Capítulo 2

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Skyleen

Las horas de vuelo se me hicieron eternas. Mi madre se quedó dormida a los diez minutos de despegar, en cambio yo ocupé mi tiempo en mirar por la ventana el hermoso paisaje de las nubes blancas cubriendo el cielo azul. Había algo en esa imagen que me provocaba tranquilidad, el simplemente mirar algo tan natural y bello mientras escuchaba música me llenaba el alma de paz. Incluso me puso a reflexionar sobre lo que nos estaría esperando en Miami. Será extraño cambiar de aires, ya que hemos estado acostumbradas a un entorno un poco más tranquilo que al que nos dirigimos. La ciudad de Miami en Florida no es exactamente un lugar sutil, por lo contrario, a lo que he escuchado sobre esa ciudad es un pequeño mundo con clima tropical donde la mayor parte de turistas y universitarios recurren para pasar el mejor verano de sus vidas.

A decir verdad, no soy fanática del ambiente caluroso y húmedo, pero la parte buena es que podré hacer mi rutina de cardio en la playa. Amaría levantarme temprano, correr con la brisa fresca acariciando mi rostro y ver salir el amanecer. Cualquiera diría que soy sólo una chica marginada tratando de hacerse la interesante, nadie nunca creería que mi odio por la nueva vida llena de lujos que me espera es real, ¿Cómo podrían? Después de todo, eso es lo que la mayoría de las personas existentes en este mundo desean.

Justo ahora me encuentro en un taxi de camino al que será mi nuevo hogar. ¿Hogar? ¿En serio será mi hogar? Es divertido como esa palabra perdió sentido y significado con el paso de los años. Es mejor decir que me encuentro sentada, mirando por la ventana del taxi todas las calles, edificios y ambiente ajeno mientras escucho música a todo volumen para opacar todos mis pensamientos y dudas. No quería volver a la actitud negativa, ya que mi madre se encuentra al lado mío y en cualquier momento nos detendremos en la misteriosa casa nueva donde se encuentra el tal Robert. Sinceramente no me siento preparada para pulsar el botón de reinicio. Creí que era valiente, pero con cada palmera que pasamos y cada persona vestida de playa que veía me hace comprender que nunca podré adaptarme a estilo tan extravagante de vida. Yo soy y siempre seré una chica sencilla a la cual le trae felicidad las cosas ordinarias. Amo bailar ballet, leer todo tipo de novela romántica o fantasiosa y sobre todo, vivo para pintar. Todo mi mundo se minimiza a un estudio de danza y arte, combinado con una biblioteca personal. Esa es mi definición de vida perfecta.

Siendo sincera, estoy harta de tener planes que siempre se ven estropeados por alguna u otra razón. Ya no estoy dispuesta a soportar otra decepción más. Lo mejor es que viva el día a día sin esperar nada, sólo faltaban unos meses para terminar el año y después de eso podré ser libre al fin. Tengo que resistir, pasar este trago amargo y en cuanto menos lo espere ya estaré viviendo sola en Nueva York y estudiando arte en la mejor universidad. No por nada he estado trabajando duro durante todas mis vacaciones y tiempos libres como niñera de dos bellísimos niños que se ganaron mi corazón y como mesera por las noches en una pequeña cafetería que estaba a unas cuantas calles de mi casa. También mi madre me prometió apoyarme económicamente para mis estudios, pero ninguna promesa que venga de ella es fiable. Por mucho tiempo he tratado de buscar la forma de salir adelante yo sola y no precisamente porque mi madre sea una mala madre, sino que me siento bastante capaz de ser autosuficiente. Me di cuenta de que si yo puedo hacer las cosas por mi misma entonces no le veo el motivo de esperar a que otros lo hagan por mí. No dudo del amor y la lealtad que mi madre me tiene, pero con todas las cosas que hemos pasado en los últimos años entiendo que ella necesite demostrarse que aún puede ser feliz. Incluso con las heridas y cicatrices que nos rodean. Confieso que me duele dejar mi vida pasada, aunque ver la sonrisa constante en el rostro de mi madre desde que conoció a Robert hace que todo ese sacrificio por mi parte valga la pena. No hay mejor satisfacción que ver a un ser querido siendo feliz.

- Oh por Dios, mira eso- dijo mi madre sorprendida.

Estaba tan distraída con el paisaje que al momento de escuchar su voz llamándome fue como regresar a la realidad. Desvíe la mirada de mi ventana para mirar por la de ella y encontrarme una amplío cancel negro extremadamente elegante. Las puertas de hierro se abrieron al instante, permitiendo que nuestro taxi entrara sin problema. Abrí tanto la boca que sentí que mi mentón cayó directamente al suelo.

Amor Inesperado (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora