—Myungjoon, deja de contradecirme.
—¡Ya no quiero! ¡Por favor ya no quiero! —suplicaba entre lágrimas, forzando las cadenas que lo encadenaban desde sus muñecas y tobillos, extendiendo sus extremidades—. Ya no tengo más energía... déjame libre, por favor.
—¿Libre? —respondió la contraria—. ¿Alguna vez has estado... libre? —preguntó, con la mirada en alto y una expresión que demostraba tal seriedad que un fuerte escalofrío recorrió el cuerpo de Myungjoon—. Nunca has sido libre, Myungjoon. Nunca serás libre mientras él exista.
—Él me lo a dado todo. Él es nuestro creador, nuestro padre. ¿Por qué haces esto? —preguntó, bajando la mirada y cerrando sus ojos mientras las lágrimas caían sin parar.
Tzuyu se quedó callada, mirándolo con odio y desprecio. ¿Qué acaso no se daba cuenta? Su Dios no era más que una vil farsa. Una vil mentira que engañó a todos sus hijos con tal de satisfacer su ego.
No iba a responderle. Si él mismo no se daba cuenta, era un caso perdido.
Se levantó de su trono hecho de hielo. Había abandonado el que estaba en el cielo hace ya un tiempo, no quería que le descubrieran. Era un riesgo estar ahí, por lo que se trasladó hacia una profunda cueva, en medio de un valle arisco y desolado.
Tomó el mentón de Myungjoon de forma brusca, apretando sus mejillas y obligándolo a mirarla.
—¿Sabes? La primera vez que supe de ti quedé fascinada. Un ángel con tal habilidades curativas definitivamente era un botín. Por eso te robé. —sonrió de lado—. Pero ha pasado tiempo desde que me has sido útil. Estoy tan ebria de poder que mi cuerpo se regenera por si solo, así tenga todos los huesos rotos.
Los ojos de Tzuyu se iluminaron de un brillante azul, asustando al contrario. Soltó el mentón de Myungjoon, y lentamente fue llevando su mano hacia el pecho de este, viendo como su interior se iluminaba.
—Quizás y puedas ayudarme en algo más. —su mano atravesó el pecho de Myungjoon, como si de agua se tratara.
Este último tensó todo su cuerpo, sintiendo una exuberante presión en su pecho. Su rostro se puso rojo, y un fuerte picor se instaló por todo su cuerpo. Sus lastimadas alas dejaron de brillar, y poco a poca se le comenzaron a caer sus plumas, desvaneciéndose en el aire.
La mano de Tzuyu se cerró, tomando algo consigo. Fue retirándola mientras que no dejaba de sonreír, hasta que esta salió por completo.
Las alas de Myungjoon se desvanecieron por completo, el brillo en sus ojos se esfumó, y sintió como perdía su fuerza por completo. Su mirada muerta se posó en la mano de Tzuyu, alterándose al instante en el que vio lo que traía en su mano.
Su crucifijo.
Quiso reclamar, gritar y golpear a la contraria, pero su boca se encontraba sellada, siendo lo único que salía algunos gemidos de desesperación.
Con gran facilidad, Tzuyu aplastó el crucifijo, haciéndolo polvo por completo. Abrió su boca en grande, y tragó todo este, sintiendo cosquilleos por todo su cuerpo haciéndola sonreír. Relamió sus labios, ladeando su cabeza y mirando a Myungjoon el cual prácticamente parecía un muerto.
Levantó su mano, con la intención de tomar la cabeza del contrario.
—Tzuyu. —llamó una voz ajena, entre los escombros, haciéndola detenerse y mirar en su dirección. Una silueta comenzó a asomarse entre la oscuridad, mientras que el sonido del hielo crujir se escuchaba.
—Malik. —sonrió esta, dejando de lado lo que iba a hacer con Myungjoon—. ¿Cómo has estado? ¿Te gustó mi regalo, hermanito?
Malik salió de entre la oscuridad, revelándose ante su hermana. La luz de los cristales luminosos de la caverna dejaban ver a la perfección a este. Su rostro serio, pero que a la vez demostraba amabilidad. Estaba vestido de blanco, con telas sueltas y los pies descalzos. Su cabello le llegaba hasta el mentón, y sus pupilas eran de un tono amarillento.
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𝙼𝚢 𝙰𝚗𝚐𝚎𝚕 & 𝙼𝚢 𝙳𝚎𝚖𝚘𝚗 ➋ || '𝔅𝔦𝔫𝔴𝔬𝔬'
FanfictionContinuando con la historia anterior, luego de que Dongmin tuviera que abandonar a Moonbin solo para quedar al borde de la muerte y sin poder hacer nada por Jinwoo, quien se encontraba muy herido, nos encontramos varios años después en donde ocurren...