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Una última lagrima descendió por la mejilla de Dongmin antes de pasar su mano por los ojos de Myungjoon cerrándolos y haciendo parecer que el bello ángel parecía estar dormido.

Se colocó de pie y vio como las raíces que hace un momento tapaban toda la entrada se iban rompiendo de apoco, cayendo al suelo marchitas y desapareciendo como si de polvo de tratase.

Avanzó a pasos lentos tomando una bocanada de aire. Colocó sus manos en ambas puertas y las empujó con fuerza entrando al salón de Dios.

El lugar se mantuvo en silencio por un momento mientras Dongmin se adentraba aún con la cabeza gacha. No iba a mentir, tenía miedo. Sentía que si levantaba la mirada y encaraba a su creador todas sus fuerzas se irían.

Le había hecho tanto daño que ni él supo cómo es que logró sobrevivir a todo aquello. Tantos días llenos de dolor, sufrimiento, llanto, agonía. Sinceramente no sabe qué es lo que sucederá cuando se encuentre con su mirada.

—Cha Eunwoo. —y ahí estaba. Esa voz que tanto resonaba en su cabeza hace años, esa voz que lo denigraba, insultaba, maldecía y misma que deseaba su muerte. Un gran escalofrío recorrió la espalda de Dongmin—. Has vuelto.

Apretó sus puños y tensó su mandíbula. Su frente comenzó a sudar de los nervios y el tragar saliva se le había hecho bastante complicado. Su mirada fue subiendo paulatinamente aún con ese temor en sus ojos.

En algún momento Dongmin llegó a pensar... ¿Qué sucedería si se disculpaba con Dios? ¿Qué sucedería si este lo acepta, lo reconociera como un hijo suyo de verdad? Fue un pensamiento fugaz que vino de la nada, pero que de todas maneras pasó por su mente. Sabía que aquello era imposible.

—Ha pasado tiempo, padre. —salió de su boca sin más, sorprendiéndose a sí mismo. ¿De dónde había sacado el valor para decir eso? Ni siquiera tartamudeó.

Levantó la mirada, encarando al contrario. Sintió como un revoltijo de emociones recorrían todo su cuerpo en menos de un segundo. Ahí estaba, estaba su creador, su padre, su todo. Las ganas de vomitar aparecieron en su garganta, pero Dongmin se contuvo. Debía de mostrarse fuerte ante el contrario.

—Veo que la vida te a tratado... bien. Supongo. —fue lo único que dijo.

¿Bien? ¿Acaso dijo bien? Nada había salido bien desde que nació. Absolutamente nada. Durante su "niñez" —y conste que aún sigue siendo un niño—pasó demasiado como para que pueda recordar. Los ángeles lo cazaban, perdió a Jinwoo, perdió a Moonbin, perdió a Myungjoon. Lo había perdido todo prácticamente. El destino fue demasiado piadoso con él al devolverle a Moonbin, y se lo agradecía. No iba a dejar por nada en el mundo que los vuelvan a separar.

—Sí... supongo que sí. —fue lo único que respondió.

Su mirada bajó, dirigiéndose hacia una puerta que estaba adyacente al trono. Dentro de esta podía notar que se encontraban unos cuantos ángeles, y entre ellos el arcángel Gabriel.

Ahí debe estar el cuerno.

—¿Ha qué has venido? —preguntó el contrario con seriedad y una voz algo rasposa.

—¿Yo? —ladeó su rostro mirándolo sin temor—. Vine a enfrentarte.

El lugar se quedó en silencio por un par de segundos para que luego la risa de Dios estallara por todo el palacio como si le hubieran contado el mejor chiste de su vida. Dongmin simplemente se quedó en su lugar, mirándolo con seriedad y esperando a que se callara.

—Deberías ser comediante. —se limpió una lágrima—. ¿Tú? ¿Enfrentarme a mí? Creo que hay algo que está de verdad mal en ti, Eunwoo. Al parecer si fuiste un error después de todo.

𝙼𝚢 𝙰𝚗𝚐𝚎𝚕 & 𝙼𝚢 𝙳𝚎𝚖𝚘𝚗 ➋ || '𝔅𝔦𝔫𝔴𝔬𝔬'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora