Capítulo 32: Unicornios

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-¿Segura que no quieres ir? -preguntó Nélida antes de salir del cuarto. Las otras dos chicas con las que compartía habitación ya habían sido recogidas por sus parejas de baile y de seguro estaban moviendo las caderas en la fiesta-

-Estoy segura, Nélida... No quiero ir. Me siento mal. -sonreí. Ella asintió con pena y se fue de la habitación-

Habían pasado varios días desde la discusión con Tom. Ya había llorado, gritado y me había enojado con todos. Ahora estaba en la etapa en la que no quería hablar con nadie ni ser vista por nadie. Quería estar sola y que no me molestaran. Sí, es una pérdida GIGANTESCA de dignidad, pero... ¡Entiéndanme! ¡Mi propio novio me trató de cualquiera! ¡OTRA VEZ! No pienso perder tanto orgullo esta vez. Es obvio que fue un error el haber salido con él.

Dispuesta a dejar de auto-compadecerme, me levanté de la cama y me vestí. Estaban todos en el baile, nadie me vería ir al bosque. Agarré la escoba de Nélida (que es una muy buena jugadora de Quidditch) y salí de la sala. Eran como las once de la noche y los alumnos estaban disfrutando del precioso baile de navidad. Melissa había sido invitada por Lion, cosa que me puso muy feliz, ya que a ella siempre le había atraído "el castaño que está al lado de August", y Daisy había aceptado ir con Jack VanDame. No, no. No fue porque a ella le gustara Jack. Pero le había preparado una hermosa y vergonzosa sorpresa que en este momento debía estar siendo llevada a cabo. Obvio que, cuando me contó que iría al baile con él, le hice un enorme escándalo. Pero, luego de contarme el plan, me tranquilicé.

Hoy habrá un grande y furioso candelabro adornando la pista de baile...

Volé hacia el bosque prohibido y me escondí de los centauros que pasaban en grupo por allí. Una vez tuve la mala suerte de ser descubierta y entregada a Dippet. ¡Me ataron como a un animal! Malditos caballos. Subí hasta la rama más alta de un árbol y me dispuse a observar las estrellas hasta que fuera la hora de la aparición de los unicornios.
Siempre veía el cielo nocturno con adoración. Para mí, la verdadera magia existía en el cielo. El resto era sólo algo simple y monótono. Las estrellas eran la magia que los muggles sí podían ver. La magia que siempre acompañaba a todos los seres. He llorado muchas veces pensando en la mala suerte que tienen los ciegos al no poder observar la belleza que brinda esa magia, pensando en que jamás podrán llorar recordando el pasado mientras los millones de puntos brillantes se plasman en la mirada. Al ver el cielo, puedo ver colores e imágenes completamente invisibles para todos. Desde pequeña he podido encontrar respuestas a muchas preguntas en el brillo de las estrellas. Esto y mucho más, son cosas que sólo yo sé. Aunque Dumbledore siempre me ha preguntado si veo algo más allá en la profundidad del cielo, ya que siempre me quedo mirando la noche con admiración y detenimiento. Creo que él sabe algo... Pero no pienso contarle. Es algo que quiero guardarme para mí.

Al ver el brillo de los unicornios acercarse, me bajé del árbol y me senté en la gran piedra en la que siempre los esperaba. Cada vez que me acercaba a ellos sentía algo de tranquilidad, así que era necesario en este momento el estar rodeada de unicornios. El primer unicornio se hizo ver, saliendo de entre medio de los arboles. Era el líder, el más grande, fuerte y brillante. Paró las orejas al verme, pero no retrocedió. No era la primera vez que me veía. Caminó lentamente hacia mí y, desde una prudente distancia, me olfateó. Luego caminó al rededor de mí, mirándome desde todos los ángulos. Yo no me moví, como siempre. Los demás unicornios observaban desde lejos, esperando alguna señal. Era lo mismo cada vez que venía a verlos. Era una especie de "ritual de seguridad". Al terminar de dar vueltas y observarme, relinchó. Los otros caminaron con libertad por el lugar, pastando y haciendo... lo que fuera que hicieran los unicornios. 

Algo que me llamó la atención, fue el pequeño portillo que había jugando cerca de los árboles. Sonreí, sabiendo que era un nuevo miembro de la familia. Me bajé de la piedra y comencé a caminar por entre medio de los unicornios. Ellos me observaban con cautela y se alejaban si me acercaba demasiado. Llegué al frente de la pequeña cría e invoqué una manzana con magia. Me aclaré la garganta y el potro se dio vuelta. Se asustó al principio, pero se acercó y me olió. No fue como el líder, él me apoyaba la nariz en la ropa y me empujaba con la cabeza. Acerqué la manzana a su cara y la olfateó. Me la arrebató de un mordisco y se la comió. Me reí al ver como disfrutaba de su golosina y saltaba. Sentí que me empujaban por la espalda y me di vuelta. El líder siguió olfateándome tal y como había hecho el pequeño, buscando lo que le había dado de comer. Invoqué más manzanas y le di una. La comió con gusto y pronto llegaron los demás. Prácticamente tuve que llenar el suelo de manzanas para que no se me tiraran encima.

-Muertos de hambre... -murmuré con humor. Sentí un crujido detrás de mí y vi entre los árboles una gran silueta negra junto un par de brillantes ojos. La cría que jugaba y saltaba por ahí, no se había percatado de su presencia, pero yo sí. Vi como la gigantesca mancha negra se acercaba al pequeño, dispuesto a atacar. Antes de que se precipitara a él, yo salté y empujé al pequeño. Los unicornios se comenzaron a asustar. Muchos comenzaron a correr y a relinchar con terror al ver de lo que se trataba. Era un enorme lobo color negro. Yo, en el piso, tuve que inclinar la cabeza hacia arriba para verlo mientras se acercaba gruñendo y mostrándome sus afilados dientes. Comencé a retroceder (aún sentada) previendo mi muerte. Adeline York; muerte causada por un agresivo y gigantesco lobo que quería matar a un indefenso unicornio bebé. Se vería bien en mi biografía- Perro estúpido... -insulté. Estaba cada vez más y más cerca. En el momento en el que lo vi dispuesto a saltar sobre mí y acabar con mi bondadosa y bella vida, un par de luminosas patas blancas lo golpearon con fuerza. De pronto, no era sólo un unicornio el que lo alejaba de mí, eran todos. Relinchaban y se movían frenéticamente. Los tres que estaban más adelante (y los que lo golpeaban) eran los machos más fuertes de la tropilla. Ellos se paraban sobre sus patas traseras y ahuyentaban al animal. Finalmente, el lobo se fue corriendo de vuelta por donde había venido. El líder relinchó en su dirección y sacudió su cabeza. Yo esperé unos segundos hasta que los latidos de mi corazón se calmaron. Sentí que me tironeaban el cabello y me quejé. Vi al pequeño unicornio moviendo su cabeza de arriba a abajo. Me levanté y miré al gran corcel que había salvado mi vida. Era hermoso- Gracias... -susurré. Estiré la mano y acaricié su cabeza. Al hacer contacto con él, sentí una paz indescriptible. Nunca había sentido algo así. Alejé mi mano y esa paz se cortó, pero me dejó una gran sensación de felicidad. Sonreí y fui a buscar mi escoba- Adiós. -acaricié cuanto unicornio se me cruzaba y me subí a la escoba-

Decidí volar a un lugar en donde no tendría riesgo de ser devorada por un lobo, así que fui hasta el lago. Curiosamente estaba lleno de luces flotantes y habían un par de parejitas felices, así que me fui al rincón más desolado. Escuché un ruido similar al de un aplauso, así que me di vuelta y vi un par de sombras entre los árboles. ¿Qué pasa ésta noche que hay tantas sombras en los árboles? Me acerqué y ahogué un chillido escandaloso al ver lo que allí había.

¡Daisy y Abraxas estaban besándose!

El comienzo de Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora