17. «Eres mía»

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AITOR

A veces la rubia hace que me sienta perdido, pero no de mala manera, simplemente es algo nuevo. Con Elisabeth estoy descubriendo muchas cosas y entre ellas una versión de mí que me gusta.

Tanteo su espalda con las yemas de mis dedos y esbozo una sonrisa traviesa al notar que no lleva sujetador. Me gusta que aquí se sienta lo suficientemente cómoda como para andar así.

Me preocupa lo que ha pasado hace un rato, no me gusta verla tan decaída, pero ahora parece estar de mejor humor y no nos vamos a engañar, llevo días muriéndome de ganas por acostarme con ella.

De hecho creo que es mejor así, vamos a quitarnos el estrés primero y seguro que después la conversación fluye bien; porque es evidente que vamos a tener que charlar sobre esto. No quiero ser pesado ni presionarla, pero tal vez sea necesario. No puedo dejar que llegue al límite una y otra vez porque así no vamos a solucionar nada. No soy ningún experto en estos temas, pero sé que a veces tener con quién hablar nos ayuda mucho.

Gruño bajo cuando ella se mueve sobre mi entrepierna, creo que no es consciente de lo que me provoca haciendo eso.

—Rubia... —la advierto, pero ella me ignora y desliza sus uñas superficialmente por mi cuello mientras me aprieta con sus muslos desnudos.

Me va a volver loco.

La dejo mandar porque está claro que es lo que quiere, pero me está costando mucho no agarrarla de las muñecas y tirarla de espaldas sobre el colchón.

Estampa su boca contra la mía y deja de deslizar sus uñas por mi cuello, para agarrar mi camiseta con su puño, pero incluso ese gesto se ve delicado en ella.

—Esto sobra —dice contra mi boca. Ella tiene la ropa que ha usado para dormir mientras que yo he tenido que vestirme presentable para saludar a mi hermana y despedir a Pau, aunque no me he molestado siquiera en ponerme las zapatillas.

—Pues no sé a qué esperas para quitármela —respondo sin apartar mis labios de los suyos. No se lo tengo que repetir. La rubia se aparta pero no lleva sus manos a mi camiseta, sino que va directamente al cierre de mi pantalón. Mientras ella se entretiene con el botón, yo me apresuro a sacarme la camiseta y lanzarla al suelo. Ni siquiera dejo que termine de bajar la cremallera. La tomo de la nuca y la acerco a mí hasta hacer chocar nuestros dientes frontales. Ella protesta y golpea mi pecho con su puño, pero la ignoro y me centro en que sienta el piercing en el cielo de su boca.

Todo genial, hasta que me agarra del aro que tengo en el ala de la nariz y tira de él, rompiendo el beso. Su carcajada acaricia mis oídos antes de que pueda ver la sonrisa traviesa que curva sus labios.

—Mira, al final va a resultar ser útil y todo —dice divertida y tira un poco más sin usar la fuerza suficiente como para hacerme daño, pero sí obligándome a mover la cara.

La retengo por la muñeca para que deje de tironearme del arete y cuando me suelta, tiro de ella hasta tenerla sobre mí. Su otra mano cae en mi pecho y su rodilla se clava peligrosamente cerca de mi entrepierna.

—No tiene gracia —mascullo. Ella sonríe con malicia y estira la mano para intentar agarrarme del piercing de nuevo, pero no la dejo. Deslizo mi mano libre por su espalda hasta llegar al final, y tiro del borde de su sudadera hacia arriba. Cuando ella se levanta para que pueda sacársela, libero su muñeca y me deshago de la prenda con prisa. Me tomo un momento para observarla embelesado, la única prenda que le quedan son las bragas, pero ella ni siquiera hace el amago de cubrir su desnudez. Su seguridad es algo que me vuelve loco.

—Tienes mucha ropa —bufa señalándome con la palma de la mano abierta hacia arriba y hace un gesto para que me desvista. No tiene que hacerse de rogar. Me deshago de las prendas que me quedan y cuando levanto la mirada, me encuentro con que la rubia tiene las bragas de encaje en el dedo índice y les está dando vueltas. Una sonrisa tira de mis labios—. Quieto ahí —dice cuando me acerco a la cama. Frunzo el ceño ante su orden, pero obedezco sin pensar y me detengo junto al colchón, levantando las manos en señal de inocencia. La rubia tira su ropa interior al suelo, cerca de mis pies y se arrastra hasta el borde de la cama, quedando de rodillas sobre el colchón. Cuando me mira desde abajo sé cuáles son sus intenciones, pero ella se ve tan malditamente preciosa desde aquí, que las palabras se atascan en mi garganta.

Ríndeme Pleitesía [✔️] [Gallagher #3] [Libros 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora