10. Mitos y colores

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MARATÓN 4/4

AITOR

Julio me ha apretado tanto la corbata que me cuesta respirar, y después me ha dicho que, si la toco, me cortará las manos. Cuando terminamos la maldita sesión, me la quito con prisa y se la tiro a la cara, él ríe alto.

—¿Cómo va todo, chicos?

Mi mirada vuela hacia la puerta, donde Adriana nos observa con interés; Elisabeth ha venido con ella y una ligera sonrisa marca su boca.

—El imbécil este casi me ahorca —farfullo acercándome a ellas. Por un momento tengo el impulso tonto de besar a la rubia, pero me detengo.

—No entiende que las corbatas deben ir ajustadas —farfulla Julio a mis espaldas. La rubia suelta una ligera risa, se ve malditamente preciosa.

No he dejado de pensar en lo que ocurrió anoche. Quería mantenerme alejado de ella, no involucrarme demasiado, pero no pude evitarlo. Me picaban las manos por el deseo de tocarla.

Quiero hablar con ella, aclarar lo que pasó porque está claro que algo no iba bien entre nosotros y que debimos hablar antes las cosas para entendernos. Supongo que no buscábamos lo mismo. Estoy intentando solucionar esa conversación pendiente, pero ella no deja de evitarla y me está poniendo de los nervios. Cuando se trata de ella todo se siente demasiado intenso, y por eso ayer acabamos así. Discutir con la rubia me hace perder el control. Quería que se callase, maldita sea. Quería que volviésemos a estar como antes de toda esta mierda, tenerla entre mis brazos, que confiase en mí lo suficiente como para contarme qué estaba mal. Quería hablar con ella y arreglarlo de algún modo, porque estoy seguro de que hablando podemos llegar a un entendimiento. Ella me quiere, su corazón desbocado lo demostró anoche.

Nos faltó comunicación y acostarnos no soluciona nada. Una parte de mí piensa que lo que ocurrió anoche fue un error, que eso solo nos confundirá a ambos, pero dormir con ella, tenerla tan cerca y poder tocarla se sintió como un soplo de aire fresco. No me había dado cuenta de cuánto la había extrañado realmente hasta que la besé. No quiero besar a otra que no sea ella.

Después de lo de anoche la verdad es que no tengo muy claro cómo proceder. Ella ya no parece molesta conmigo, pero creo que se siente incómoda, por eso he preferido darle espacio a pesar de que quiero hacer todo lo contrario.

Si la presiono para hablar vamos a acabar discutiendo de nuevo, y eso es lo último que quiero.

—¿Qué te parece? —le pregunto con cautela. Ella me obsequia con una pequeña sonrisa y pasa la vista por el estudio.

—Me gusta, el ambiente es diferente —murmura sin dejar de sonreír, supongo que eso es bueno.

Adriana le da un ligero apretón en el hombro y a mí una sonrisa.

—Mañana os quiero aquí puntuales, vamos a empezar con los relojes, que ya llevamos retraso —comenta cruzándose de brazos y sonando autoritaria, pero la conozco demasiado y no puedo hacer otra cosa más que rodar los ojos, sin embargo la rubia parece descomponerse por completo. No lo pienso al dejar caer mis manos sobre sus hombros cuando la Adriana se marcha.

—Relájate, rubia —comento dándole una sonrisa. Ella alza el rostro para mirarme, sus mejillas se colorean ligeramente. Esto de que use zapatos planos y me mire así me gusta. Su mirada es una mezcla perfecta entre sensualidad y ternura.

—Acabo de llegar y ya hay retraso...

Ya se siente agobiada y acaba de firmar el contrato. Vamos mal.

Le doy un ligero apretón y deslizo las manos por sus brazos en descenso, entonces ella me da una sonrisa forzada.

Abro la boca con la intención de decirle que todo está bien y que mañana lo dejaremos todo al día, pero mi móvil empieza a sonar antes de que pueda tomar aire siquiera. La rubia hace un gesto con la mano para que no me preocupe y se aleja dejándome espacio. Lo que quiero es tenerla cerca, no que se aleje, pero ya no me queda otra que ver quién es el desgraciado que me está llamando.

Ríndeme Pleitesía [✔️] [Gallagher #3] [Libros 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora