Capítulo 26

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Killian

He estado esperando por veinte malditos minutos a que me saquen de este agujero, me duele todo el puto cuerpo, tengo un frío de los mil demonios y lo único que quiero es beberme todo el alcohol del mini bar que tengo en mi habitación para no despertar en los próximos dos días.

Supongo que fue mi culpa, yo fui el causante de provocar a ese grupo de chicos que no estaban haciendo nada más que beberse mi puto whiskey. No quería que esos idiotas acabaran con la única cosa que podía hacer menos mierda mi día, así que hice lo mejor que sé hacer, los insulté y luego los golpeé. De todas formas tenía bastante energía gracias al alcohol en mi sistema, aunque no consideré mejor mis opciones, ya que terminé con una tremenda paliza por cinco chicos que median y pesaban el doble que yo. Por desgracia mis amigos no se habían aparecido esta noche, por lo que no me quedó de otra opción más que enfrentarme a ellos yo solo. Siendo sincero, no tenía miedo de lo que pudiese pasar, ya me he enfrentado a personas mucho peores en el Coliseo, pero nunca con los cinco sentidos desorientados. De todas las malas decisiones que he tomado en mi vida, creo que esta se añade a la lista.

Me encontraba afuera del edificio, sentado en la banqueta de la entrada, esperando a que Skyleen se dignara a venir. Podría perfectamente conducir a casa, pero no pude evitar ver esto como una oportunidad para traer a Skyleen directamente a mí. No fue difícil tomar la decisión de aprovecharme de mi estado para llamarla y alejarla del imbécil de su novio. No es que esté celoso ni nada parecido de esas estupideces, pero quiero hacerle recordar a quien le pertenece en verdad. Ella ahora se ha convertido en mi juguete y no pienso dejar que nadie más lo toque a menos que yo ya haya tenido suficiente.

De pronto, un auto gris se estacionó en frente del edificio y al instante vi salir a una chica rubia del lado del copiloto. Me sorprende lo bien que se ve sin siquiera intentar arreglarse un poco.

- Oh por Dios, Killian, ¡¿Qué diablos te pasó?!- dijo corriendo hacia mí.

No pude evitar sonreír con ironía ante su inesperada preocupación.

- ¿Estás bien?- se coloca en cuclillas.

- ¿Alguna vez te han dicho lo jodidamente sexi que te ves con el cabello despeinado y esos vestidos tan ajustados a tu cuerpo?- digo al recorrerla de arriba a abajo con la mirada.

- Estás ebrio, sangrando y con posibles moretones por todo el cuerpo. Será mejor que nos vayamos a casa- toma mi brazo derecho y lo coloca alrededor de su cuello antes de tomar mi cintura.

- No te preocupes por mí nena, estoy perfectamente... ¡Hijo de perra!- gruño al ponerme de pie y sentir dolor.

Estoy seguro de que no tengo nada roto, pero justo en el punto de mi cintura donde Skyleen estaba apretándome me dolió como el malito infiero.

- Oh Dios, lo siento, ¿Quieres que vayamos a un hospital a que te revisen?- pregunta antes de dar otro paso.

- No es nada que no pueda curar con gasas y agua esterilizada- digo con un tono sarcástico. -Ya vámonos.

Poco a poco fuimos caminando de regreso al auto y al entrar me doy cuenta de que Paul McCarroll estaba conduciendo. Nuestras miradas se cruzaron por el retrovisor, pero sé que para él no es algo nuevo verme así. De hecho, creo que Paul  es el único que me ha visto en mis peores días después de una pelea. No me sorprende que sea él precisamente quien ayude a Skyleen a sobrellevar mis mierdas.

Durante el camino de regreso a casa estuvimos callados y yo aproveché el silencio para cerrar los ojos y descansar un poco. Ha sido un día bastante difícil y no puedo esperar a llevar mi pateado trasero a la cama.

Amor Inesperado (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora