28. «Estoy enamorado»

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AITOR

Me gusta ver sus cosas por todas partes, le está dando su toque a este lugar y eso me encanta. Soy una persona muy ordenada, pero ver su chaqueta rosa tirada en la silla o en el sofá me saca una sonrisa.

Se queda a dormir en mi casa casi todos los días y, cuando no, la verdad es que la cama se siente demasiado grande sin ella y el silencio es demasiado tedioso.

La rubia me mira con una sonrisa claramente forzada igual que ayer; no sé qué le pasa, pero no me gusta nada. Había dicho que su madre no se había tomado tan mal lo nuestro, por eso no entiendo a qué se debe esta cara larga cuando aparco frente al estudio.

—¿Todo bien? —pregunto cauteloso. Ella titubea, pero, finalmente, asiente. Sé que me está mintiendo descaradamente, pero no quiero insistir. Ya me lo contará cuando lo considere oportuno.

—¿Nos vemos después?

—Te recojo para comer —respondo antes de inclinarme para plantar un beso en sus labios con cuidado de no estropearle el maquillaje.

Cuando sale del coche, no me corto al mirar cómo ese vestido blanco se ciñe a sus curvas. Mi mirada acaba pegada a su trasero; Elisabeth tiene un cuerpazo que hace babear a cualquiera. Ella y sus estúpidas dietas, cuando así como está se ve perfecta, y unos kilos más se le verían divinos.

Últimamente parece haberse relajado un poco con eso de controlar absolutamente todo lo que come. Ayer cuando me dijo de pedir algo para cenar me quedé a cuadros, pero no me quejo, me gusta más esta actitud que está adoptando y además es mejor para su salud.

Me preocupa cuando se pone en plan tonto y empieza a hablar de calorías; y la culpa de todo esto la tiene su madre. Elisabeth no tiene baja autoestima —de hecho es la chica más narcisista que he tenido el placer de conocer—, lo que tiene es mucha presión por estar perfecta y no se da cuenta de cómo esas estúpidas dietas afectan a su salud. O si es consciente de ello, no le importa ni lo más mínimo.

No sé a qué se debe esté cambio, supongo que tiene que ver con su estado de ánimo; estos días la he visto bastante decaída, pero no me quiere contar la razón.

—Que sea mujer no significa que sepa lo que le ocurre a Elisabeth —responde Carla de mala gana mientras limpia las brochas. Suelto un sonoro suspiro y me siento en una de las sillas, dejando caer la cabeza hacia atrás y poniéndome cómodo.

—Es que estoy perdido —suspiro y me paso las manos por la cara—. No sé qué hacer; no sé qué le pasa y ella no quiere decírmelo. No puedo presionarla para que hable, ¿o debería hacerlo?

—Aitor, cálmate —dice la castaña poniendo una mano sobre mi hombro. Respiro hondo para recuperar el aliento después del vómito de palabras que acabo de soltar—. Tú déjala, ya te lo contará —comenta. Hace una breve pausa y me da otro apretón en el hombro sin apartar la mano—. O no, pero tú no te marees, ella ya es mayor y no tienes que estar persiguiéndola, eso no es sano.

Bufo y me pongo en pie, alejándome de Carla para después dar una vuelta y volver a acercarme.

—No lo entiendes —espeto. Carla frunce el ceño y suspira—. El otro día vino llorando y desde entonces ha estado decaída; y no sé si es porque he hecho algo mal. He intentado consolarla y le estoy dando lo mejor de mí porque ella me gusta tanto que no puedo darle menos.

—¿No ves que solo quiere llamar tu atención?

Aprieto los labios para no darle una mala contestación y niego.

—Elisabeth no está bien, y sé que le ha pasado algo. Yo creo que... —cierro los ojos y niego, es una acusación demasiado fuerte como para soltarla sin más; pero cuando abro los ojos y me encuentro con la penetrante mirada de Carla, no puedo contenerme y lo digo—. Creo que alguien le ha hecho algo porque vino llorando y me pidió que no la tocase —mi pecho se aprieta al recordar la escena. Carla me mira con atención—. Y está haciendo como si nada, pero tiene pesadillas y...

Ríndeme Pleitesía [✔️] [Gallagher #3] [Libros 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora