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25. «La culpa es mía»

Doble actualización, así que si Wattpad te ha traído directamente aquí, lee primero el capítulo anterior y luego vuelves. Y si ya has leído el capítulo anterior, sigue leyendo y disfruta.

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Llevo una semana sin cruzarme con Diego. Como era de imaginar, mi rechazo no le sentó nada bien; pero, desgraciadamente, hoy vamos a tener que trabajar juntos porque el otro fotógrafo ha tenido que ausentarse para no sé qué y mi madre necesita unas fotos para mañana temprano, así que no nos queda más remedio.

Titubeo al entrar en el estudio y esbozo una sonrisa tímida cuando Diego fija su mirada en mí.

—Buenos días, Elisabeth —dice con voz áspera. No le agrada ni lo más mínimo tener que trabajar conmigo, y es una pena porque nuestro anterior trabajo no pudo salir mejor. A pesar de todo, su descontento no le impide barrerme con la mirada y detenerse en donde el vestido ligeramente translúcido marca mi ropa interior.

—Buenos días —respondo cohibida. Dejo el bolso apoyado en una de las mesas que hay junto a la puerta y me acerco a él esperando las indicaciones.

El vestido translúcido es el producto, es verdaderamente horrible y no deja nada a la imaginación. Llevar ropa interior blanca la verdad es que no lo disimula demasiado, pero el vestido es de una marca importante así que me toca callar y lucirlo. La maquilladora me ha hecho un delineado blanco de lo más extraño y me ha puesto una cantidad indecente de rímel, así que espero que acabemos pronto, porque el maquillaje va a acabar hecho un desastre.

—Vamos a probar con algunas poses básicas y a ver qué sale —comenta sin mucho interés. Su mirada no se aleja de mí.

Diego toma un par de fotos, después suspira y se acerca a mí, no me pregunta antes de ponerme las manos encima para corregirme la postura. Me toma suavemente del mentón y gira ligeramente mi rostro hacia la derecha, después toma mi mano diestra y la pone sobre mi hombro, haciendo que mi codo y mi rostro apunten a la misma dirección. Es una postura tan llamativa que puede funcionar. Toma mi otra mano y me obliga a tomar el borde del vestido y levantarlo ligeramente, después me agarra la cadera y tira de mí para ponerme recta. Me siento como una muñeca, la sensación no es nada agradable.

Se aleja para tomar la foto y después se acerca nuevamente a mí. Está tan cerca que puedo sentir su respiración en mi cuello mientras me aparta el pelo hacia atrás. El ambiente se ha enrarecido, o tal vez son imaginaciones mías.

Cuando terminamos, se acerca para enseñarme las fotos como hace siempre. Yo estoy tan apurada por irme que ya había agarrado el bolso y me había volteado hacia la puerta; ni siquiera me había acordado de las fotos.

Diego se pega a mí como de costumbre y acerca la cámara para que las vea.

—Esta ha quedado muy bien, creo que es la mejor —comenta mostrándome la foto de la postura rara. Tiene razón.

Doy un respingo cuando su pierna roza a mía. Él vuelve el rostro hacia mí y me mira con una ligera sonrisa.

—¿Por qué estás tan nerviosa? —pregunta bajando la voz. Se pone delante de mí, arrinconándome contra el escritorio cuando se estira para dejar la cámara sobre él. Su mano cae sobre mi cadera haciéndome sentir pánico.

—Diego... —comienzo a decir, pero él me silencia poniéndome un dedo en los labios. Voy a vomitar.

—He visto cómo me miras, Elisabeth —comenta con voz ronca mientras desliza la mano hacia abajo, llegando al final del vestido. Quiero empujarlo y salir corriendo, pero no soy capaz de moverme, me está costando demasiado procesar la situación. Repito la orden en mi mente una y otra vez; tan solo tengo que darle un empujón, pero mis manos no se mueven—. Te haces la difícil porque te gusta que te rueguen, pero vienes provocando con esos vestidos cortos.