9. «Deberías despedirme»

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—Deja de mirarme así.

Aitor rueda los ojos y aprieta los labios; no he hecho nada para que me esté mirando con esa cara de perro.

—Una ensalada —farfulla. Se endereza en su asiento y apoya la mano en la mesa para repiquetear los dedos; con la otra mano se aprieta el puente de la nariz—. Ni siquiera cuenta como comida, es un acompañamiento.

—¿Puedes, por favor, dejar de criticar mi alimentación y comerte tu asqueroso bocata? Gracias —digo pinchando un trozo de tomate con el tenedor y llevándomelo a la boca. Aitor bufa, está comportándose como un crío.

—Puedo perdonarte lo que me has hecho en la pista de skate, pero esto no —resopla por enésima vez y baja la mirada hasta su plato, lo señala y después señala el mío—. Te traigo para que pruebes los mejores bocatas de lomo que he comido en toda mi vida, y tú vas y te pides una ensalada.

—Lo de la pista ha sido sin querer —me excuso sin poder contener la risa. Dejo el tenedor en el plato de forma diagonal y me llevo la mano a la boca para cubrirla. No debería reírme de lo que ha pasado, pero es que no puedo evitarlo.

—No ha tenido gracia —dice serio.

—Cierto, no la ha tenido —le doy la razón entre risas. Cierro los ojos un momento y respiro hondo en un vano intento de serenarme, pero acabo soltando otra carcajada y disculpándome—. Perdón, perdón, te juro que ya paro.

Mentira.

No puedo dejar de recordarlo y tengo que apretar los labios para silenciarme.

—Casi me dejas estéril —masculla sacándome otra carcajada.

El skate estaba en el suelo y ya nos íbamos a marchar porque Aitor estaba cansado y tenía hambre. Me he emocionado y quería intentar lo de levantarlo, pero no lo he pensado demasiado y, cuando he pisado la punta, el skate le ha dado a Aitor en la entrepierna.

—Tú me habías dicho que me atreviese —repongo intentando justificarme. Alzo las cejas al hablar, pretendiendo aparentar seguridad a pesar de que soy consciente de que mi excusa es pésima.

—Sí, que te atrevieses, no que me dejases estéril.

No puedo dejar de reír. De verdad que lo estoy intentando, pero es que no puedo, es imposible. Estoy llorando de la risa, hacía años que esto no me pasaba. Me seco con la esquina de la servilleta, apoyándomela en el rabillo y en el lagrimal para que absorba las lágrimas sin estropearme el maquillaje. Ahora mismo estoy agradecida por no haber tenido rímel.

—Ya te he dicho que lo siento, además, para tu suerte, yo no quiero tener hijos —insinúo jugando con un mechón de cabello de forma coqueta. Él apoya los codos sobre la mesa y se inclina hacia delante, intrigado.

—¿Por qué no?

Aprietos los labios y respiro hondo una vez, serenándome. Dejo de jugar con mi cabello y me muerdo el labio inferior. Con lo bien que me lo estaba pasando, y hemos tenido que cambiar tan abruptamente de tema.

—Los embarazos te arruinan el cuerpo; además, no quiero ser como mi madre —confieso de mala gana. Tal vez podría haber omitido esa información, pero es cierto; no quiero estar amargada y que mis hijos también lo estén.

Aitor eleva las cejas con sorpresa y frunce el ceño, una ligera sonrisa asoma a sus labios.

—No vas a ser como tu madre, no digas tonterías.

—Me parezco demasiado a ella, prácticamente soy su imitación —río de mala gana y levanto las manos para hacerle ver lo obvio que es—. Quería ser como ella, y he acabado siendo una copia mala.

Ríndeme Pleitesía [✔️] [Gallagher #3] [Libros 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora