-No creo que eso sea... -empecé a decir. Adeline agarró el peine que tenía en su bolso y comenzó a peinarme- Necesario. -terminé. Agarré su muñeca e hice fuerza en su brazo para que se peinara ella misma. Se rió y luchó para que dejara de peinarla-
-Vas a enredarlo... -dijo entre risas-
Ya habían pasado días desde mi cumpleaños y desde año nuevo. Estábamos en la estación, esperando para poder abordar el tren. Habíamos llegado demasiado temprano, por lo tanto, no había casi nadie. Otra de las razones por la falta de alumnos en la estación, era porque casi nadie había vuelto a sus casas para navidad. Normalmente nadie vuelve cuando es el Torneo de los Tres Magos. Todos se quedan por el baile y esas cosas. Este año habían hecho el baile de Navidad el veintitrés de diciembre, y sigo sin saber por qué.
-Espero que vuelvas, Tom. Me encantó tenerte en casa. -dijo Trina con una sonrisa en la cara. Me forcé a devolverle la sonrisa-
-Gracias por dejar que me quedara... Fue un gusto conocerla. -contesté. Adeline me sonrió y desvió la mirada. Sabe que miento. Me desagradan los muggles- Me gustó pasar tanto tiempo contigo, Adeline... -susurré en su oído. Ella rió levemente y apoyó su cabeza en mi hombro-
-Cariño, debo volver. -le dijo Trina a Adeline- Hoy tengo que entrar a trabajar antes... Me cambiaron el horario. - ella miró triste a su madre y se alejó de mí-
-Nos vemos a fines de junio, mamá... -la abrazó- Te extrañaré mucho. Te amo.
-Y yo te amo a ti, mi niña... -le contestó Trina con lágrimas en los ojos. Sentí amargura de repente. No quería estar presenciando esto- Estaré esperándote. -la soltó y me miró a mí-
Oh, no...
-Ven aquí, Tom... -dijo, con los brazos abiertos. Adeline se tragó su risa y me miró expectante. Yo me quedé quieto y nervioso. Trina se acercó y me rodeó con los brazos. Tuve que agacharme para que no se colgara de mi cuello. Adeline hizo un ruido raro y se tapó la boca. ¿A ella le causaba gracia? ¡Su muggle madre estaba abrazándome en contra de mi voluntad!- Nos vemos, querido. Cuida de mi Adeline... -me dejó libre. La palabra "querido" quedó resonando dentro de mi cabeza- Espero que lo lleves a casa más seguido, Addy. -le dijo a su hija- ¿Qué te sucede? -le preguntó. Adeline estaba bordó por aguantar la risa-
-Nada, nada... -negó con la cabeza y se esforzó por no reír- Adiós, mamá. -besó la mejilla de su madre y ésta se fue caminando extrañada- ¡Ven aquí, Tommy! -exclamó mientras se ponía delante de mí y abría los brazos-
-¿Está burlándose de mí, señorita York? -dije, con una leve sonrisa en el rostro-
-¡Oh, cuida de mi Adeline! -dramatizó. Me reí y negué con la cabeza-
-No sé si cuidar de Adeline o cuidarme de Adeline... -le dije. Ella entrecerró los ojos y me pegó en el brazo. Luego saltó y me rodeó la cintura con la piernas-
-Ahora tendrás que dar vueltas hasta que me aburra y decida bajar. -dijo, cerca de mi rostro. Enredó sus piernas para afianzar su agarre y me abrazó- Camina, unicornio.
-¿Qué eres? ¿Un bebé? -me burlé. Ella besó mi cuello- Un vampiro, quizá... -dije, bajando considerablemente el tono de voz. Me provocaba mil sensaciones prohibidas el que me diera besos en el cuello-
-Un vampiro bebé. Ahora camina hasta que me aburra... -me reí y comencé a caminar. Ella debe haber estado manejando nuestras cosas con magia, ya que las escuchaba detrás de nosotros-
-Estás pesada... -dije para que se enojara. Era adorable verla así. Ella se hizo para atrás inmediatamente y me miró con los ojos bien abiertos-