El siguiente relato está basado en dos personajes creados por J.K. Rowling los cuales son casi desconocidos por gran parte de la comunidad de Harry Potter, tan poco mencionados que uno de ellos ni siquiera tiene un nombre oficial más allá de su título y apodo. Helena Ravenclaw y el Barón Sanguinario, dos de los fantasmas de Hogwarts.
¡Qué lo disfrutes!
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EL (DES)ENCUENTRO
Al fin lo había logrado. Al fin luego de siete larguísimos meses de búsqueda, había logrado dar con el escondite de su amada en Albania.
Todo lo que podía hacer en ese momento, allí parado frente a aquella hechizada puerta de madera, era recordar. Recordar su perfume, las ondas de su cabello, su brillo natural, sus bonitas y delicadas manos, y sus ojos… sus bellos ojos grises que lo cautivaron desde el primer segundo.
No había sido nada fácil llegar hasta ella. Era una mujer extremadamente inteligente, a sus ojos incluso más que su madre. Había sabido tapar cada mínimo rastro, cada mínima huella y vestigio de su paso por cada lugar por el que estuvo. Había borrado memorias, encantado espejos y manipulado retratos. Habría funcionado para desaparecer para siempre si él no fuera tan o más quisquilloso y experto que ella en el arte del escapismo y el rastreo. Después de todo, él le había enseñado todo lo que ahora ella usaba para ocultarse, más no le había enseñado todo lo que sabía él.
Debía admitir que había hecho un buen trabajo, el Barón normalmente demoraba un par de días en encontrar lo que necesitaba, demorar siete meses había sido sorprendente y desalentador. A su vez, estaba más orgulloso y enamorado de ella que antes. Desorientar durante tanto tiempo a un amo en el rastreo solo resaltaba lo increíblemente brillante que era.
No trató de entrar a la fuerza, como le habían recomendado. Sabía que ese tipo de cosas no eran del estilo de su Helena. Con ella tenía que ser cuidadoso, amable y tranquilo. Ya había sido pasional con ella antes y le había costado meses de su silencio. Había aprendido la lección aunque le costara controlarse. Helena era demasiado terca y él, con su naturaleza temperamental y dominante, no podía evitar chocar con ella.
Tocó la puerta con cierta suavidad, sintiéndose agotado por tantos meses de búsqueda, y aguardó. Sabía que ella ya estaba al tanto de su presencia, y lo confirmo cuando la expresión resignada de su bellísima Helena fue lo primero que vio cuando la puerta se abrió.
Helena… –susurró, con su corazón desbocado por la emoción de verla nuevamente.
Dos años tortuosos sin ella.¿Por qué será que no imaginé a nadie más tras esa puerta? –respondió con su suave voz, sintiéndola como un bálsamo para su desesperado corazón.
De todos modos, sabía que ella no había tenido que adivinar nada. Sus hechizos le habían hecho saber perfectamente quién la buscaba.Lo invitó a pasar, cordial como siempre, y lo invitó a tomar té. De más está decir que tuvo que rechazarlo cuando detectó el aroma de un somnífero.
No tardó en preguntarle el “motivo de su visita”, y aunque sabía que se pondría a la defensiva, le contó sus motivos. Le dijo el estado de su madre, la rapidez con la que empeoraba y su petición de llevarla de nuevo a su hogar para poder pasar sus últimos momentos con su hija. Pero Helena sabía que había algo más allí. Rowena no se pondría tan sentimental por algo tan burdo como la muerte. Sabía que quería la diadema de vuelta y no estaba dispuesta a entregarla aún, todavía tenía muchísimo que aprender de ella.
Por supuesto, se negó a regresar.
No hay nada allí para mí –dijo sin tacto.
¿N-Nada? –preguntó el hombre sin entender–. Toda tu vida está ahí, Helena. Toda la gente que conoces, estoy yo… ¿No quieres volver conmigo, Helena? ¿No me extrañaste tanto como yo te he extrañado a ti?