Capítulo 35 - Nos Abandonaste

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MARIO

Me encontraba justo en el lugar que necesitaba estar, besando a Alessa porque me hacia falta ese contacto con ella y mas en estos momentos. Me levanto del sillón con sus piernas rodeándome la cintura y la pego contra la pared, mis labios se movían desenfrenadamente sobre los de ella. 

Quiero olvidarme de cada maldito momento desde que Victoria apareció en mi apartamento, extrañamente Alessa me ayuda con eso, veo sus ojos color café y me pierdo en ellos, en su mirada angelical, esos ojos que me miran y me hacen sentir como la mejor persona del mundo, porque tienen ese brillo que ya los míos perdieron hace varios años atrás. 

—Te necesito.— Le digo luego de separarme de sus labios para poder tomar un poco de aire. 

Alessa me mira al mismo tiempo que siento sus manos agarrarme las mejillas, tiene las palmas suaves y en su piel un ligero aroma a bloqueador solar que no opaca su distinguido olor a frutas. 

Ya no puedo con tanto, no me quedan fuerzas por el día de hoy, no me refiero a la fuerza física, me refiero a la fuerza mental, ni siquiera me doy cuenta hasta que Alessa pasa su dedo pulgar sobre mi cara. 

—Oh Mario... 

Alessa baja sus piernas para quedar parada frente a mi y me da un abrazo, al momento que hace eso mas lagrimas salen de mis ojos, me da enojo y frustración mostrarme así de débil frente a ella. 

—Odio esta situación, odio a mis padres, odio a Rafael, a la endemoniada Victoria y me odio yo mismo. 

—¿No crees que odiar es un sentimiento muy fuerte? solo estas enojado.

—Se han jodido mi vida.

Alessa me toma de las manos y hace que me siente sobre su cama, ella se sienta a mi lado y suspira antes de seguir hablando. 

—Siento decirte esto Mario pero... uno solito se jode la vida por las decisiones que tomamos, además tu vida no esta jodida ¿estas loco? tan solo mírate, a tus veintiocho años haz logrado mas de lo que muchos logran a esa edad.

Tengo mis manos entrelazadas a las suyas y ella me acaricia con su pulgar, no logro responder a lo que dijo porque se que en el fondo tiene razón, pero se siente bien culpar a los demás ¿no?

—Sabes... necesitas descansar y yo también, quédate conmigo esta noche, te hare un té relajante para que puedas dormir mejor. 

—Eres jodidamente perfecta. 

—¿Ahora te das cuenta de eso?

Alessa me saca una sonrisa y sale de su habitación para dirigirse a la cocina, a los pocos minutos ya esta de regreso. 

—Bien, puedes darte una ducha, pero no tengo ropa que ofrecerte para que te cambies.— Me entrega una toalla y un cepillo de dientes. 

—Puedo dormir desnudo.— Le digo con una sonrisa de medio lado. 

—Pensándolo bien... en tu estado es mejor que no cojas calentura, además te diste un buen golpe en la cabeza, creo que lo único que te ha salvado es que de verdad eres un cabeza dura.

—En realidad ya no siento mucha molestia, una sexy enfermera en pijama me curo la herida.— Agarro a Alessa por la cintura para acercarla a mi y que sintiera mi inevitable erección. 

—Solo tu Mario Di Tello eres capas de olvidar todo con sexo. 

—Es una ventaja ¿no te parece?

—Estaba dispuesta a ayudarte pero ahora no vas a lograr convencerme... ¡Ah ya recordé! aun quedan un par de trapos de Víctor por aquí, quizás puedas usar algo de él para dormir. 

ANTES DE TODODonde viven las historias. Descúbrelo ahora