Después de esa gran y emotiva reunión con Gianna, Leonard me obligó (porque así fue) a descansar a su habitación, mientras él arreglaba algo con el trabajo.
Primero, me di una ducha y recordé que mis cosas aun no llegaban, o al menos no las vi, así que fui al armario de Leo para ponerme su ropa, unos calzoncillos, una enorme y holgada remera, luego me recosté sobre la cama, fresca como una lechuga.
Pero ni siquiera el cansancio y la frescura me convencieron para dormirme un poco, deambulé por toda la habitación, encontré su reproductor de música y coloqué algo al azar, James Brown sonó por los altavoces.
Abrí las persianas, dejé que toda la luz entrara a la habitación, el cielo estaba nublado afuera y apenas había un atisbo de llovizna. Me subí al sillón colgante, pegué mi nariz al cristal de la ventana, para sentir el frio de esta, rápido el vapor de mi cuerpo se dispersó por el cristal.
Me sentí como una niña haciendo figuras con los dedos en el cristal, me recordó a los días que pasaba sola en la villa de Montreal, sin mis padres, sin mis hermanos y a veces sin mi nana que tenía cosas que hacer.
Para esos días de mi niñez, había corrido por toda la casa, no había ningún rincón que no hubiese visto ni encontrado, había roto jarrones y figuras cuando andaba en bicicleta dentro de casa. Había manchado decenas de frescos con mis pinturas, colocándoles bigote a algunos y cuernos a otros. Saltando sillones, rasgando tapices, mordiendo una que otra silla de madera que se encontraban en el comedor (creo que nadie se ha dado cuenta de ello aun, ahora que lo pensaba)
Caí en cuenta que, tenía esa sensación de encierro como en mi infancia. Pegue mi frente de nuevo al cristal, aunque este era un nuevo lugar para explorar, no le quitaba lo interesante.
Leonard me había dicho que tenía que descansar, pero no que tenía que quedarme en la habitación.
—Bueno bebé, creo que tú y yo, podemos dar la vuelta ¿no te parece?
Antes de salir, me embroqué unos calcetines y una larga sudadera, me deslicé fuera de la habitación.
El pasillo por el que salí, aunque lo recordaba diferente, esta vez, sola, era enorme, ancho y muy alto, tenía bonitos acabados en barroco, a medio pasillo, una mesa media redonda con un florero lleno de tulipanes rosas aun cerrados, eran bonitos.
Conocía pocas pinturas de las que colgaban de las paredes, me detuve a observarlas todas, era como un museo exclusivo, también asomé las narices por las habitaciones que se encontraban allí, aunque solo eran dos, eran anchas, una tenía detalles en azul y la cama era redonda, era la más cercana a la habitación de Leonard. Mantenía los muebles de principios de siglo XV, si mal no estaba, aunque algunos muebles se mantenían cubiertos por sabanas, me pareció una linda habitación, la ventana que tenía eran a media altura y un descanso bajo esta.
La otra no cambiaba mucho excepto por los colores, y la cama, esta era roja y la cama normal.
Continúe mi deambulación hasta dar con los retratos.
Una hilera larguísima de hombres, algunos apuestos, otros con el rostro algo demacrado y lleno de barba, pero los ojos eran los mismos, una larga línea de rostros con ojos verdes.
El primero de ellos, el duque Galeno Idris Dominé, me asombré bastante, por el nombre y por el rostro, ese era el que se asemejaba mucho a Leonard, aunque su barbilla era partida y el cabello un poco más oscuro que el de Leo. Pero la forma del rostro, incluso la piel broncínea, el largo de sus cejas y su nariz afilada. ¿Qué tan extraordinario podrían ser los genes?
Si mi familia también hubiese tenido a mis antepasados de esta forma, ¿podría ser posible que me pareciera a uno de ellos?
Mientras reflexioné aquello continué observando, al final de la fila, estaban los últimos descendientes, el abuelo de Leonard, Stefano Dominé, también se parecía mucho a Leonard, en la comisura de la boca y me sorprendió bastante que el pintor pudiera reflejar el brillo travieso y pícaro.
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MURIENDO POR TI (Libro 2)
RomanceA veces la vida que planeamos no es lo que resulta, por mucho que lo deseemos. Para Audrey, ahora su vida se ha convertido en la de alguien desconocido. Para Leonard, luchar es algo que agota su energía cada vez más. Lo que ambos no saben son las...