Mamá ha accedido.
No me lo puedo creer.
Mamá ha aceptado mis condiciones para trabajar juntas.
—Estas muy callada.
Levanto la mirada del móvil y poso mis ojos en los de Aitor. Tengo la cabeza apoyada en sus piernas y mi cuerpo está tendido a lo largo del sofá, mientras que él está sentado en el extremo. Sus manos se deslizan por mi pelo como llevan al menos media hora haciendo.
—Mamá acaba de responder a mi correo y ha aceptado mis condiciones —expreso en voz alta haciéndolo indudablemente real mientras le enseño la pantalla de mi móvil. Él no lo mira con mucho detenimiento, pero sonríe.
—Eso es fantástico, rubia. Has limitado a tu madre —comenta sonando orgulloso y haciendo que mi pecho se caliente.
—Lo he hecho —acuerdo en voz baja, aun asimilándolo.
—¿Cuándo es?
—El lunes de la semana que viene. Madre mía, no estoy preparada —respondo entrando en pánico.
—¿Qué? ¿Cómo que no estás preparada? Si parece que has nacido para esto —bufa mi chico mientras enreda uno de mis mechones en sus dedos. Cuando nos hemos acomodado en el sofá estaban dando por la tele un programa que le gusta a Aitor, yo estaba tan entretenida con el móvil que ni sé cuándo ha acabado.
—No estoy en forma. ¿Y si mamá ve que he engordado y se retracta porque no soy la imagen que quiere darle a su marca?
—Ya empezamos... —suspira apretándose el puente de la nariz antes de hablar—. Para empezar, no has engordado. Estás preciosa y tienes un cuerpo tremendo. Te aseguro que, si por mí fuera, andarías todo el día en tanga —comenta haciéndome reír. No sé a qué viene esa obsesión con mi culo, pero sé que sus palabras son sinceras. Y me lo confirma cuando me pide que me incorpore para poder poner un cojín sobre su entrepierna.
No me vuelvo a acostar, me acerco para darle un casto beso en los labios y recojo los pies sentada en el sofá. Viviendo con mi madre ni loca hubiese adoptado una postura tan vulgar, pero con Aitor tengo tanta confianza que me sale sin pensar.
—No sé...
—No me has dejado terminar de hablar —interviene aclarándose la garganta, su voz suena ligeramente enronquecida—. Si no estás segura de querer hacerlo, no lo hagas. No te martirices por cosas que no valen la pena.
—Sí quiero hacerlo, pero no quiero acabar hecha polvo por culpa de mi madre. Porque siempre que estoy en el mismo lugar que ella acabo llorando o con una crisis. La última vez solo me miró; bastó eso para hundirme. Ella siempre me mira tan decepcionada que...
—Respira —dice Aitor interrumpiendo mi verborragia. Guardo silencio y respiro hondo, cerrando los ojos un momento. Los abro al sentir su mano en mi mejilla—. Que te dé igual. Si tu madre te mira mal, sonríe y pasa de ella.
—Qué fácil decirlo —bufo apartándome y echándome en el respaldo del sofá.
—Pasa de ella igual que pasas de mí cuando te digo de ir a por unas hamburguesas.
La indignación con la que lo dice me saca una risa.
—Es que no me gustan. Las de pollo sí, pero las de ternera...
—¿No te gustan ni con mucha mayonesa? Tanta que sea imposible comer sin mancharte —dice para chincharme, pero yo no le entro al trapo.
—Eres asqueroso, y no.
Me levanto y me alejo del sofá. Él no dice nada, pero puedo sentir sus ojos en mi nuca.
Me da espacio, al menos durante un rato hasta que viene al dormitorio a buscarme. Me estoy pintando las uñas ya que el color se me ha caído fregando los platos.
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Ríndeme Pleitesía [✔️] [Gallagher #3] [Libros 1 y 2]
RomansaElisabeth es arrogante y orgullosa, tiene el mundo bajo sus tacones; hasta que llega él para romper todos sus esquemas. Cometió el error de enamorarse de la persona equivocada e hizo demasiado daño, pero ha pasado mucho tiempo, ya no quiere ser la m...