CAPÍTULO 39 FIANZA

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—Leonard Dómine—me llamaron, era un policía—puede salir, han pagado la fianza.

Había pasado la noche tras las rejas de este asqueroso lugar, jamás ni en mis más remotos disparates creí que iba a caer en un lugar como este.

El dolor de cabeza ya había pasado, quizá por la madrugada, había salido de la habitación sin nada, ni registros, ni pasaporte, pude llamar a Carlo, pero al parecer debía permanecer aquí hasta el día siguiente.

Aun así, en cuanto saliera de aquí, lo primero que haría sería ir tras esa loca y desquiciante mujer para que me escuchara de una buena vez, si ella estaba enojada, ahora yo lo estaba el doble, dejarme aquí, dejar que los policías me llevaran, esto no se quedaría así.

El policía abrió la reja y lo seguí hasta el pasillo donde me dirigió hasta un buró para firmas algunos papeles, Carlo estaba esperándome a un par de pasos, con el ceño fruncido y entre los brazos mi abrigo.

—Por tu culpa no he ido a recoger a mi esposo al aeropuerto—me acusó entregándome el abrigo.

—¿Nathaniel está aquí?

—Sí, tiene unas cosas que hacer en la finca—suspiro—debes ponerte esto, hace algo de frio.

Me tendió el abrigo, lo tome sin protestar, ¿De verdad tenía cosas que hacer en la finca o venía a ver a su hermana?

—¿Él lo sabía?

Carlo abrió la boca sorprendido.

—No—titubeo—no que yo sepa.

Salimos de la estación, donde al frente nos esperaba uno de mis preciosos Mustang, Carlo me tendió las llaves.

—El hotel está a un par de calles...

—No iremos al hotel—le dije abriendo la puerta del conductor, Carlo tomo su lugar de copiloto.

—Entonces...

—Iremos a la finca de los Vial, esa mujer me las tiene que pagar.

.

.

.

Carlo guardo silencio, inusualmente durante todo el viaje.

—¿Vas a hablar o tendré que golpearte para hacerlo?

—¿Estar encerrado te puso violento? —soltó una risa.

Recordé lo que tuve que hacer para estar tranquilo durante el resto de la noche, un tipo odioso haciéndose el rudo, estaba de malas y ese tipo colmó mi paciencia hasta que lo golpeé y estuve en paz. Mi puño me delataba, estaba un poco morado.

—¿Vas a decirme o no? —gruñí.

—No soy quién para decírtelo—dijo al fin—creo que debes hablar con Audrey.

Lo miré de soslayo.

—¿La viste?

Carlo suspiro.

—Si.

—¿Hablaste con ella?

—No del todo, había un tipo que...

—¿Había un tipo?

Carlo enmudeció, su semblante serio ahora estaba preocupado.

—¿Qué sucedió con ese tipo?

—No lo sé—escupió—solo no la dejaba irse y yo interferí, ella se fue tan rápido como pudo.

Quizá solo era un turista que quiso pasarse de listo.

MURIENDO POR TI (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora