16. Perfección subjetiva

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ELISABETH

Estoy feliz. Demasiado feliz, y me siento muy tonta cuando me acerco a Aitor prácticamente dando saltitos como una niña pequeña, pero es que estoy tan feliz que no lo puedo evitar.

Aitor se ha pasado todo el tiempo fastidiando. Ya de por sí me cuesta centrar mi atención en otra cosa que no sea él si le tengo cerca, y si está tirándome besos o haciendo el tonto con Julio ya me resulta imposible; pero estoy contenta porque hemos hecho un buen trabajo.

Aitor pasa un brazo sobre mis hombros y me da un beso en la punta de la nariz que me hace querer reír. Eso no es un beso de verdad, ni los niños se dan besos tan inocentes.

Le miro poniendo una mueca y él sonríe. Esto de la comunicación ya me está cansando. Sabe lo que quiero y no entiendo por qué tiene que estar fastidiándome cuando él también lo quiere.

Así no arreglamos nada, aunque yo creo que no hay nada que arreglar.

—Quiero un beso — dice fijando sus ojos en los míos y sacándome de mis pensamientos. Frunzo el ceño desconfiada.

¿Por qué lo pide? ¿Por qué no me besa y ya?

Porque quiere que yo haga lo mismo.

—¿Así que así funciona esto? —pregunto con cierto recelo, a lo que Aitor asiente confiado.

—Si tu me pides las cosas, tampoco voy a negártelas —dice tranquilo. No me fio del todo, pero aun así le echo los brazos al cuello y rozo mis labios con los suyos.

El beso es sutil, y me parece bien porque tampoco me hace ilusión montar un espectáculo aquí; suficiente tenemos con la mirada de Julio.

Cuando nos separamos Aitor luce como si nada, pero yo me siento bastante contrariada, aun así no digo nada.

—¿En qué piensas?

Él se detiene y yo hago lo mismo porque tiene su brazo sobre mis hombros y eso me impide seguir avanzando.

Hemos salido bastante pronto y, como aún falta un rato para recoger a Paula del colegio, Aitor ha dicho de ir a comprar no sé qué.

Abro la boca con la intención de decir que no pienso en nada, pero él no es idiota y yo no tengo ganas de que me esté insistiendo o que me torture por mi «poca comunicación».

—Es que no entiendo por qué tengo que pedir algo que tú ya sabes que quiero y que tú también quieres —bufo cruzándome de brazos. Él suspira con cansancio antes de retomar el paso y empujarme sutilmente para seguirle el ritmo. Su mano cae hasta mi cadera.

—Yo no entiendo por qué no ibas a pedirlo —replica. No suena molesto, pero sí un poco exasperado—. Rubia, creo que ya hay confianza entre nosotros de sobra, puedes pedirme literalmente cualquier cosa.

—Eso dices, pero luego seguro que me mirarías mal o te reirías de mí porque los hombres sois así y...

—Que sepas que me duele que me compares con otros hombres —masculla pellizcando mi costado para llamar mi atención—. ¿Y cómo piensas que podría reírme de ti? No seas tonta.

Bufo malhumorada y me aparto. Él me llama, pero yo lo ignoro y me acerco al escaparate de una librería.

—Deja de huir cada vez que intento hablar contigo —masculla cuando llega a mi lado y mira también el escaparate.

—No estoy huyendo —replico fastidiada mientras busco la cartera en mi bolso—. Voy a entrar a comprarme un libro porque en tu casa me aburro mucho —espeto. No es mentira, pero tampoco es toda la verdad. Hoy es la fecha de lanzamiento de un libro que llevo esperando meses.

Ríndeme Pleitesía [✔️] [Gallagher #3] [Libros 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora