Narra Adeline York:
-Feliz navidad... -susurré en su oído. Él me rodeaba la cintura con los brazos mientras veíamos los fuegos artificiales adornando el cielo. Mamá estaba limpiándose las lágrimas con un pañuelo. La terraza era perfecta para ver el cielo, por eso mi madre compró esta casa. Ella sabía lo mucho que yo adoraba ver las estrellas. Un mes después de comprar la casa, papá nos abandonó. Pero esa es otra historia-
-Estás muy hermosa, Adeline... -Tom besó mi mejilla y me sonrió. La maldita plaga de bichos en mi estómago volvió a atacar con ese simple contacto-
-Son tan adorables... -dijo mi madre y se largó a llorar más fuerte. Me reí y solté a Tom para ir a abrazarla a ella-
-Te quiero, mamá... -acaricié su espalda. Ella me apretujó un poco más y se alejó-
-Iré a lavar los platos... -dijo y caminó hacia las escaleras- No se desvelen. -le sonrió a Tom. Él le devolvió la sonrisa, pero me dolió ver que era una sonrisa falsa por educación. Ignoré ese pinchazo de decepción y me fui hasta la barandilla. Miento si digo que prefiero ver los fuegos artificiales y no las estrellas. Para mí seguirá siendo la cosa más hermosa del universo-
-¿Pasa algo? -preguntó Tom, posicionándose a mi lado. Yo lo miré por unos segundos, con su sonrisa falsa plasmada en mi memoria. ¿Por qué no puede aceptar la sangre que corre por sus venas? ¿Por qué no puede aceptar la mía?-
-No... -volví a mirar el cielo. Yo no puedo hacer que él acepte la existencia de los muggles. Pero, mientras esté conmigo, que lo disimule. Sé que lo hace. De hecho, soy la única que puede ver cuando miente y cuando no. Él y todos creen que yo me trago sus mentiras, pero no es así. Como cuando dijo que aceptaría su sangre para estar conmigo. Yo sé que él no la acepta-
-Esa cara no es de alguien a quien no le pasa nada... -sentí que me volteaba y me obligaba a mirarlo. No tenía una expresión de falsa preocupación, era verdadera. Eso es algo que me animó un poco. Al menos le importo un poco-
-Sólo estoy un poco cansada... -sonreí y noté que no se la había creído. Besé sus labios y luego escondí mi cara en su cuello para que no siguiera leyendo mis gestos-
-Dormiste hasta hace dos horas... -murmuró-
-Déjalo pasar... -susurré. Él acarició mi espalda y plantó un beso en mi cabeza- Mejor bajemos. Empiezo a sentir frío. -me alejé y lo miré a los ojos- No te preocupes por mí, Tom. -pasé mis yemas por su mejilla y le sonreí-
-Vamos. -caminamos en dirección a las escaleras. A mitad de camino escuchamos el ruido de la puerta. Debía de ser algún vecino viniendo a desearnos feliz navidad-
-¡Cariño, atiende, estoy lavando los platos! -gritó mi madre cuando llegamos al pie de las escaleras-
-¡Bien! -contesté. Tom caminó hacia la sala en donde estábamos antes de subir a ver los fuegos artificiales, mientras yo abría la puerta con una sonrisa en la cara-
Sonrisa que se borró inmediatamente al ver a la persona del otro lado. Mi buen ánimo (o lo que quedaba) se desmoronó, mis hombros se tensaron involuntariamente, mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, mi corazón latió con una rapidez increíble. El miedo, el enojo y la asfixiante desesperación, se hicieron presentes mientras mi cuerpo empezaba a temblar.
-Hola, preciosa... -dijo con una sonrisa estúpida en su cara. El olor a alcohol llegó a mi nariz, cosa que me hizo asustar y enojar aún más- ¿No vas a saludar a tu papi, princesa? -quiso dar un paso hacia mí, pero yo me alejé hasta tropezar con la escalera, ya que ésta se encontraba justo frente a la puerta principal-