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Dongmin extendió sus alas y comenzó a volar, yendo directamente hacia la entrada del cielo la cual estaba siendo protegida por cientos de ángeles con sus armaduras.

Al llegar a mitad de vuelo, se detuvo al oír el sonido metálico de las armaduras de los guardas chocar entre sí cuando se posicionaron en modo defensivo y apuntaron sus arcos y lanzas en su dirección.

Y frente a ellos, estaba Miguel.

—Hola, querido. —saludó sonriendo mientras ladeaba el rostro haciendo que su sombrero cubriera parte de su rostro—. Ha pasado un tiempo, ¿no crees?

Dongmin se quedó callado mientras tragaba duro y tensaba su mandíbula. El ver a Miguel le causaba una sensación horrible dentro de él. Su estómago se revolvía, su cabeza dolía, sus ojos picaban y un nudo se formaba en su garganta.

El recuerdo de Moonbin ser atravesado por aquél rayo inundó su mente y no pudo evitar derramar una lágrima.

—¿Tanto te conmovió verme que ahora te pones a llorar? —dijo Miguel riendo colocando una mano en su pecho—. No creí que me quisieras tanto.

—¡Cállate! —gritó mirando hacia abajo comenzando a temblar de la rabia—. No sabes cuanto te odio. —dijo entre dientes levantando la mirada y reflejando odio absoluto hacia el contrario.

—¡Ouh! ¡Que miedo! ¡Alguien ayúdeme por favor! ¡Ay, ay, ay! —Miguel comenzó a reír luego de dramatizar aquello como una princesa—. Creo que el sentimiento es mutuo. Obtuve una ligera regañada por parte de Dios al saber que nunca logré localizarte.

—Pero si me tenías en bandeja de plata. —soltó Dongmin con burla y molestia—. En tu estúpido intento fallido de matar a Moonbin me tenías frente a ti, solo, desolado y débil. ¿Por qué no me llevaste? No eres más que un arrastrado.

Miguel no se inmutó ante sus palabras, solo se limitó a negar sonriendo mientras acomodaba su sombrero.

—Sí, es cierto. Pude llevarte en ese momento conmigo al cielo para entregarte ante Dios y que te castigara eternamente. —lentamente fue abrazando su cuerpo mientras jadeos de satisfacción salían de su boca—. Pero si hubiera hecho eso... ¡No hubiera podido disfrutar de tu dolor! —dijo relamiendo sus labios de forma lasciva—. Muy aparte, el plan de mi hermano tenía que seguir en marcha.

—¿Plan? —Dongmin comenzó a molestarse cada vez más.

—¡Sí! ¿Qué acaso no te lo comentó? —Miguel apareció a centímetros de su rostro repentinamente a unos centímetros arriba de él. Lo tomó de la barbilla y lo obligó a mirarle a los ojos. Estaban tan cerca que podían sentir la respiración del otro—. Lucifer planeó todo. Ha planeado todo esto desde el momento en que naciste. Tú nunca elegiste vivir, Dongmin. Toda tu vida a sido controlada por Lucifer, cada segundo, cada movimiento, cada respiración, cada parpadeo. Todo, absolutamente todo ha sido controlado por él para que te encontraras aquí el día de hoy, rebelándote ante Dios.

Dongmin abrió los ojos en grande y enfureció.

Inmediatamente materializó la espada que se le había sido otorgado hace muchos años en aquél aquelarre y aquella misma que apareció ante él el día en el que todos perdieron contra Lucifer. La tomó con su derecha de forma rápida y trazó un corte de abajo hacia arriba con ambos brazos con tal rapidez que pareció que todos los presentes solo vieron los brazos de Dongmin hacia arriba al instante. Nunca vieron el movimiento del corte que hizo.

La imagen de Miguel frente a él se esfumó al igual que el viento, revelando así que el verdadero se encontraba ya a varios metros alejado de él.

—¡Vaya! Si que me tomaste por sorpresa, Eunwoo. Nunca creí que llegaría el día en el que serías tú el que iniciaría un ataque, o mejor aún, nunca creí que tendrías la maldita valentía para pelear de una vez por todas y no dejar que los demás lo hagan por ti. —dijo molesto mientras cerraba sus manos y formaba puños—. Se ve que ya no eres la rata de antes.

𝙼𝚢 𝙰𝚗𝚐𝚎𝚕 & 𝙼𝚢 𝙳𝚎𝚖𝚘𝚗 ➋ || '𝔅𝔦𝔫𝔴𝔬𝔬'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora