Capítulo 37

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Skyleen

Planeaba quedarme más tiempo en la fiesta y molestar a Killian, haciendo que me viera bailar con uno de sus amigos, quizás hasta lo hubiera besado para lograr que perdiera el control, pero pensé que sería mejor irme y dejarlo incómodo gracias a la muy notoria erección que le cause. No me importa si esta noche se acuesta con otra chica, dudo mucho que eso le funcione para deshacerse de las ganas que tiene de mí. Podrá aparentar todo lo que quiera, pero yo sé el efecto que causo en él y lo desesperado que está por volver a hacerme suya. Sólo es cuestión de tiempo para que eso pase.

No hubiera podido salir victoriosa esta noche de no ser por Tara, ella fue quien me habló sobre esta fiesta y la que me dio su pase con todo gusto. Esta noche solo vine con el propósito de vengarme de Killian, hacerlo sentir tan frustrado como él lo hizo conmigo ayer y demostrarle que yo también puedo jugar su juego, aunque admito que una parte de mí se siente como una maldita perra. Jamás había hecho cosas tan atrevidas en mi vida, siempre he tratado de ser discreta y recatada, no entiendo como es que Killian saca un lado de mí que yo ni siquiera conocía.

Cuando por fin entré a mi habitación, me deshice de los tacones negros y con mucha pesadez me dirigí al cuarto de baño para tomar una ducha caliente. Abro los grifos de la regadera, esperando a tener la temperatura deseada y mientras tanto me quito la ropa, doblándola ordenadamente antes de colocarla sobre el largo lavabo de mármol blanco. Me metí en la ducha y sentí como todo mi cuerpo se relajaba con el primer contacto del agua tibia. Los músculos dejaron de estar contracturados, mi mente se aclaró y mi respiración volvía a ser normal.

Dios, estos últimos días no han salido como yo me lo esperaba. Toda esta tensión entre Killian y yo va terminar matándome, no creo poder seguir soportando este enfrentamiento, es prácticamente una locura estar torturándonos de esta manera. Nadie en su sano juicio tiene tanta resistencia y sinceramente no sé cuanto más voy a poder aguantar. No es mi mente la que habla, sino mi cuerpo el que lo exige. Siento una asfixiante necesidad de estar con él, como si todos mis problemas se desvanecieran cuando me toca, cuando me besa, cuando me hace disfrutar del placer prohibido. Es estúpido sentirme así, aún más cuando se supone que lo odio con toda mi alma, pero mis sentimientos hacia él no me impiden desearlo. En cierta forma es agotador estar jugando este juego de calentura, siento que ambos estamos llegando a nuestro limite y sólo es cuestión de tiempo hasta que uno de los dos explote. Quisiera poder decir que yo saldré triunfante de esta competición, pero ya no confío en mi autocontrol. Quizás la próxima vez que estemos juntos no habrá escapatoria.

Al salir de bañarme me puse una pijama de short gris y una blusa de tirantes blanca. Hacía un poco de calor, por lo que quise evitarme cualquier subidón de temperatura a media noche. Me hice un moño alto aún teniendo el cabello húmedo y fui directamente a la cama. No tenía sueño, de hecho, estuve revolviéndome por toda la cama antes de quedarme boca arriba y mirar un rato el techo, pensando en la inmortalidad del cangrejo, después volví a prender la lampara de mi mesa de noche y leí unos cuantos capítulos de El Retrato de Dorian Grey. Nada pareció funcionar, incluso consideré encerrarme en mi estudio y descargar toda mi energía pintando un cuadro, pero ni siquiera tenía inspiración para hacerlo. Era extraño sentirme agotada y no poder descansar. Cualquier otra persona en mi lugar optaría por la salida fácil y tomaría una de mis pastillas para dormir, pero yo siempre he tratado de evitarlas y hasta cierto punto intentar controlar a los demonios que habitan dentro de mi cabeza, los mismos que me hacen revivir los eventos traumáticos de mi pasado en sueños.

Estar sola me ponía a reflexionar en todo lo malo de mi vida, así que para evitar que eso sucediera, me levanté de la cama y salí de mi habitación. Esperaba que un vaso de agua fría me hiciera sentir mejor y me sirviera también como distracción. Ya era muy tarde, casi era la una y media de la mañana y todos dormían profundamente. Antes de salir esta noche, le dije a mi madre que tardaría y que lo mejor sería que no me esperara despierta. Lo bueno es que piensa que estoy integrándome poco a poco y que tengo una muy buena amiga que me está ayudando a ser una adolescente normal. Ojalá que siga pensando eso por mucho tiempo, así me evitaría las charlas incómodas sobre la razón por la cual no soy capaz de integrarme o el porqué prefiero pasar los días encerrada en mi habitación. Creo que mientras menos cosas sepa y tenga esta falsa perspectiva de mi vida, será mejor para ambas. No me gusta mentirle a mi madre, pero ya no soy la misma Skyleen de Texas, esa chica quedó en el olvido desde el primer momento en el que puse un pie en esta casa. Sólo tengo que pretender ser la perfecta Sky un poco más, al menos hasta que logre mudarme a Nueva York. Una vez libre, podré hacer y ser lo que yo quiera sin tener que pensar en nadie más. Tal vez por eso mi relación con Killian es diferente, con él no tengo que fingir nada, puedo ser atrevida, grosera, impulsiva y todo lo inimaginable porque sé que él es mucho peor que yo. Odio admitirlo, pero con él puedo ser yo misma.

Amor Inesperado (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora