Capítulo 12

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Skyleen

Después de dejarle en claro a Killian que no le temía a él ni a su sobrevalorada actitud, decidí que lo mejor sería irme de nuevo a mi habitación y tratar de retomar el dibujo que dejé pendiente. Fue un poco difícil recuperar la creatividad después de lo acontecido, pero no hay nada que un poco de música no pueda solucionar. Me puse los audífonos y dejé pasar mis canciones en modo aleatorio mientras terminaba de dibujar un racimo de gardenias.

Lo siguiente que tendría que hacer sería tomar un pincel muy delgado, las acuarelas y un poco de agua para comenzar a darle color. Lo tradicional son las gardenias blancas, pero a mí siempre me ha gustado ponerle un toque extra para hacerlo ver más llamativo. Antes de darle los últimos detalles a mi dibujo, quise despejar un poco la mente yendo a correr un rato. Hace más de tres horas que debí hacer mis ejercicios, pero en lugar de irme preferí disfrutar de una buena taza de té negro mientras me dejaba llevar por el lápiz.

Sin más, me limpié las manos con una toalla gris que había a un lado de la mesa y salí del estudio para entrar al armario y tomar ropa deportiva. Elegí unas mallas ajustadas de lycra color rosa y un top del mismo color que tenía los tirantes cruzados de la parte trasera. Me até las agujetas de los tenis y me hice una coleta alta antes de salir.

Robert había mencionado un gimnasio que se encontraba en la planta baja, por lo que quise echarle un vistazo por si en algún momento fuera necesario quedarme en casa, así podría continuar con mi rutina sin ningún problema.

Me sorprendió ver que el gimnasio estaba en un lugar bastante lejano, por no decir oculto, del resto de las instalaciones. En el lado opuesto de la cocina había un largo pasillo que conducía a la piscina climatizada y más al fondo se encontraba el gimnasio, el cual tenía la canción Horns por Bryce Fox a todo volumen. Creo que empiezo a entender porque esta tan apartada esta habitación.

No pude evitar sentir curiosidad por saber que estaba pasando ahí adentro, o mejor dicho quien estaba dentro. Poco a poco me fui acercando a la puerta, posé mi mano en la manija y la giré lentamente hasta lograr introducir parte de mi cabeza dentro, ya que quería pasar desapercibida. Mientras más discreta sea hay menor posibilidad de ser atrapada.

No quería verme muy entrometida al pasearme como si nadie estuviese aquí, puesto que era bastante obvio que alguien estaba haciendo ejercicio. Es por eso que al entrar comencé a caminar en silencio mientras trataba de esconderme en las altas y anchas máquinas de ejercicios, pero lo que mis ojos se encontraron a continuación no era para nada lo que me esperaba. Killian estaba de espaldas, sin camisa e impulsando su cuerpo con fuerza para ir subiendo cada soporte de acero con la barra que tenía entre sus manos. Fue como ver un episodio en vivo de Arrow donde Oliver Queen hace sus famosos entrenamientos.

De un momento a otro, mi pulso se aceleró más de lo normal, mi respiración fue un poco más agitada y mi boca comenzó salivar sin intención. Mis ojos no podían apartarse de los increíbles músculos que adornaban la espalda de Killian, era prácticamente hipnótico ver cómo con cada flexión se marcaban de una forma perfecta. Justo cuando creí que no podría sentirme más acalorada, bajó de la barra, tomó con cada mano una pesa de 80 libras y empezó a hacer repeticiones sincronizadas, dejando que sus bíceps salieran a la luz al igual que las venas en sus brazos. Nunca había visto algo tan excitantemente seductor como eso y... ¡¿Pero que estoy diciendo?! En definitiva he perdido la cabeza. «Y como no hacerlo con semejante...» ¡Basta! Necesito salir de aquí antes de que me vea, así que con el poco valor que me quedaba, volví a escabullirme por el lugar hasta salir por la puerta.

Mi corazón seguía palpitando fuertemente, aún me costaba trabajo recuperar el aliento y por alguna inexplicable razón me sentía con la mente colapsada. Creo que esta es una buena excusa para salir huyendo de esta casa.

Amor Inesperado (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora