una caja de su bolsillo y la coloca sobre mis manos.

—Vi que esto te gusto mucho, así que decidí regalártelo, aparte de que así podrás recordar este fin de semana maravilloso que pasamos juntos.

ANTES DE TODODonde viven las historias. Descúbrelo ahora