La arena era muy blanca, suave y caliente, no muy lejos de mis pies descalzos un par de conchas ambarinas, rosas y blancas, a mi alrededor, el aire me envolvía con esa brisa marina, el sol me quemaba la piel, pero era soportable, levante la vista, el agua turquesa me sedujo, a lo lejos había Bungalow en la lagunilla esmeralda, en los que nos habíamos hospedado hace un par de días, estaba rodeado del más hermoso arrecife de coral que había visto jamás, a lo lejos un par de botes flotando flácidamente, y más lejos aun un par de chicos haciendo competencias en sus motos acuáticas.
Mire a mi alrededor, mis padres estaban recostados en un camastro bajo una palapa, bebían un par de copas tropicales y tenían trajes de baño a juego color rojo y naranja, Travis y Nathe arrastraban sus tablas de surf y se revisaban mutuamente el traje, sabía dónde estábamos en Bora Bora, la polinesia francesa.
— Mon chéri —(Cariño) grito mi padre— n'essayez pas d'entrer complètement, rappelez-vous que vous ne pouvez pas nager— (no trates de entrar por completo, recuerda que no sabes nadar) me advirtió.
Crucé los brazos sobre mi pecho e hice un puchero, ¿Qué de grandioso tenía ir al mar si no podía entrar a él?, tenía siete años y apenas podía alcanzar con un banquillo los lavabos de los baños de los bungalows.
Arrastré mis pies un poco a la orilla hasta que mis dedos tocaron la arena mojada, mis padres habían insistido en ponerme el ridículo flotador de rosquilla en la cintura y en los brazos, el agua se escuchaba deliciosa, burbujeante y la espuma ya llegaba a mis pies, mi cuerpo se erizó cuando la espuma y el agua fría rosaron mi piel.
Caminé un par de pasos más y ahí estaba una gran concha hundida en la arena mojada, era preciosa, café y blanco con motas rosas con unos picos, la tome con ambas manos, era pesada.
— ¡Papa, regarde! — (¡Papi, mira!) — Regarde ce que j'ai trouvé— (mira lo que me encontré)
Levanté la concha sobre mi cabeza en señal de triunfo hacia él, mi padre me miraba con una gran sonrisa y levantó los pulgares y mi madre solo se mantuvo mirando su revista.
Regresé la vista al mar, mis hermanos estaban montando ya sus tablas, Nathe atravesó primero, montando una ola y se deslizaba casi unos metros y permaneció en su tabla.
Travis lo abucheaba desde la suya y espero su turno, se montó sobre su tabla y se deslizó para montar una ola, esta comenzó bien, pero retomo su camino y comenzó a crecer, era demasiado grande, él comenzó a tambalearse.
—¡Travis! —grite, se tambaleaba con dificultad.
De pronto todo comenzó a volverse en blanco, lejos, muy lejos, escuche, escuche su voz.
—Lo siento, ma petite — (mi pequeña) era él, su voz, la voz de mi hermano, temblorosa, asustada ¿Qué sucedía? — todo es mi culpa intenté protegerte, pero no pude hacerlo...maldición... perdóname—¿Qué sucedía?, no, ¿Qué estaba pasando qué es esto? — perdóname por favor...te...te quiero—a lo lejos escuche un estruendo, fuerte, metal crujiendo y vidrios haciéndose añicos, y el grito desgarrador de mi hermano.
—¡No! —mi voz cobró vida en mi garganta—¡No Travis!
Entonces, fue como si hubiese despertado de un sueño o quizá varios sueños que no podía distinguir entre recuerdos y sueños, había imágenes difusas, un arquillo de flores blancas pegado a una pared de piedra, unos extraños sonidos de campanillas, risas, un par de rostros de lo que al parecer eran bebés, motas de amarillo brillante, perdidos en una agua turbia, demasiado difusos, demasiado lejanos, pero, eran reemplazados por los rostros de mis hermanos, el sol, el mar, la polinesia, eran más fuertes y concisos.
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MURIENDO POR TI (Libro 2)
RomanceA veces la vida que planeamos no es lo que resulta, por mucho que lo deseemos. Para Audrey, ahora su vida se ha convertido en la de alguien desconocido. Para Leonard, luchar es algo que agota su energía cada vez más. Lo que ambos no saben son las...