Capítulo 39

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Skyleen

¿Por qué estoy tan enojada? ¿Por qué tengo ganas de gritar? Y ¿Por qué me siento tan mal?

No entiendo mis emociones, son todo un caos, pero de lo que sí estoy segura es de la enorme ira que tengo por dentro.

No puedo creer que Killian estuviera revolcándose con Jessica al día siguiente de haber estado conmigo. Tan sólo recordar aquella imagen de ambos en la habitación hace que me entren unas arcadas enormes por el asco. Es increíble que este chico viva para el sexo, sin importarle con quien sea.

Sabía perfectamente en lo que me metía y con quien lo hacía, estaba más que claro que nuestra relación, si es que se le puede llamar así, sólo sería ocasional cuando los dos estuviéramos muy necesitados de atención y que no tendríamos exclusividad. Él podía hacer lo que quisiera con otras chicas y yo podía continuar con mi falso noviazgo, pero admito que una parte de mí se siente extremadamente usada y detesto no poder hacer nada al respecto.

Después de decirle que se alejara de mí, tomé un taxi y regresé a casa. Robert y mi madre habían salido a cenar en una cita doble con un amigo de Robert y su esposa, supongo que eso es a lo que mi madre tendrá que acostumbrarse ahora que está a punto de casarse con él. Hay veces en las que me pongo a pensar en lo feliz que es mientras que yo me vuelvo más miserable con cada día qué pasa. Vivir en esta casa, bajo el mismo techo que Killian me hace mal. No puedo pasar todo el verano y el resto del año encerrada en mi habitación, pintando y leyendo los mismos libros. Se supone que soy libre y que puedo hacer lo que yo quiera cuando se me plazca, pero estando él al acecho prefiero no arriesgarme a caer en tentaciones.

No sé en qué momento nos dejamos llevar más por el deseo que por nuestro irrevocable odio. Creí que sería fácil sobrellevar una convivencia hostil con él, pero nunca imaginé que llegaríamos a tener esta ilógica relación basada en el placer. Odio y maldigo el día en el que olvidé todos mis principios y accedí a convertirme suya. Nunca me perdonaré por meterme a la cueva del lobo por voluntad propia. Sólo alguien muy estúpido o valiente lo hace, aunque creo que en mi caso soy lo primero.

Ya no quise seguir pensando en el desastre que se ha vuelto mi vida últimamente, así que sin pensármelo dos veces, saco el pequeño bote amarillo de mi mesita de noche, tomo una de las pastillas blancas y la llevo a mi boca antes de agarrar mi vaso con agua y darle un trago. Normalmente no recurro a este método para dormir, pero viendo la situación, sé que no seré capaz de conciliar el sueño si no tomo mis pastillas.

Leí unos cuantos capítulos de mi libro cuando de pronto empecé a sentir los párpados pesados. Al instante, cerré mi libro, lo deposité nuevamente en la mesita de noche y dejé que mi sueño me consumiera por completo.

Me hubiera gustado decir que la noche fue placentera, pero por desgracia no fue así. Me levanté con un terrible dolor de cuerpo y cabeza sin saber porqué. Todas mis extremidades pesaban y me estaba costando mucho trabajo levantarme de la cama, por lo que intenté estirarme poco a poco, pero sólo me sentí peor.

Consideré salir a correr por la mañana, aunque viendo como me encuentro dudo mucho que esa sea una buena decisión. Por lo tanto, decidí darme una ducha rápida, cambiarme de ropa y pasar el resto del día en mi estudio de pintura, intentando liberar mis emociones en un lienzo. Esa siempre ha sido mi terapia y espero que vuelva a hacer su magia.

Es increíble como un lápiz y un poco de pintura pueden tranquilizarme. Normalmente, cuando empiezo no tengo ni idea de que hacer, simplemente dejo que mi corazón me guíe, pero al terminar, me tomo un momento para mirar lo que creé y trato de buscarle un significado lógico. Solamente yo puedo descifrar mis sentimientos y es tan asombroso cuando veo toda mi energía pasmada en un simple cuadro blanco. Hay veces que me he encontrado con cosas bastante extrañas, pero hay otras que son más claras que el agua.

Amor Inesperado (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora