CAPÍTULO 19 COSAS DE OFICINA

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—¿Sorpresa? —salté dándole un mordisco a la tarta—no me gustan las sorpresas.

Aun continuábamos en su oficina, después de una larga charla entre el por qué se emborracho y mi día con Jade.

—Esta te gustará—él también le dio una mordida a su tarta.

—Pero no sé qué ponerme ¿Qué debo llevar? ¿elegante? ¿casual? ¿sofisticado? ¿alocado?

Soltó una risilla.

—¿Quieres que vayamos de compras? —me tendió una mano para acercarme a él.

—¿Así que planeas comprarme? —retrocedí un paso sopesando sus palabras.

—Acompañarte a comprar algo que te guste...sé que las compras te fascinan.

Caminé hasta él y me senté a horcajadas sobre sus piernas.

—Tu idea de pasar el resto del día juntos me agrada—pase los brazos por sus hombros— entonces no podemos ir a nuestra casa—le bese la mejilla—debemos ir de compras—le bese la otra mejilla— a comer... quizá por un postre y...

—Y después alistarnos para salir en la noche.

Fruncí el ceño.

—Pero... ¿tu trabajo? Es importante.

—Me importas más tú—dijo con seriedad.

Fruncí los labios, le di otra mordida a la tarta.

—No quiero distraerte de tus responsabilidades.

—No eres una distracción.

Me miró intensamente.

—Vayamos, pero si hay una sola cosa importante, regresas.

Me tomó por las solapas de su camisa.

—Me gusta que seas tan mandona—susurro, comenzó a desabotonar la camisa.

—Oye, deja eso—le di un manotazo—hace algo de frio.

—Yo te puedo calentar—y sin más me besó.

Al principio sus labios eran tiernos, pero el ritmo cambio, ahora eran urgentes y casi desesperados, mi corazón bombeaba con fuerza, con dedos presurosos desabotono la camisa y la abrió, mis pechos quedaron a su merced, se separó de mí y bajo los ojos a mis ahora, erectos pezones, de sus labios tiró una sonrisa, era una con el tenue sabor del cinismo.

—Me encantan mis camisas puestas en ti—acarició con sus dedos mi pecho hasta mi estómago, su caricia era caliente, al contraste del ambiente frio.

Me mordí el labio.

—¿Enserio? —me lleve una mano a la boca, mordiendo ligeramente mis uñas, provocándolo—¿te gusto así vestida de hombre?

Él trago en seco.

—Si.

Entre cerré los ojos.

—¿Te gustan los hombres?

—¿Qué? —solté una risotada—¿dudas de mí?

—Hum—mire hacia arriba y después lo mire a los ojos, él enarco una ceja.

—Ahora te enseñare lo que si me gusta—gruño.

Me atrajo inesperadamente y con brusquedad, fundiendo nuestras bocas en un apasionado beso, su lengua no tardó mucho en abrirse paso.

Mi cuerpo se encendió, y pocos segundos después, mis caderas buscaban la fricción de las suyas, ahí donde su dura erección se apretaba al pantalón.

MURIENDO POR TI (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora