24. Tacones

1.1K 91 6
                                    

AITOR

Ha sido una semana de mierda; estoy molido. He estado haciendo ejercicio con la rubia porque así podíamos pasar un rato juntos, y estoy reventado. He intentado disuadirla por activa y por pasiva de su estúpida dieta y esta tontería del ejercicio hasta que el cuerpo no le da para más, pero ella es demasiado testaruda. Y ha cumplido su objetivo.

Esta tarde ha ido a probarse el jodido vestido y le quedaba perfecto. Elisabeth es increíble.

Yo no he podido ver cómo le queda, voy a tener que esperar a mañana porque a ella no le ha dado la gana de que la acompañase. Julio ha venido a recogerla y Julio la ha traído de vuelta, me siento sustituido. Pero estoy jodidamente feliz porque la rubia está eufórica. Nada más atravesar la puerta, ha venido corriendo hacia mí y me ha saltado en los brazos enrollando sus piernas en mi cadera. Es una escena que quiero repetir todos los días de mí vida. La próxima vez aprovecharé para manosearle un poco el culo; hoy me ha pillado desprevenido y para cuando he terminado de procesar el motivo de su felicidad, sus pies ya estaban de vuelta en el suelo.

Que ella esté contenta me hace muy feliz; después de la desesperación que he sentido durante toda la semana por su culpa, me alegra ver que ha valido la pena. Tenía miedo de que su esfuerzo no hubiese sido suficiente, eso la habría hundido.

—¿Podemos celebrarlo con una pizza? —pregunto siguiéndola a la cocina. Ella va directa al fregadero y se llena un vaso con agua del grifo, ya no es tan tiquismiquis como cuando llegó.

Cuando niega, tengo que reprimir el impulso de darme cabezazos contra la pared.

—El vestido tiene que quedarme perfecto mañana también.

Podría discutírselo, decirle que la pizza no la va a hacer engordar de la noche a la mañana y que mañana va a seguir teniendo ese jodido cuerpo perfecto; pero sé que ella no cedería, así que busco otra opción.

—¿Y si cenamos pasta? —le propongo. En toda la semana solo he conseguido que se saltase la puta dieta un par de veces. Ni siquiera podía estar con ella a la hora de comer porque verla comerse una sola manzana me daba ganas de matarme. Maldito sea internet, su creador, y la cantante esa que inventó la dieta rara esta y dijo que le funcionó.

La rubia se lo piensa un momento y cuando creo que va a negar, asiente.

—Pero con tomate natural y sin carne —condiciona y yo asiento conforme. No me encanta la idea, pero al menos va a comer algo que no sea verde.

Elisabeth me ayuda a preparar la comida. La he convencido de echarle champiñones, así que mientras yo los pelo y troceo, ella se encarga de poner a hervir el agua y echar la pasta.

—No me lo puedo creer —digo entre risas viendo el desastre que acaba de hacer la rubia. Ella me mira con el ceño fruncido sin entender de qué le estoy hablando. Es evidente que la cocina no es lo suyo, pero me parece terriblemente tierna—. ¿Cómo se te ocurre echar todo el paquete?

—Es que estos macarrones son pequeños, ¿no los ves?

—Rubia, los macarrones absorben el agua y aumentan su tamaño —le explico esforzándome en contener la risa, pero cuando abre la boca por la sorpresa, soy incapaz de contener una carcajada—. Con los que has echado tenemos para comer toda la semana.

—¡No lo sabía! —chilla haciendo que mis carcajadas sean aún más fuertes—. No te rías, es culpa tuya. ¡Deberías habérmelo dicho antes!

—Pensaba que sabrías algo tan básico.

—Pues está claro que no —refunfuña cruzándose de brazos. Verla arrugando con la nariz me puede, así que acabo acercándome y rodeándola con los brazos en un gesto cariñoso, aunque ella sigue enfurruñada.

Ríndeme Pleitesía [✔️] [Gallagher #3] [Libros 1 y 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora