Capítulo 30

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Skyleen

Killian no dudó en reclamarme con la boca. Sentí su lengua abriéndose paso hasta unirse con la mía de una forma demandante, casi como si quisiera devorarme con un sólo beso.

Me gustaría decir que lo empujé, que lo golpeé hasta apartarlo y darle una buena cachetada, pero sería una gran mentira. Mis labios no dudaron en responder al instante aquel beso cargado de ira, que me cegó por completo el conocimiento.

Había algo en su forma tan dominante e impulsiva con la que suele dejarme en claro quien es el que tiene el control que me atrae, pero al mismo tiempo me molesta.  Me siento como una completa bipolar cuando se trata de Killian Knight, pero mientras más lo conozco me doy cuenta de que no todos los demonios tienen piel gris y cuernos, algunos de ellos visten playeras de rock, tienen ojos angelicales y besan hasta dejarte en la perdición absoluta.

-       ¿Así que soy fácil de olvidar, ah?- dijo contra mis labios. -¿Quieres que te demuestre lo mucho que disfrutaste a este insignificante chico?

-       Oh, ¿Hablabas de ti?- sonrío. -Upsss.

-       No te hagas la idiota conmigo, sabías perfectamente a quien me refería.

Suelto una risita.

-       Tú eres el único idiota con esa actitud tan arrogante y egocéntrica- espeto. -No te soporto.

Killian dejó mis mejillas para envolver su mano derecha alrededor de mi cuello.

-       Créeme que yo tampoco te soporto- replica. -Me enferman tus mentiras y falsedad.

-       ¿Entonces por qué me trajiste aquí?- preguntó consternada. -No me digas que estás celoso.

-       No digas estupideces. Si te traje aquí es para recordarte que nadie toca lo que es mío.

-       Yo no soy de tu propiedad, no soy un objeto al que puedas reclamar como tuyo.

Killian me miró intensamente y respiró profundo antes de soltar mi cuello y jalarme de la cintura hasta que mi pecho chocó contra el suyo.

-       Escúchame muy bien Skyleen porque es la primera y última vez que te lo voy a decir- oh Dios, esto ya no sonaba bien. -Desde el momento en el que abriste tus piernas para mí y gritaste mi nombre, convirtiéndome así en el primero, te volviste propiedad mía y yo soy muy posesivo con lo que me pertenece.

Carajo, este chico tiene una habilidad enorme para dejarme sin palabras y con la garganta seca.

Excitación y temor son las dos palabras que definen a la perfección al demonio que he tenido delante de mí todo este tiempo. Yo soy la cura para su dolor y él es la solución a mi soledad. Ambos estamos tan malditamente enfermos que ninguno de los dos es capaz de renunciar a lo que tenemos por el simple hecho de demostrar quien es el que tiene más control sobre el otro, o quizás sea nuestro egoísmo quien está tomando las malas decisiones por nosotros.

Sin darnos cuenta en que momento, hemos creado nuestro propio infierno sin siquiera saberlo. Un lugar de cuál no podremos escapar aunque lo intentáramos una y otra vez, pero no habíamos querido abrir los ojos porque hemos estado disfrutando del placer que encubre el dolor agonizante del inicio de una relación fallida.

Siento que ya nada es real. Me he perdido a mi misma en esta batalla y ahora, lo único que me consume desde adentro es este idiota impulsivo y atormentado, que poco a poco me está enseñando a disfrutar de la oscuridad.

-       Sabes, eres el vivo recuerdo de mi pecado favorito- su voz era grave y baja.

Sus botas hacían eco por toda la habitación al momento de llevarnos a ambos hacia la pared.

Amor Inesperado (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora