Narra Adeline York:
Era sabido. Era predecible. Era increíblemente obvio. Mi sangre me condena al fracaso. Yo no deseé ser bruja. Hubiese preferido tener una maldita vida normal, como cualquier muggle. ¡Tal vez ahora ni siquiera sabría qué demonios significa "muggle"! ¡Tendría problemas de amores con alguien normal y no un idiota como Riddle! Porque sí, éstos son problemas de amores. Que me parta un rayo si miento. Yo me enamoré de ese maldito imbécil. Pero acabo de darme cuenta que no le importo, nunca le importé y mucho menos lo haré en el futuro. Puedo ser la bruja más poderosa del mundo mágico y él seguirá despreciándome por ser hija de personas sin magia. Él se odia a sí mismo por tener sangre muggle... ¿Por qué no habría de odiarme a mí?
¡Soy una idiota por no darme cuenta a tiempo! ¡Soy una idiota por pensar que él llegaría a sentir algo más que desprecio hacia mí! ¿Que él siente? ¿Que él si puede llegar a querer? ¡Patrañas!
-¿Adeline? -la voz de August me sacó de mis pensamientos. Miré hacia abajo (yo estaba arriba de un árbol. Eran las nueve de la noche) y él comenzó a trepar-
-¿Qué haces aquí? -pregunté, sorbiéndome la nariz. Me sentía cada vez más patética por soltar lágrimas inútiles-
-Salí a caminar. Hogwarts es maravilloso de noche. -contestó mientras se sentaba a mi lado en la rama del árbol- ¿Qué tienes? -me preguntó. Yo me sequé las lágrimas y sonreí-
-No es nada... -dije para tranquilizarlo-
-Ya, y yo soy un unicornio. -dijo con sarcasmo. Me acarició la mejilla y me sonrió- ¿Fue Riddle? -silencio- Fue él... -afirmó-
-No es nada importante. Últimamente estoy muy sensible... -dije-
-¿Qué te dijo ese infeliz para hacer a esos preciosos ojos soltar lágrimas? -me rodeó con el brazo-
-Nada que no piense o diga cualquier Slytherin... -contesté con una sonrisa amarga. Ahora me doy cuenta de que él es exactamente igual a sus compañeros. Un imbécil elitista-
-No voy a preguntar más si no quieres... -me dijo. Su calidez era muy reconfortante. Me sentía abrigada y segura con él abrazándome. O tal vez era mi subconsciente de corazón roto intentando buscar refugio-
-Te lo agradecería... -murmuré. Nos quedamos unos minutos en silencio, contemplando la belleza de las estrellas y el reflejo del lago. Seguía encontrando mucha seguridad en el cielo. Como si fuese imposible que alguien externo me dañara si yo estaba perdida en el firmamento-
-¿Puedo besar a la princesa? -preguntó con su acento derretidor de hormonas. Yo me alejé de su abrazo y lo miré durante unos segundos. Me sonrió levemente y me suplicó con la mirada-
-Sí... -susurré. Él llevó sus manos a mi rostro y se acercó a mí. Me besó con una dulzura y delicadeza que yo no lograba sentir. Era un hermoso beso, pero no causaba nada dentro de mí. ¿Por qué con él no y con el maldito de Tom sí? ¿Por qué no puedo sentir algo besando a una persona que realmente vale la pena? Esto me daban aún más ganas de llorar, pero no desperdiciaría ni una gota más-
-Eres tan hermosa, Adeline... -me susurró entre besos. Sentí el crujido de la rama y me separé de él. Los dos nos miramos alarmados y, segundos más tarde, nos encontramos cayendo del árbol. Por suerte para mí (y no para él), su cuerpo amortiguó mi caída- Auch... -se quejó. Yo lo miré a la cara y empecé a reír. Él me observó con confusión y se contagió de mi risa. Era toda una mezcla de risas histéricas-
-¡Estás gordo! -seguí riéndome-
-¿Disculpa? -se hizo el ofendido. Nos sentamos en el suelo y yo me agarré la frente. Me había golpeado un poco con la rama mientras nos caíamos- Tú eres la gorda.
-¡La rama estaba en perfecto estado cuando estaba yo sentada! -protesté y le pegué en el brazo. Él se levantó y me ayudó a pararme-
-¿Estás bien? -me preguntó él sonriéndome-
-Estoy bien físicamente y mejor de ánimo. Gracias, August... -le sonreí con sinceridad. Él me dio un beso y me agarró la mano-
-Debemos volver al castillo, pequeña Hufflepuff... -comenzó a caminar. Escuché como si pisaran una rama a nuestras espaldas, pero me volteé y no había nada- ¿Pasa algo?
-No, nada. -sonreí y seguí andando. A lo mejor éramos nosotros y yo escuchaba mal-
***
-Profesor Slughorn... -lo hablé. Él se encontraba hablando con la profesora de adivinación, Cassandra Trelawney. Una anciana que estaba cerca de jubilarse- ¿Podría hablar con usted?
-Sentí que alguien con el corazón roto interrumpiría la conversación. -dijo la profesora. Yo me incomodé y desvié la mirada- ¿Te rompieron el corazón? -preguntó. Era una mujer muy cálida y amable, pero era demasiado rara-
-Mi corazón está en perfecto estado. -mentí... ¿Mentí?-
-Enseguida retomamos la charla, Cassandra. -le dijo el profesor a Trelawney-
-Sé que sí, Horace... -sonrió ella y se alejó lo suficiente como para darnos privacidad-
-¿Pasa algo, Adeline? -preguntó él con preocupación- No te veo muy bien...
-Estoy bien... Sólo... quiero que me cambie de tutor. -dije. Él se sorprendió y frunció el ceño-
-¿Pasó algo con Tom? -preguntó-
-No...
-¿Él te rompió el corazón? -preguntó, refiriéndose a lo que dijo la profesora de Adivinación-
-Ah.. ¿Qué?... No, no... -balbuceé- Es que... Creo que sería mucha molestia para él enseñarle... -a una sangre sucia como yo-... A alguien mientras tiene en mente todo lo del torneo.
-Bueno... -Slughorn me miró sin creerme ni una palabra- Sí es por lo del torneo... Buscaré a alguien más para que te enseñe. -sonrió. Él no me había creído que quería que Tom dejara de enseñarme para concentrarse en el torneo. Pero funcionaba para mí si de todas formas me cambiaba de tutor-
-Gracias...
-Profesor Slughorn, ¿pudo averiguar algo acerca de quién puso mi nombre en el cáliz? -preguntó la persona con quien menos quería cruzarme. Él no se había percatado de mi presencia, pero, cuando lo hizo, me miró de una manera extraña. Yo recordé lo que le dijo a su compañera y volvió a dolerme el pecho. Miré hacia otro lado y me tragué las lágrimas-
-¿Pasó algo entre ustedes? -preguntó el profesor mientras nos miraba a los dos. Yo comencé a caminar-
-Absolutamente nada. -aseguré y me fui de allí. Ya empezaría el toque de queda y, por hoy, prefería no tener problemas con Finn-