Capítulo 32

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Skyleen

El sol entró descaradamente por mi ventana, logrando que sus rayos me despertaran sin alternativa. Al abrir mis ojos me sentí un poco desorientada gracias al sueño que aún no dejaba mi sistema, sin mencionar el repentino dolor muscular que recorrió todo mi cuerpo por haber dormido en la misma posición lo que restaba de la noche. Poco a poco fui quitándome las sábanas de encima y me senté en la cama, dándome un ligero masaje en el cuello con la mano derecha para tratar de aliviar el malestar.

Los recuerdos de la noche anterior comenzaron a bombardearme con imágenes de mi tormentosa pesadilla y de la inesperada aparición de Killian en mi habitación. Fue extraño verlo preocupado y arrodillado ante mí mientras trataba de despertarme. Recuerdo que en ese momento pensé que se trataba de una simple aparición, un juego de mi mente, pero era muy real y lo fue aún más cuando sentí su cálida mano acariciando mi hombro de forma reconfortante. Jamás pensé que Killian pudiera hacer algo así por mí. Admito que me sentí más segura estando acompañada por alguien después de haber tenido uno de mis episodios y aunque él prometió estar conmigo, esta mañana había desaparecido su presencia. No me extraña que alguien como él rompa sus promesas, por lo contrario, tenía muy en claro que no lo volvería a ver por la mañana. Después de todo, Killian es así y no cambiaría por nada ni nadie. Agradezco que haya estado para mí en mi momento difícil, fue bastante tranquilizante el poder sostener una mano mientras dormía, pero también agradezco que se haya ido por la mañana. Lo que menos quiero es significar algo para él y mucho menos hacerlo sentir obligado a ayudarme por causarle cierto tipo de lastima. Estoy harta de ser la pobre niña con pesadillas sobre su pasado que aún no es capaz de superar. Soy humana y tengo demonios como cualquiera, es válido que yo también sufra un poco de la crueldad del mundo y no por eso debo ser tratada diferente. Cargo con muchas mierdas, pero cada día intento dar un paso más hacia la luz.

Quité de mi cabeza los recuerdos de la noche anterior y rápidamente me levanto de la cama. Tomo de mi armario un top y unas lycras color naranja y me dirijo al cuarto de baño para asearme un poco y cambiarme de ropa.

No quise perder más el tiempo, así que decidí salir a correr un rato, ya que era lo único que parecía despejarme la mente. Todavía era muy temprano. Antes de salir de la casa revisé la hora y faltaban diez minutos para que dieran las ocho en punto. Estaba por dirigirme hacia mi ruta habitual, pero preferí cambiar la rutina e irme a un parque más tranquilo. Quería estar sola, no ver a nadie y concentrarme en mi propio desgaste físico, así que me pareció una buena idea ir a un parque.

No era nada extravagante, sólo un camino largo de concreto rodeado de pasto e inmensos árboles, aunque del lado derecho era una autopista.

Estuve por más de media hora corriendo, sintiendo el sudor recorrer mi piel, las piernas haciéndose más pesadas con cada trote, la brisa fresca golpeando mi rostro y mi corazón latiendo a una velocidad impresionante, eso fue hasta que mi cuerpo me exigió ser hidratado. Por suerte, había muchos bebederos y fue fácil sólo detenerme en uno. Por lo tanto, presioné el alargado botón de plástico, dejando que el agua saliera antes de agachar la cabeza y tomar un buen sorbo. Me sentí mucho mejor en cuanto el agua fría recorrió mi garganta, haciéndome sentir mucho más aliviada y con la energía recobrada. Volví a enderezar mi cuerpo, pero un sexto sentido me hizo percibir la presencia de otra persona detrás de mí. Todo el vello de mi cuerpo se erizo, pero no tuve oportunidad de hacer ningún movimiento, ya que cubrieron mi boca con una mano desconocida al tiempo que un fuerte brazo rodeó mi cintura hasta atraerme al cuerpo del extraño.

Pataleé, golpeé y produje gritos ahogados pidiendo ayuda, pero sabía que no había nadie a mi alrededor. Estaba completamente sola y nada evitaría que fuera secuestrada.

Amor Inesperado (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora